Olgalinda Pimentel @olgalindap

La especialista española en Comunicación Política señala que la pandemia de la COVID-19 ha impuesto en el mundo un nuevo liderazgo que responde a las demandas sociales, a corto plazo. “Me preocupa y frustra muchísimo que la sociedad venezolana no sea capaz de reaccionar ante lo que ocurre”, dice. Líderes auténticos sustituirán a populistas, plantea en su libro Imagen Política, Modelo y Método que acaba de presentar al mundo desde Venezuela.

Caracas. La pandemia de la COVID-19 cambió no solo las economías, sino también la forma de hacer política y de ser líderes en el mundo. Además, impuso un reto a las sociedades: exigir a los políticos que dejen de mirarse su propio ombligo, señala la periodista española Imelda Rodríguez Escanciano, especialista en Comunicación Política y Electoral.

La investigadora y exrectora de la Universidad Europea Miguel de Cervantes halló nuevos tipos de liderazgo, con el rigor de análisis, cuando intentaba categorizar a los dirigentes más importantes, que fueron su objeto de estudio. Observó que algunos, en medio de la pandemia, habían sabido “responder a la altura de las circunstancias”. Esto es, la forma como en breve tiempo dictaron medidas para paliar la emergencia, los resultados, el número de contagiados y fallecidos, y la situación económica del país. Mientras, estrategias tradicionales para posicionar la imagen de políticos comenzaron a ser rechazadas por la gente.

El método de análisis que diseñó es el AIPOC (Análisis de Imagen Política Contrastada) que desarrollan consultores en el mundo.

La COVID-19 aceleró la aparición de un liderazgo auténtico que quizá tardaría dos décadas y que conlleva dos rasgos: la firmeza y la compasión. Ambos en una política transformadora que ha sido capaz de solventar el impacto de la COVID-19 con el menor cantidad de consecuencias negativas”, dijo.

Identificó a siete dirigentes “auténticas”. Estas son: la presidenta de Taiwan, Tsai Ing-wen; la canciller de Alemania, Ángela Merkel; y la primer ministro de Dinamarca, Mette Frederiksen, por haber sido capaces de gestionar la pandemia con los mejores resultados, en comparación con otros países. También a la primer ministro de Nueva Zelanda, Jacinda Ardem; a la de Islandia, Katrín Jakobsdóttir; y la de Finlandia, Sanna Mirella Marin. En América, a la vicepresidenta de los Estados Unidos, Kamala Harris.

En el continente, el expresidente Donald Trump queda como líder carismático, y políticos de la región –incluida Venezuela– no aparecen en la constelación. “Me preocupa y frustra muchísimo que la sociedad venezolana no sea capaz de reaccionar ante lo que ocurre”, afirma a Crónica.Uno al referirse a la relación con los políticos. Y ante la proximidad de las elecciones regionales que se realizarán este mes, junto a otros tres países latinoamericanos, precisó que la pandemia también hizo lo suyo con las ofertas electorales. “Ya no se cifran nada más en soluciones, sino en cómo y cuándo se harán. Lo contrario es retórica populista”.

El estudio sobre la autenticidad del liderazgo está contenido en su libro Imagen Política, Modelo y Método, que presentó internacionalmente en forma virtual desde Venezuela. Lo hizo con una conferencia en el Programa Ejecutivo de Gerencia de la consultora PwC Venezuela, a propósito de su 85° aniversario. En el texto, Rodríguez Escanciano explica cómo comprender el poder y alcanzarlo desde la autenticidad.

Liderazgo verdadero

—¿Por qué las mujeres que cita en su libro son líderes auténticas en tiempos de pandemia?

—Hay tres rasgos fundamentales en el liderazgo auténtico que se acelera en estos tiempos pospandemia: la capacidad de anticipación a los problemas para resolverlos, la capacidad de generar soluciones en el tiempo adecuado, y establecer una comunicación consciente que sea capaz de gestionar el miedo que tengan las sociedades a la incertidumbre. Ellas han tenido un denominador común: han sabido anticiparse a los problemas y resolver en el tiempo adecuado. Un mandatario puede tomar decisiones, pero no tomarlas en el momento conveniente, allí los efectos son complemente diferentes.

—¿Cuáles características debe tener un político para alcanzar el estatus de líder?

—La firmeza, que tiene que ver con la capacidad resolutiva de anticiparse a las necesidades del pueblo. Y la compasión, que es esa magistral actitud para ser capaz de llegar al sufrimiento de las personas y acompañarlas; poner a disposición todas las medidas, estrategias necesarias para transformar ese dolor o situación en soluciones. En tiempos de crisis mundial, son valores indispensables para poder hablar de liderazgo.

Más compasión para ser líderes

—¿Los hay en América Latina?

—En términos generales veo que los políticos practican la compasión, pero de manera sesgada. Simulan constantemente que están con el pueblo, con el dolor, pero falta la parte de transformar ese dolor en soluciones, y los deseos y el talento de las personas en beneficios. En la pandemia, algunos mandatarios han tardado en ver la realidad y también en reaccionar de manera consciente. Es importante en este tiempo pospandemia que los mandatarios sean capaces de practicar profundamente la compasión.

—¿A qué atribuye que esa realidad política sea común en América Latina?

—El liderazgo político tiene dos vertientes: una es la que provoca el propio político, es decir, cómo es él y cómo se presenta ante la opinión pública y eso lógicamente tiene unas consecuencias en la sociedad. La otra vertiente es muy poderosa e importante y es el grado de preparación de esa sociedad, su conciencia crítica, su capacidad de discernir. Y eso está muy vinculado con la educación que es el principal habilitador del individuo para tomar decisiones y también ver lo que tiene delante y elegir con mayor libertad.

—¿Qué ocurre en las sociedades donde “pululan políticos interesados en lucir su palmito o en crispar para mantenerse a flote”, como señala?

—Esa política de la crispación que define también los populismos divide de forma permanente, porque en esa dirección siempre mantienen amarrada la libertad del pueblo y por tanto se perpetúan en el poder. Es un juego permanente que hemos visto a lo largo de la historia y las sociedades no están en un nivel educativo tan fuerte como para decir “basta ya”. Ante esa crispación hay que insistir en que la sociedad despierte, con una política educativa que siembre conciencia frente a todas las políticas, dirigentes o candidatos populistas.

Populismo vs. educación

—¿Cómo percibe el populismo en Venezuela?

—El caso Venezuela lo veo de forma preocupante. El país es un ejemplo característico en estos momentos de esta concepción sesgada de hacer ver que se está con el pueblo, lo que significa sacarlo del pozo, pero no estar con él dentro del pozo. Me llama la atención también el uso más técnico de la comunicación política que hizo Hugo Chávez. Tengo algunos análisis de los discursos del mandatario en los que podíamos ver cómo su retórica se iba adecuando incluso a su propia vestimenta. Cuando llevaba el saco o vestía formal sus niveles de violencia o agresividad verbal bajaban muchos puntos, algo que no ocurría cuando vestía de militar. Esto no es más que un símbolo de cómo se intenta controlar a las masas a través de la propia comunicación haciendo hincapié en la llaga de la propia sociedad. Y tocar la llaga es uno de los elementos persistentes de los líderes populistas. A mí me preocupa, me disgusta y me frustra muchísimo que la sociedad no sea capaz de reaccionar ante lo que está ocurriendo. Pero para eso hay que ser capaz de tener conciencia crítica, por eso es importante la educación.

—¿Cómo formar ciudadanos críticos en países donde las crisis los hacen más dependientes del Estado?

—Necesitamos educación para completar el círculo del liderazgo. Hay que empezar por el principio, que en la educación desde los primeros niveles los niños vayan asumiendo la importancia del pensamiento libre y de contribuir a una formación fuerte que es la que va a despertar su conciencia crítica. Vamos a tener ciudadanos fuertes solo si tienen una educación poderosa. No hay fórmulas mágicas.

—¿Cómo pueden conjugarse la educación, la racionalidad y la emocionalidad de los mensajes políticos, para evitar populismo?

—Hay varias líneas de emocionalidad. Cuando una sociedad no tiene capacidad para discernir, le falta preparación, cultura y libertad de pensamiento es mucho más fácil habilitar la relación tóxica de emocionalidad visceral entre un líder y su pueblo. Es la emocionalidad a través del vientre absoluta y difícil de romper. Esa visceralidad la tienen adeptos como Donald Trump. Pero hay otra línea de emocionalidad positiva que se da cuando racionalizamos y podemos ver positivamente un liderazgo o finalmente decepcionándonos y cambiando de opinión.

Oferta electoral en pospandemia

—¿Cómo deben ser las ofertas electorales en tiempos de pandemia?

—Un líder en campaña en estos momentos tiene que ser capaz de ofrecer soluciones, pero no solamente describirlas, sino decir cómo llegar y cuándo. Esto es fundamental en la política pospandemia. En la retórica populista es lo opuesto, se señala simplemente el mensaje, se relata el deseo pero este nunca termina de ejecutarse. En pandemia hay que hacer política desde el cómo se va producir ese beneficio para la ciudadanía y cuándo va a efectuarse, y luego evaluarlo. Es lo determinante en tiempos de pandemia y de crisis mundial.

—¿Cómo es una sociedad auténtica?

—Es una sociedad que piensa, libre para discernir, decidir. Una sociedad que no puede pensar porque no tiene capacidad para ello y aunque pueda pensar no puede ejercer ese pensamiento es una sociedad atada de pies y manos. Sin sociedades auténticas es imposible que permanezcan líderes auténticos.

—¿Cuál debe ser hoy el papel de la política para formar mejor ciudadanía y conciencia colectiva?

—Los políticos del mundo y también los de oposición deben ser capaces de dejar de mirar su propio ombligo y ver lo que ocurre afuera. Deben dejar de mirarse a sí mismos, la manera de mantenerse ellos y sus partidos en el poder, de ver cómo se colocan en las listas electorales y quedan en los partidos. Las sociedades comienzan a rechazar a aquellos que no son capaces de dar soluciones útiles para que mejoren sus vidas, y lo están haciendo también por comparación. Dicen: ‘Si Merkel fue capaz de dar soluciones útiles, ¿por qué yo no lo voy a tener en mi país?’ La gente tiene que ser consciente de que es posible que los políticos mejoren nuestras vidas y debe ser una exigencia muy alta. Exigir apoyo si están en la oposición o gestión si están en el gobierno. Y eso tiene que ser a corto plazo. Yo la reclamo para España.

—¿Es posible el corto plazo en pandemia?

—La política en estos momentos, y debido a la pandemia, ha perdido ese efecto a largo plazo, de dirigir o gobernar para que los resultados se vean en décadas posteriores. Ahora mismo, la política tiene que ser cortoplacista no por la efectividad de los resultados, sino por el emprendimiento de las medidas. Hay que proponer soluciones que den resultados de manera inmediata. Y si un político no tiene la capacidad de hacerlo, pues que el pueblo tenga la capacidad de cambiarlo, relevarlo por otros que sí tengan esa capacidad.

Cronica Uno