Por Antonio Montes Navas
Uno de los tantos proyectos inconclusos, por cuanto fue traicionado por el tiempo, que dejó el Maestro Hernán Gamboa, fue la integración de la poesía, las artes plásticas y la música. Conjuntamente con el curador, crítico y escultor de proyección nacional e internacional Orlando Campos, concibió, en un todo dialéctico, articular la poesía, pintura y escultura vertebrados a través de la música: el LA que ha de afinar el alma, al decir de Hernán Gamboa. Un alma enferma en nuestro tiempo, impregnada de un racionalismo modernista en crisis, incapaz de conciliar diversas expresiones culturales que demandan respeto por lo singular de cada terruño, para edificar un humanismo temporal, con prospectiva, construido sobre valores mundialmente compartidos, universales, de implicación, respeto, tolerancia, libertad, democracia, y convivencia espacio-temporal; mas allá del presente y sin ningún reduccionismo geográfico, deshumanizado.
Se inició la acción con la selección de un representativo número de artistas plásticos, laureados nacional e internacionalmente, a quienes se les dotó de un poema y su musicalización y canto de la obra extraordinaria, única hasta ahora en Venezuela, del álbum JUGLARÍA, donde Hernán integra la polifonía de su fiel compañero El Cuatro con su voz, recreada en la producción artística de lo más graneado de la poética venezolana más unos invitados especiales, la poetisa universal de origen chilena Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura, el tucumano Nestor Soria y el cubano Tony Ruano. Las palabras de Manuel Felipe Rugeles, Otilio Galindez, Raúl Umanés, Mimina Rodríguez Lezama, Efraín Subero, Gustavo Pereira, Manuel Graterol Santander, Ana Enriqueta Terán, Andrés Eloy Blanco, Benito Raúl Losada, María Inmaculada Barrios, Aquiles Nazoa, Andrés Mata, Antonio Arraiz, José Ramón Medina, Elías Inaty, Lucila Velásquez, Alberto Arvelo Torrealba, Luís Beltrán Prieto Figueroa, Héctor Guillermo Villalobos, Luís Pastori, Luís García Morales, Hernán Gamboa, Gabriela Mistral, Orlando Araujo, Oscar Sambrano Urdaneta, Miguel Otero Silva, Vicente Gerbasi, Manuel Felipe Rugeles, Nestor Soria, Arístides Rojas, Udón Pérez, Tony Ruano, Ernesto Luís Rodríguez y Ludovico Silva; se fusionaron con las variadas formas oníricas y fuerza expresiva de los pinceles y cinceles de Edgar Vegas, Napoleón Cabezas, Edith Ortega, Jesús Espinoza, Luciana de Sanctis, Cluadia contreras, Vidalia González, Lidoska Pirela, Miguel Marsán, Mirna Gamboa, Gianni Fedele, Hildebrando García, Orlando Silva, Orlando Villamizar, León Giner, Hugo Rivero, Ana Teresa Pesce, Demetrio Díaz, Elvira Spinatelli, Yoribeth Cuellar, Gustavo Martínez, Thays Arteaga, Carmen Hernández, Pablo Pérez, Armando Vizcaya, Amalia Guerrero, Arnoldo Díaz, Alicia De Lima, Jorge Vegas, Elizette Gutiérrez, Baldomero Higuera y Lupe Sánchez.
Su puesta en escena sería en un sólo acto y ambiente, donde el juglar canta e instrumentaliza a los poetas, con la presencia, recreada, de cada creación plástica.
Sin embargo, “la ideología de reemplazo” (entiéndase Bolivarianismo-Militarismo/Germán Carrera Damas, dixi) del régimen imperante, plagada de una praxis egoísta, excluyente en lo cultural, tomó forma de política insana y le negó a Hernán la Galería de Arte Nacional. Como alternativa se pensó en El Aula Magna de la UCV pero, a los fines de garantizar la seguridad de las obras de arte a exponer, su espacio exterior era inapropiado (El Alma Mater vivía tiempos convulsos).
Por vía cultural, Hernán Gamboa buscaba expresar una nueva estética posmodernista, basada en la integración de voz, sonido y forma, con la palabra mágica SENSIBILIDAD (proximidad, contacto), Destutt De Tracy, que trasciende la perversa percepción óptica (el Ojo de la Providencia). Se inscribía en una nueva representación humanista: la razón sensible, el alma buena, la belleza, en contraposición a una era caracterizada por el despliegue, cada vez mayor, de la negación y deshumanización del hombre: el degradante nihilismo manipulador de imágenes.