Dicen que la felicidad es un proceso interno, que nuestra mente es la única dotada de la fuerza necesaria para controlar nuestro estado de ánimo y para sobrellevar las pesadas cargas que algunos les sobrecarga la vida y las circunstancias. Cuentan que Nelson Mandela; aun cuando hizo famosa su frase I am prepared to die (Estoy preparado para morir) tuvo la inmensa fortaleza para soportar los 27 años de prisión y no sucumbir, porque nunca se sintió verdaderamente preso, su imaginación y fuerza de carácter le permitía imaginar las estepas africanas donde se crió, los ríos, las risas y cuanto recuerdo gratificante pudiese insuflarle energías positivas para aguantar su calvario. Los venezolanos tenemos que aprender de esos ejemplos para no sucumbir a la depresión y la tristeza, por más que seamos uno de los pueblos más alegres del planeta, cada año que pasa aumentan los motivos para tragar grueso en algunas ocasiones, en especial, las fechas de unión familiar que para nosotros son muchas, quizás más que para la gran mayoría, es que en Venezuela cualquier ocasión es propicia para la unión familiar, así celebramos nuestros carnavales, una semana santa que no debería ser motivo de jolgorio, las vacaciones escolares, las fechas patrias y de sobremanera la navidad y año nuevo.
Un amigo argentino me decía hace años si nosotros creíamos que Jesús de Nazaret había nacido en Petare (El barrio más grande de Caracas) porque celebrábamos la navidad con más rimbombancia que en Jerusalen y nuestras fiestas decembrinas arrancaban a finales de Octubre o principios de Noviembre, es tan importante esta fecha que conozco viviendas que no desmontan las guirnaldas de luces decembrinas y sólo las apagan los primeros meses del año para evitar el trabajo de volverlas a montar. Nuestra navidad es especial, desde la comida compuesta por el plato tradicional de las hallacas, el pernil, la ensalada de gallina y el pan de jamón, hasta los estrenos que deben ser dos mudas de ropa para 24 y 31, sin contar con los adicionales del arbolito, las luces, los nacimientos, las coronas en las puertas, las decoraciones en las oficinas, los almuerzos navideños en los trabajos, el ritual del espíritu de la navidad, los intercambios de regalos, el amigo secreto, el ponche crema, nuestra propia música Las Gaitas y decenas de tradiciones según las regiones.
Es en esta fecha cuando podemos hacer el balance del barómetro de la felicidad y déjenme decirles una verdad que queremos disfrazar, ¡¡¡Cada año las fiestas decembrinas son más tristes¡¡¡ cada años hay mayor cantidad de motivos para deprimirse y entristecerse, aun cuando hagamos esfuerzos como Mandela para no sucumbir, es un rosario de motivos entre los que se incluye la situación económica y la inmensa frustración del común del venezolano de no poder satisfacer las básicas necesidades que requieren estas fechas, la mayoría se olvido de la ropa de los hijos, hace sobrehumanos esfuerzos para poner algo en la mesa, no siendo posible para la gran mayoría de ellos, otros recurren a los mercados de ropa usada que proliferan en cualquier garaje para cumplir a medias con la tradición de los estrenos y el principal motivo de tristeza son LAS SILLAS VACIAS, en un universo de casi ocho millones de hermanos que han salido del país, es casi imposible que exista una familia en Venezuela que no extrañe al ausencia de un familiar, amigo, compadre o allegado, de no cambiar las cosas vamos rumbo el próximo año a tener la mitad del país fuera de nuestras fronteras. En la cena de navidad cada vez se reduce la mesa, cada día hay más sillas vacías, pero como el Venezolano tiene un corazón del tamaño del universo se está imponiendo una bonita tradición de compartir esos platos de los ausentes, con los compatriotas que no tienen para cumplir con esta tradición, así muchos grupos, clubes, asociaciones repartieron platos navideños en los barrios, terminales, geriátricos, hospitales y prisiones para llevarles un poquito de consuelo a quienes no tienen esa posibilidad. FELIZ NAVIDAD, en especial a todos mis familiares y amigos que están lejos en kilómetros y a un dedito del corazón. La bendición a mis hijos Cristhian y Clau, nos volveremos abrazar, se los prometo. Yo aun no estoy preparado para morir, sin ver a mi país recobrar la sonrisa que nos robaron. . Seguiremos conversando. [email protected]