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Los nueve tipos de personalidad del ENEAGRAMA, en retrospectiva | por José María Rodríguez, Ph.D.

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A raíz de nuestras recientes publicaciones sobre el eneagrama de la personalidad, dado nuestro interés en establecer nuevas relaciones personales y mantener las ya existentes, hemos estado recibiendo una cantidad importante de preguntas, sobre su uso para la conformación de equipos de trabajo, eficaces y productivos. Es fundamental comprender nuestro tipo predominante de personalidad, la complementariedad con nuestros compañeros de trabajo (en cuanto a tipo de personalidad) y nuestros patrones de conducta. Definitivamente, si lo que queremos es obtener una orientación práctica, el eneagrama nos resultará ser una herramienta adecuada y confiable.

Al dedicarnos al análisis de los distintos tipos de personalidad, sabiendo que existen diversas herramientas, además del eneagrama (p.ej., MBTI, DISC, modelo de los cinco grandes, etc.), hemos preferido comenzar por la de mayor complejidad. Creemos que de esa manera se van a entender más fácilmente las herramientas menos complejas. Por supuesto, he podido seguir la estrategia inversa, sin por ello alterarse el resultado final. Es cuestión de gustos. Cuando uso el eneagrama, muchas veces recurro a uno o dos métodos adicionales, a fin de verificar mi primera apreciación. Curiosamente, los métodos se confirman entre sí (no demostrable científicamente).

¿Pudiera verse como el deseo de etiquetar a una persona, el identificar su tipo de personalidad? De ninguna manera. Al ser todos diferentes, debemos hacer un gran esfuerzo si queremos llegar a conocernos bien. Para llegar a conocer a alguien, a través de la comunicación interpersonal, es necesaria la autorrevelación, definida como “el proceso de revelar información, directamente, sobre uno mismo a otro, para quien el acceso a la referida información sería difícil.” (SUNY OER Services, 2024). Ciertamente, una mayor confianza interpersonal aumentará el grado (amplitud y profundidad) de la autorrevelación, lo cual también contribuirá a la formación de capital social.

La interconexión de individuos con personalidades diferentes, pero aun así integrados en todo tipo de redes sociales, a través de lazos fuertes y lazos débiles, permite la creación de capital social. Para optimizar ese proceso, sin embargo, esas redes sociales deben ser estructuradas estratégicamente. El capital social “se cree que abarca tres dimensiones: estructural, relacional y cognitiva.  … La dimensión relacional se refiere a las relaciones personales cultivadas a través de interacciones repetidas entre individuos” (Chen & Li, 2024: 2). En ese contexto reticular, el tipo de personalidad del actor social debe ser incluido en el análisis, usando métodos empíricos.

El enfoque estructural, en el estudio de la vida social, se desarrolló de manera considerable con las ideas innovadoras de Simmel: “Él fue el primero en develar, aislar y articular las formas y patrones que subyacen a la organización de todas y cada una de las unidades sociales (desde díadas hasta redes y naciones) y teorizar cómo estas estructuras afectan a sus miembros y la dinámica de sus interacciones.” (Chayko, 2015: 1419). Asimismo, se debe a él la comprensión del individuo en red, superconectado (Chayko dixit) y de la sociedad en la era digital (Internet).

Referencias:

Chayko, M. (2015). The first web theorist? Georg Simmel and the legacy of ‘The web of group-affiliations’.
Chen, M. & Li, W. (2024). Social capital development on interest-based networks: Examining its antecedents, process and consequences.
SUNY OER Services (2024). Introduction to communication: Interpersonal communication. https://courses.lumenlearning.com/suny-introductiontocommunication/chapter/self-disclosure/

Para descargar la versión más actualizada del libro completo (incluyendo todas las columnas publicadas a la fecha), haga clic en el siguiente enlace: Capital Social, José María Rodríguez, PhD. Además, para una introducción al tema, recomendamos ver el video CAPITAL SOCIAL: https://youtu.be/gRXjjZkCrzo