«No hay duda de que va a caer la demanda de petróleo ni de que Venezuela va a tener que adaptarse a esa circunstancia»
Mientras se recupera el precio del crudo, el experto petrolero Francisco Monaldi cruza la verdad sobre la naturaleza y magnitud de lo que permanece bajo la Faja, y el pico histórico de uso del combustible fósil, para determinar el rol del petróleo en nuestro futuro
Marianela Palacios Ramsbott
Es cierto que más de un millón de millones de barriles de petróleo hay en el subsuelo venezolano. Por eso Nicolás Maduro se ufana de “las reservas más grandes del mundo”, aunque anuncia como “probadas” y explotables apenas una fracción de ellas, entre un 20 y 25 por ciento del total: 300.000 millones de barriles. Pero también es verdad es que, si las cosas siguen como van, casi todo eso se quedará para siempre bajo tierra. No se liberará ese dióxido de carbono a la atmósfera ni se aprovechará esa riqueza.
El economista venezolano Francisco Monaldi, director del Programa Latinoamericano de Energía del Instituto Baker de la Universidad Rice en Houston y del Centro de Energía del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) en Caracas, doctorado en Economía Política en Stanford, es de los que cree que el socialismo del siglo XXI acabó con la gallina de los huevos de oro, Pdvsa, y también de los que advierte que aunque la petrolera se componga, hay un evento planetario que la sobrepasa: la era de los combustibles fósiles está llegando a su fin. Unos cuantos Estados aceleraron la descarbonización de sus economías para tratar de detener los cada vez más devastadores efectos del cambio climático.
Varios países europeos, por ejemplo, ya pusieron fecha al final de la producción de autos movidos por gasolina y diésel: 2030. Por lo que Venezuela tiene el tiempo en contra.
La industria petrolera venezolana está produciendo y exportando cerca de 700.000 barriles diarios, según la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) que cita cifras oficiales de Venezuela. Esto equivale al 20 por ciento de lo que producía cuando Chávez asumió la presidencia. Si el país sigue produciendo a ese ritmo, necesitaríamos 1.643 años para agotar esas reservas probadas. Y si logra los 3 millones de barriles diarios, o los 6 millones de barriles diarios, harían falta al menos 150 años para explotarlas completamente.
Por eso y otros factores es que Monaldi estima que es más realista hablar de unas reservas probadas que oscilan entre 80.000 y 100.000 millones de barriles y que podrían ser extraídas en los próximos 50 años si Venezuela logra llegar a producir 6 millones de barriles por día. ¿De cuánto dinero estamos hablando? El petróleo venezolano cerró en agosto por encima de 50 dólares por barril; a ese precio serían hasta 5 millones de millones de dólares.
Venezuela sigue siendo bastante competitiva en términos de costos; si hubiera una transición o un cambio que permita que se levanten las sanciones y se pudiera volver a invertir, el país podría elevar sustancialmente su producción a dos o tres millones de barriles diarios. La infraestructura, hoy deteriorada, permitiría multiplicar la producción actual por cuatro, cinco o hasta seis. La pregunta es si se venden a tiempo los 300.000 millones de barriles de petróleo y los 6,3 millones de millones de metros cúbicos de gas que integran las reservas de hidrocarburos de Venezuela.
Porque la ventana de oportunidad se puede cerrar. “Hay muchísima incertidumbre sobre los tiempos y velocidad de la transición energética», dice Monaldi, “pero puedo darte una idea. Hoy se consumen unos 100 millones de barriles de petróleo diarios. En 2050 puede que se consuman 25 millones de barriles nada más, para cumplir con el límite de 1,5 grados centígrados de calentamiento global establecido por Naciones Unidas. En otro escenario las cosas no cambian demasiado y el consumo sería 95 millones de barriles diarios. Que ya sería una novedad, porque nunca ha pasado que el consumo de petróleo del mundo, en lugar de aumentar, disminuya, salvo en períodos relativamente cortos y por situaciones muy puntuales. La verdad va a estar probablemente entre esos dos escenarios, pero igual pone un reto tremendo para Venezuela porque además este país tiene concentradas sus reservas en la Faja del Orinoco, cuyo petróleo es más contaminante, genera más emisiones de carbono. Y eso hace que su precio, ya sea por un impuesto o por otro mecanismo que peche al carbono, sea menos competitivo a largo plazo”.
En verdad, ¿cuánto petróleo y gas quedan en el subsuelo venezolano?
Las fuentes oficiales hablan de 303.000 millones en reservas probadas de petróleo, pero no como las definirían la autoridad bursátil de Estados Unidos, la Securities and Exchange Commission (SEC), o los ingenieros petroleros. Venezuela dice que la tasa de recobro (el porcentaje que podría explotarse de un yacimiento) de las reservas en la Faja es del 20 por ciento, cuando en verdad se ha llegado al 9 por ciento. En segundo lugar, las reservas se deben ajustar respecto a los precios, y hay partes de la Faja que a los precios del año pasado no eran rentables.
Hay 1,2 millones de millones de barriles, de los que, técnicamente, se puede recuperar hasta 10 por ciento, pero la rentabilidad de su explotación dependerá del precio del mercado.
El gobierno había estimado que podía extraer un 20 por ciento de las reservas, lo que usa como “reservas probadas”, pero yo estimo que no se va a llegar ni al cinco por ciento de todos esos recursos globales, de ese más de un millón de millones de barriles. Una versión más razonable de esas reservas sería hablar de 80.000 a 100.000 millones de barriles de petróleo. No hay duda de que va a caer la demanda de petróleo ni de que Venezuela va a tener que adaptarse a esa circunstancia. De todas maneras, por sus bajos costos, Venezuela va a poder producir algo, y hay un escenario en el que por lo menos aprovechamos parte de esa riqueza produciendo entre dos y tres millones de barriles diarios en los próximos 20 o 30 años. Pero en el corto plazo, vamos a seguir muy por debajo de eso, sin duda.
Desarrollar el negocio del gas para exportación también podría traer una enorme riqueza al país. Ahora que el Canal de Panamá fue ampliado y que se pueden usar tanqueros PostPanamax para transportar de América a Asia enormes cantidades de gas licuado en cada envío, eso representaría una oportunidad estupenda para Venezuela si estuviésemos en un país normal y sin sanciones internacionales.
Venezuela tiene más que todo gas asociado al petróleo y por eso se podrán extraer en la medida que se extraiga el petróleo, excepto estas reservas importantes que se descubrieron en Paraguaná, que se están desarrollando. Las de Paria también son reservas importantes. El gas tendrá más vida que el petróleo porque no es intensivo en carbono; si lo hacemos bien, esas reservas se van a poder desarrollar bastante, una fracción para exportar y otra para el mercado interno. Las reservas de gas en Venezuela son 6,3 billones de metros cúbicos.
¿Qué recomienda usted al gobierno y a la oposición que dialogan en México, para no desaprovechar esta riqueza y conducir apropiadamente a la industria petrolera venezolana en esta coyuntura?
Lo ideal sería que hubiera un mecanismo por el cual se pudiera garantizar que los proyectos en Venezuela, sobre todo los de las trasnacionales —que lamentablemente se acaban de ir las europeas Total y Equinol, por ejemplo— puedan seguir operando. Conseguir la manera de que Venezuela pueda seguir produciendo petróleo y pueda seguir haciendo mantenimiento de sus instalaciones, pero que a su vez esos fondos se puedan usar con fines humanitarios. Eso sería una política deseable.
¿Qué medidas inmediatas deberían tomarse en el caso de Monómeros, Citgo y otros activos relevantes de Pdvsa que están en riesgo, para evitar que Venezuela los pierda y/o no pueda aprovecharlos como palancas para la reactivación de la economía venezolana?
El tema de Citgo, principal activo de Venezuela en el exterior, es muy complejo porque hay un montón de acreedores en cola para tomar ese activo y cobrarse con eso las deudas, desde empresas que han ganado los arbitrajes en CIADI hasta tenedores de bonos como el Pdvsa 2020. Lo que separa a estos grupos, en particular a Crystalex de los tenedores de bonos, son las sanciones de Estados Unidos y las decisiones de la OFAC. El que no se sepa qué va a pasar con el gobierno interino después de enero de 2022 agrega incertidumbre respecto a qué se haría con esos activos en el futuro.
Tristemente, aunque Citgo sería estratégica para colocar crudos pesados en la costa del Golfo, es posible que Venezuela tenga que salir de ese activo eventualmente, porque las deudas que tiene son colosales respecto a su capacidad de pago.
Por supuesto el peor escenario es que lo tome un solo acreedor y se tome el cien por ciento, en lugar de que pueda ser parte de un gran proceso de reestructuración de deuda. Si se hiciera todo bien, quizá se pudiera salvar el activo.
Guyana ha logrado sacar ganancias multimillonarias del petróleo en el área del Esequibo y en las aguas profundas de esa zona fronteriza entre los dos países. De hecho, ese país lleva varios años siendo el que más crece en América Latina por estas nuevas explotaciones petroleras. Si hubiésemos sido nosotros en lugar de ellos los que hubiesen explotado ese petróleo, ¿cuánto habría ingresado a las arcas de la hacienda pública en el último lustro?
Hasta ahora Exxon ha perforado dentro del territorio de Guyana, al Este del Esequibo. Otras áreas otorgadas a Exxon y otras empresas sí incluyen partes del área en reclamación, pero aún no han perforado allí. Esos yacimientos pueden extenderse hacia el lado venezolano, pero hasta ahora están explotando en el lado claramente guyanés. Por supuesto, si Venezuela no ha sido capaz de desarrollar ni las reservas más grandes del mundo en la Faja del Orinoco, es muy difícil pensar que hubiesen podido desarrollar este sector, que requería de una inversión gigantesca de Exxon con grandes riesgos. Pero el petróleo en Guyana es liviano, del que nosotros casi no tenemos. Tenerlo sería tremendamente positivo para nosotros porque lo podríamos mezclar con el de la Faja. O sea que para Venezuela sería muy bueno encontrar y explotar más petróleo liviano y es posible que en la zona en reclamación lo tengamos. Eso no lo sabemos. También es posible que no haya nada o que haya solo gas, que no haya nada comercial en petróleo.
¿Cómo califica las medidas tomadas por Tareck El Aissami en Pdvsa?
El Aissami llega al Ministerio planteando las cosas razonables que cualquier persona que llegara a esa posición plantearía: básicamente tenemos que cambiar las leyes y los contratos para atraer inversiones muy significativas para proyectos que Pdvsa hoy no tiene la capacidad de desarrollar. El informe que se filtró de la Dirección de Planificación de Pdvsa, que planteaba eso, podría haber sido escrito por cualquier consultor. El problema es de otra naturaleza: un gobierno no creíble y sin capacidad de ejecutar absolutamente nada, y las sanciones. El propio El Aissami tiene sanciones individuales y ni siquiera ha logrado cambiar las leyes básicas, no tiene credibilidad. Pdvsa no le ha pagado a nadie. O sea, hay diez mil razones por las cuales es riesgosísimo invertir en Venezuela. Sería super rentable invertir en Venezuela si no hubiera las sanciones, pero esas no son las circunstancias. Los cambios que plantea El Aissami son de dos tipos. Primero, ayudar a que las empresas mixtas, los socios de Pdvsa como Chevron o los rusos o los chinos adquieran mayoría de propiedad y por tanto capacidad de operar, hacer las procuras, controlar el flujo de caja del proyecto y tomar parte de las exportaciones. Todo eso es perfectamente razonable. La pregunta es si lo van a poder hacer. Unos dicen que eso requiere un cambio de la Ley de Hidrocarburos y otros que hay que cambiar la Constitución. También requiere la credibilidad que hoy no tienen y sin flexibilización de las sanciones esos proyectos no subirán su producción de manera importante. Es posible que los chinos inviertan algo en ese contexto, pero no creo que demasiado. Y lo otro que está proponiendo El Aissami es entregarle a las empresas de servicio la operación de un campo para que incrementen la producción. Ya se han firmado contratos así en el pasado y en las administraciones de Del Pino y el general Quevedo. Se acaban de firmar otros con El Aissami, pero hasta ahora han tenido muy poco éxito por las mismas razones del problema de credibilidad de Pdvsa de pagar y del tema de las sanciones. Todo eso complica que estos mecanismos funcionen.
El Aissami llegó a prometer que las colas por la gasolina de Venezuela se acabarían en julio y siguen.
No ha sido muy exitoso, pero sí han logrado subir ligeramente la capacidad de producción en las refinerías, que había llegado a un nivel mínimo durante la administración de Quevedo. Sigue siendo una catástrofe comparada con lo que Venezuela produjo en el pasado, cerca del millón de barriles diarios de gasolina; hoy estamos ahora más cercanos a entre 100.000 y 150.000 barriles diarios, menos del 20 por ciento de lo que era la capacidad de producción cuando el chavismo llegó al poder. Aunque El Aissami ha tratado y ha tenido iniciativas que probablemente cualquiera con dos dedos de frente hubiera tratado de hacer, la subida de producción del verano del año pasado tiene más que ver con la subida del precio del petróleo, que ha permitido que se haga más fácil evadir las sanciones. Y quizá el único éxito que se le pueda atribuir a El Aissami es que con la ayuda de los iraníes haya logrado evadir las sanciones de manera más efectiva que el año pasado, si es que a eso se le puede llamar un logro.
¿Cuánta inversión se necesita para aprovechar a tiempo la riqueza en nuestro subsuelo?
Si no ocurre un cambio político e institucional que atraiga inversión en la industria petrolera por alrededor de 100.000 millones de dólares en una década, de la cual el Estado venezolano no va a poder poner sino una fracción minúscula, se va a cerrar la ventana de oportunidad y Venezuela seguirá produciendo menos de un millón de barriles diarios. Eso implica contar con menos recursos para reconstruir el país de los que se hubiesen podido generar. Esperemos que ocurra ese cambio en algún momento.
También hay que decir que Venezuela nunca volverá a ser un país que viva del petróleo, porque simplemente el petróleo no alcanza para la sociedad que tenemos en términos de población y de la aspiración de ser un país de clases medias.
El país debe desarrollar otros sectores de manera acelerada y el petróleo debe servir más bien de palanca para infraestructura, para ayudar a la diversificación y el desarrollo de otros sectores. Si no se diversifica la economía, lo que venimos tratando de hacer por cien años, seremos un país bastante pobre aunque reactivemos la industria petrolera y volvamos a producir 3 millones de barriles de petróleo diarios por un par de décadas; eso no va generar el estándar de vida que los venezolanos tuvieron en el pasado ni el que aspiran tener hoy. La industria petrolera aún es una gran oportunidad para Venezuela, pero una oportunidad que se va cerrando y que no será suficiente para desarrollar al país.
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