«Spider-Man: No Way Home» es una celebración al personaje. También, a todas sus encarnaciones en pantalla, pero en especial, a su corazón. El héroe imperfecto de Marvel, nacido en los años sesenta como respuesta a las incorruptibles versiones del heroísmo de DC, es ahora, el símbolo del hombre corriente, sublimado en su bondad, integridad y pequeños lugares oscuros. La película de Jon Watts, que cierra la exitosa trilogía de Tom Holland, es el comienzo de algo nuevo. También, una emocionante épica diminuta, plagada de errores y nostalgia. Sin duda, un regalo para todos los fanáticos.
Aglaia Berlutti
Durante años, el estudio Sony y la editorial (y posteriormente productora y estudio) Marvel, han sostenido un incómodo enfrentamiento por los derechos totales de la franquicia Spider-Man. Hace menos dos años, hubo un amago de ruptura que casi da al traste con las intenciones de Marvel de filmar una trilogía con la encarnación Holland del personaje, en beneficio de los planes - aún no muy claros - de Sony. Finalmente, ambas compañías llegaron a un acuerdo que prometía una tercera película, que terminaría la asociación entre ambos estudios de manera más o menos digna.
Pero esa historia de desencuentros quedó atrás con el estreno de “Spider - Man: No Way Home” (2021) de Jon Watts, que cierra la trilogía del Peter Parker de Marvel y abre las puertas para un inédito camino en el que tanto Sony como La casa de las Ideas, se unen en un proyecto conjunto. La emocionante épica, que deslumbró a los fanáticos y a la crítica, es algo más que una celebración a un universo rico en matices y una vuelta de tuerca al multiverso marvelita.
También es una exploración hacia algo más amplio, complejo y profundo que la mera conclusión a la adolescencia emocional y espiritual del héroe. Peter Parker logró lo que parecía imposible: unir a tres generaciones de fanáticos, a dos estudios y a un público heterogéneo de amantes del cómic. Lo hizo, a través de una narración sensible, llena de conveniencias y giros de tramas ingenuos, pero que, a la vez, es una red de interconexiones entre todos los mundos del vecino amistoso de Nueva York. “SpiderMan: No Way Home” es sin duda un fanservice. Sin embargo, también tiene una poderosa resonancia como reflejo de la cultura pop en la que el héroe reina entre millones de fanáticos de la más diversa índole.
La más reciente aventura de Spider-Man, recuerda al público el hecho que el héroe de las mallas rojas y negras, es más que un personaje salido de la imaginación de Stan Lee y Jack Kirby. Es en realidad, una metáfora sobre la moral contemporánea, convertida en una reflexión sobre la influencia de nuestros símbolos sobre el lenguaje colectivo. En especial, el Peter Parker de Holland, ha crecido frente a la pantalla. Lo ha hecho a través de un camino complicado que le llevó de ser un cameo especial a un secundario de lujo, para finalmente llegar a ser un héroe a toda regla.
De hecho, uno de los grandes triunfos de la película es permitir por primera vez al Peter Parker de Marvel, ser algo más que un anuncio de algo más grande. Eso, a pesar de que el estudio basa su efecto en las grandes promesas a futuro que ninguna película ha logrado cristalizar hasta ahora. Pero Jon Watts logró lo que parecía impensable en un personaje que le llevaba esfuerzos sobresalir sin una presencia mayor a su lado: sostener una historia cuyo discurso central es la realización. Sin mentores ni tampoco, una misión alterna, el personaje alcanza su punto más alto. Y también, muestra la promesa de lo que será en la futura trilogía anunciada ya por Amy Pascal. El hombre araña, con su humilde concepción del bien y del mal, su crecimiento intelectual y espiritual, es un joven héroe que demostró su inmenso valor.
La araña que pende de un hilo
Peter Parker es un símbolo de Nueva York. Lo es, a un extremo extraordinario que esta oportunidad, Jon Watts convierte en un tributo masivo a una forma de entender al personaje. A la vez, un personaje que aprende bajo la rabia, el influjo de la culpa y el miedo. Además, claro, de un símbolo de la esperanza. “Spider-Man: No Way Home” asume todas las ideas en conjunto y dota a Peter Parker de un valor basado en la premisa de su fortaleza interior. Una mirada inteligente a través de cómo el heroísmo cambió para hacerse más realista y cercano.
Claro está, también es una interesante reconstrucción del camino del héroe, que esta vez ocurre en dirección contraria al habitual y dentro de ciertos parámetros originales. Peter Parker, que fue el pupilo de Tony Stark (Robert Downey Jr), que después pasó a ser una especie de confuso proyecto de personalidad heroica a cargo de Happy Hogan (Jon Favreau) y terminó por ser engañado por Mysterio (Jake Gyllenhaal) recorre por primera vez, un camino en solitario. Desde sus primeras escenas, el Peter de Holland es un héroe en apuros. Uno que recuerda al personaje en la versión imaginada por J. Michael Straczynski y John Romita Jr. en la historia de tres partes “Feliz Cumpleaños”, que pareciera ser el origen de la nueva aventura en la pantalla grande. De la misma forma que en el cómic, Peter deberá atravesar su vida, decisiones y percepciones acerca de sí mismo. Pero en especial, al peso del poder sobre sus hombros.
No obstante, más extraordinario aún resulta el homenaje que Watts lleva a cabo para la trilogía Raimi, que fue sin duda la que mejor captó el carácter de perdedor amable del personaje en cómic. El Peter Parker de Tobey Maguire es la vívida encarnación de todas las bondades de un héroe fallido, lleno de temores y con una honestidad intrínseca que sostiene la concepción sobre el deber moral. Más que eso, Raimi creó para el personaje un mundo a la medida de esa lucha incesante por ideales abstractos y casi siempre destinados al fracaso. Watts se asegura de realzar esas ideas y celebrarlas en muchas de sus escenas de la película. Y más allá de los cameos o participaciones multiversales, el film basa su efectividad en su capacidad para conmover, para recordar que Peter Parker es el buen chico que puede sacrificar todo para salvar el día. Y que, sin duda, lo hará.
Todas las puertas abiertas a un multiverso gigantesco
Pero por supuesto, Watts no desperdicia el universo de Spider-Man. Desde la aparición de sus invitados inesperados, el guion hace hincapié al hecho que esta historia, abarcará a todas las anteriores. Hay múltiples juegos de palabras y referencias a las películas que le precedieron, al poder sustancial de Peter, en todas sus encarnaciones. El Peter Parker de Maguire arroja telarañas desde las muñecas, en lugar de usar algún dispositivo mecánico para hacerlo. También, comenta que logró que su relación con MJ “funcionara de alguna manera”. Y la cámara de Watts, le muestra en todo su esplendor maduro, mentor y hermano entrañable de tanto el Peter de Holland como el de Andrew Garfield.
De hecho, la duología de Marc Webb está más presente que nunca. Watts la recorre con la experiencia del conocedor y la pasión del fanático. Y es el personaje de Garfield, el más carismático, brillante. El ejemplo de un Peter Parker lastimado por la desgracia y que se enfrenta a ella como puede. No solamente habla sobre su pérdida de Gwen (y logra, de alguna manera expiar la culpa), también de sus vínculos con Lizard y Electro. Sorprende la fluidez como Watts incorpora su historia (considerada la más blanda) y la lleva a una nueva dimensión madura. De hecho, hay un gracioso juego de palabras entre el Peter de Maguire y el Peter de Garfield. “Tú eres sorprendente, claro que lo eres, repítelo” insiste el primero, en una evidente referencia a la duología incompleta.
Una lección sobre un gran poder
Por supuesto, son los villanos los que mayor hacen referencia a la trilogía entera. Cada uno recuerda su muerte (y momentos emblemáticos) de sus respectivas películas. En especial, Otto Octavius (Alfred Molina), permite a Norman Osmond conocer su trágico destino. “Moriste hace años” explica un consternado Doc Ock al personaje de Willem Dafoe.
El mismo Osmond también explica el panorama de su empresa y da sutiles pistas sobre lo que puede esperarse a futuro para Peter Parker. “En mi casa, vivía alguien más, mi empresa no existía, no existo en este lugar”, explica, atormentado y aterrorizado. Por su parte, Electro (Jamie Foxx) y Sandman (Thomas Haden Church) relatan sus destinos, lo que contextualiza a sus personajes. Y es Electro, quien reconoce y relata la historia de Lizard (Rhys Ifans) y a su vez, confirma el multiverso. “Esta energía es por completo nueva, es otro sitio”, dice en varias ocasiones.
Y aunque no es un villano - no con todas las letras - el J. Jonah Jameson de J. K. Simmons se adapta a una nueva generación. No obstante, casi todas sus frases pomposas están tomadas de los conocidos titulares del Daily Bugle en la saga Raimi. Un guiño malicioso que los fanáticos agradecerán.
Y todo vuelve al principio
Quizás, la escena más poderosa en su significado nostálgico de “Spider-Man: No Way Home”, sea su secuencia final. En ella, Peter Parker llega a una habitación idéntica a la del Peter de Maguire. “No olvide pagar la renta”, insiste una voz muy parecida a la del casero del personaje de Raimi. Más tarde, le vemos confeccionar su traje. Y el proceso de hecho, es idéntico al del personaje que inmortalizó la primera gran trilogía en el cine. Al final, la película homenajea la historia de origen del Peter Parker cinematográfico con un nuevo comienzo. Una despedida más que satisfactoria a una historia asombrosa.
El Estimulo