Una de las causas que ayudará a explicar por qué el chavismo se mantuvo en el poder, en medio de tan aguda crisis, es esta existencia de un archipiélago de oposiciones. Pequeña islas desconectadas entre sí
Andrés Cañizález
4 de julio de 2021
Una manera de sintetizar lo que ha ocurrido en el campo político opositor de Venezuela se halla en este certero dicho: divide y vencerás. Después de cinco años y medio de lo que fue el más rotundo éxito político de las fuerzas democráticas, cuando alcanzaron el control mayoritario de la Asamblea Nacional en diciembre de 2015, hoy presenciamos las ruinas de aquello.
El régimen de Nicolás Maduro se tomó al pie de la letra este refrán. Dividió y hoy, pese a que tiene a la mayoría del país en contra, sigue venciendo porque tiene el control del poder central en Venezuela. En el último lustro, luego de que asimiló el golpe de que había perdido el respaldo popular, un asunto que retrató sin ambages la elección legislativa de 2015, el chavismo se enfocó en destruir al adversario, más que tratar de fortalecerse ellos como referente político.
La destrucción de la unidad opositora ha sido, sin duda, uno de los trofeos que puede exhibir Maduro en este 2021.
La reciente declaración conjunta de Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, enfocada en dar respuesta a la crisis generalizada de Venezuela, enfatiza la idea de una negociación progresiva como salida. Eso, diríamos, que ya se veía venir desde que Donald Trump dejó la Casa Blanca.
De este comunicado, sin embargo, el asunto más simbólico tiene que ver con su omisión sobre “la presidencia interina”, dado que no hay ninguna mención expresa ni para Juan Guaidó, ni para los diputados electos en 2015, que insisten en ser reconocidos como el parlamento legítimo. Es muy sintomático el uso del plural para referirse a “actores” que deben estar en la negociación para representar al campo opositor.
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La declaración no es responsable de que haya ahora unas oposiciones, un archipiélago, sólo deja en claro que ya la comunidad internacional terminó por aceptar lo que viene siendo una realidad. No hay, en este momento, un solo interlocutor que represente al campo opositor en su conjunto.
La existencia de oposiciones, de diversidad de puntos de vista y estrategias, que en cualquier contexto democrático sería muy sano y digno de admiración, termina teniendo un tono dramáticamente negativo cuando hablamos de fuerzas pro-democracia que enfrentan a un régimen autoritario y ni siquiera tienen la capacidad de definir una hoja de ruta común.
En los últimos cinco años ocurrió de todo para lograr fragmentar lo que fue una eficiente sinergia electoral. El chavismo, después de 2015, se enfocó en dinamitar lo que veníamos conociendo como Mesa de la Unidad Democrática (MUD), y no pocos actores opositores ayudaron –por acción u omisión- en tales fines.
Efectivamente, el chavismo bombardeó a la Asamblea Nacional con sentencias del Tribunal Supremo de Justicia, persiguió a diputados, desconoció los resultados electorales de Amazonas; Maduro impuso las elecciones presidenciales y de la ANC, y el etcétera es bastante largo. Pero junto a toda esta estrategia del régimen, que también incluyó comprar a diputados, están los propios egos, afanes personales, falta de estrategia y destrucción del diálogo con el otro, en el seno del liderazgo democrático.
La guerra a cuchillo, aunque resulta paradójica, no ha sido principalmente para enfrentarse al chavismo. La desconfianza y la falta de comunicación reinan hoy entre los referentes que dicen apostar al cambio.
La existencia de unas oposiciones para enfrentarse a un chavismo, que ha logrado resolver sus cuitas y diferencias internas puertas adentro, no augura un escenario favorable.
La discusión que se observa en torno a las decisiones favorables que ha tomado el Consejo Nacional Electoral, en materia de condiciones para ir a votar, refleja el variopinto abanico de oposiciones. No hay capacidad de asimilar pequeños avances, por parte de algunos, y otros ven la panacea.
Justamente en esta dinámica preelectoral se inscribe la decisión de volver a habilitar la tarjeta electoral de la MUD. El regreso de este icónico símbolo político de unidad podría ser el catalizador para que se reagrupen fuerzas políticas en Venezuela. O, por el contrario, terminar siendo un foco más de rivalidades y diferencias sobre quién o quiénes deberán tener el control hoy de lo que ya dejó de existir, como lo es la MUD.
Una de las causas que ayudará a explicar por qué el chavismo se mantuvo en el poder, en medio de tan aguda crisis, es esta existencia de un archipiélago de oposiciones. Pequeña islas desconectadas entre sí.