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Huellas de Monseñor Mejía / Seminario Jesucristo Rey (1930) | por Ricardo Hospedales

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En mi modesta opinión, Mons. Miguel Antonio Mejía, ha sido el más colosal de los Obispos de la antigua Diócesis de Santo Tomás de Guayana. Después de casi 80 años que finalizó su episcopado, muchas de sus obras aún subsisten entre nosotros; otras, se extinguieron, pero cumplieron un alto cometido, tal fue el caso del Seminario de “Nuestro Señor Jesucristo Rey”.

Desde su llegada a la Diócesis de Guayana en 1924, puso todo su empeño por establecer un centro de estudios para los futuros sacerdotes. Decía que: “una Diócesis sin seminario es como un ave sin alas, o como un cuerpo sin alma” (5 de abril, 1929). En 1927, estableció la Asociación “Liga Pro Clero” en todas las parroquias, y compró una finca, en los Morichales de San Simón (La Campiña), para construir el Seminario. Y el domingo 29 de enero de 1928, a las 5 p.m. colocó la primera piedra para esa obra. En Pentecostés de ese año, escribió una oración por los seminaristas que se distribuyó en toda la diócesis. En 1929 aprobó el prospecto del Seminario.

El domingo 18 de enero de 1930, en el Palacio Episcopal, acompañado por Mons. Dámaso Cardozo (rector), y de los primeros seminaristas: Diógenes Morales, Miguel Antonio Malavé, Leman Rafael Balza, Héctor Julio Mariani, Julio Yánez, Pedro José Rendón, Antonio José Lanza, y Juan Salvador Solórzano, firmó el decreto fundacional. La obra en La Campiña no prosperó, y en septiembre de ese mismo año, con los nuevos estudiantes: Ramón Patete, Deogracias Marcano, Rafael Teodardo Marrón, Ramón Antonio Chacín, Ernesto Capella y Efraín Ramírez, se mudaron a “Villa Mercedes” (una vieja casona en los terrenos del actual Colegio “Divina Pastora”).

En septiembre de 1932, la Congregación de la Misión, se encargó del Seminario: Pbro. Manuel Peña (rector), Pbro. Valentín Saiz, y el Hermano Luis Loma. El 30 de octubre, Fiesta de “Cristo Rey”, el Obispo bendijo la casona, que había sido sometida a reformas y ampliaciones. Al poco tiempo, un ventarrón causó daños considerables al inmueble y tuvieron que mudarse a una casa grande ubicada al lado del templo parroquial “Santa Ana”, que ya estaba regida por los Padres Paúles. Bajo la competente dirección de los sacerdotes de Misión, el Seminario “Cristo Rey” se convirtió en el centro de la vida de la diócesis, tal y como lo anhelaba Mons. Mejía. En todas las actividades civiles, religiosas y culturales de la ciudad, el Seminario estaba presente.

El Señor Miguel Antonio Mejía entregó su alma al Creador, el 8 de octubre de 1947, con la gran satisfacción de haber logrado lo que él llamó: “La empresa más importante de mi Episcopado, y la más necesaria para los intereses espirituales de esta región” (30 de octubre, 1929)

Durante el episcopado de Mons. Juan José Bernal (1949-65), el Seminario siguió ascendiendo. Se construyó un magnífico edificio que fue inaugurado el 19 de marzo de 1955. La creación de las diócesis de Barcelona (1954) y Maturín (1958), disminuyó el ingreso de seminaristas y los aportes de las empresas petroleras de esas regiones. Y el 18 de agosto de 1964, el Arzobispo anunció al clero y fieles: “Con honda pena hacemos de vuestro conocimiento, una determinación de clausurar el Seminario Arquidiocesano en el próximo año escolar…, Motiva esta decisión, entre otras causas, el exiguo número de seminaristas que durante estos últimos años han ingresado al seminario, por falla, sin duda, de una bien planificada campaña vocacional que despierte en los jóvenes el germen de la vocación y cree conciencia en ese sentido en todos los cristianos”.

Ricardo H.
19.05.2024
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