Home Internacional

Guerra, represión y disidencia en la Rusia de Putin. Entrevista a Boris Kagarlitsky

119

¿Por qué Vladímir Putin invadió Ucrania?, ¿cómo enfrenta la resistencia interna en favor de la paz?, ¿podrá controlar las fuerzas desatadas del ultranacionalismo?

Federico Fuentes

Boris Kagarlitsky es un sociólogo ruso residente en Moscú, director del Instituto para la Globalización y los Movimientos Sociales (igso, por sus siglas en ruso) de Rusia y editor del sitio web Rabkor [Corresponsal de los trabajadores]. En esta entrevista, ofrece una visión de los factores internos que subyacen a la decisión del régimen ruso de invadir Ucrania, las razones de la promoción de una «guerra eterna», el papel que está desempeñando la izquierda en el movimiento contra la guerra y las perspectivas para la agitación social en Rusia. Kagarlitsky es un autor de referencia de la izquierda rusa y ha publicado numerosos libros, entre ellos, Russia, Ukraine and Contemporary Imperialism (Routledge, Londres, 2019), y Between Class and Discourse: Left Intellectuals in Defense of Capitalism (Routledge, Londres 2020).

Los debates en el Occidente sobre la invasión de Ucrania se han centrado principalmente en la expansión de la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte], las ambiciones imperialistas del Kremlin o la salud mental de Vladímir Putin. Pero usted sostiene que ninguno de estos elementos fue el factor principal. ¿Qué lo lleva a sostener eso? 

Cuando se produce un acontecimiento de gran envergadura, como la guerra en Ucrania, generalmente hay varios factores en juego. Pero hay que situarlos en el contexto de procesos políticos y sociales reales. Sin duda, todos estos factores, junto con el conflicto a largo plazo entre Rusia y Ucrania, así como el conflicto interno de Ucrania y entre las elites ucranianas, están presentes. Sin embargo, no explican completamente la situación; son superficiales. 

Empecemos por la OTAN. Eso es algo real. La OTAN no solo se expandió hacia los países del antiguo bloque del Pacto de Varsovia, como Polonia y Hungría; también se expandió hacia los antiguos territorios de la Unión Soviética, como Lituania, Letonia y Estonia. En este sentido, técnicamente la OTAN no puede llegar más cerca de Rusia, pues su frontera ya está a menos de 200 kilómetros de San Petersburgo. Y no debemos olvidar que en los primeros años de gobierno de Vladímir Putin Rusia tenía muy buenas relaciones con la OTAN. El propio Putin confesó que quería que Rusia entrara en la Alianza Atlántica. Fue el Occidente quien rechazó el ingreso de Rusia cuando las relaciones empezaron a deteriorarse, precisamente por el conflicto en Ucrania y sus alrededores. 

Al mismo tiempo, siempre estuvo claro que la OTAN no iba a aceptar a Ucrania como miembro pleno, porque esto iba a suponer un gran problema para la Alianza. En muchos sentidos, las ambiciones ucranianas crearon más problemas para la OTAN que para Rusia, porque eso significaba que Ucrania quería que la OTAN gastara mucho dinero en el ejército ucraniano. La ironía es que el ataque a Ucrania no solo llevó a la adhesión de Suecia y Finlandia a la Alianza, sino que ahora ha hecho posible el ingreso de Ucrania. Hasta el 24 de febrero, las posibilidades de que Ucrania se convirtiera en miembro de la OTAN eran remotas. Ahora, la situación ha cambiado, y la perspectiva de que Ucrania se convierta en un país de facto de la OTAN no solo es muy posible, sino que ya se está haciendo realidad. Así que si queremos ver esta guerra como un conflicto entre Rusia y la OTAN, es obvio que las políticas de Putin han sido contraproducentes y han conseguido exactamente lo contrario de lo que se presentó como excusa para ir a la guerra. 

En cuanto a las ambiciones imperialistas de Rusia, o más bien de Putin, esto también estuvo presente, basta con ver o escuchar la propaganda rusa. Sobrepasa todos los límites en términos de jingoísmo e incluso de racismo. La propaganda rusa afirma continuamente que Ucrania no debería existir, que el territorio ucraniano es en realidad territorio ruso que fue conquistado por los ucranianos. Dice que Rusia va a liberar esos territorios de la población que vive allí; que no es la población adecuada para ese territorio. Se hacen todo tipo de declaraciones racistas y fascistas en los canales estatales: es una avalancha absolutamente increíble de agresión, xenofobia y odio. 

También podríamos decir que el conflicto interno en Ucrania es, en cierta medida, una causa de la guerra. Pero este conflicto ha estado presente durante ocho años, con muy pocos cambios. Los conflictos congelados pueden persistir, a veces durante muchos años, sin desembocar en una guerra. Y cuando lo hacen, hay que ver las situaciones concretas. Tomemos como ejemplo el conflicto de las Malvinas entre Gran Bretaña y Argentina, que persistió durante más de un siglo. La explicación de por qué estalló una guerra en 1982 no se puede encontrar en las causas originales del conflicto, sino en la crisis interna de la Junta Militar argentina y, hasta cierto punto, en la necesidad de Margaret Thatcher de obtener algún tipo de éxito que ayudara a dar vuelta las encuestas en medio de la crisis de su gobierno. Así que era el momento exacto para que estallara la guerra: ambos bandos la necesitaban por sus propias razones internas. 

La verdadera pregunta que tenemos que hacer es por qué estalló esta guerra ahora, a pesar de que los problemas dentro de Ucrania y entre Rusia y Ucrania existían hace años. Incluso una semana antes de la guerra, la mayoría de los comentaristas políticos rusos racionales se mostraban muy escépticos de que estallaría una confrontación bélica a gran escala, porque todo el mundo sabía que Rusia no estaba en absoluto preparada para ella. Esto nos lleva entonces a la cuestión, no de la salud mental de Putin, sino de su capacidad para tomar decisiones racionales. Todo el mundo sabía que la guerra no iba a resultar como la había planeado o anunciado el equipo de Putin. Sin embargo, fueron a la guerra. Esto demuestra que esta gente no es capaz de calcular ni siquiera las cosas más básicas. No soy un analista militar, pero incluso yo podía predecir que Rusia no tenía ninguna posibilidad de tomar Kiev y lograr una victoria a gran escala. Había que ser totalmente incompetente o estar totalmente desconectado de la realidad para pensar otra cosa. Sin embargo, la propaganda gubernamental decía exactamente lo contrario. Pues bien, ahora está bastante claro quién tenía razón. En ese sentido, la salud mental de Putin y la forma en que se toman las decisiones en el Kremlin desempeñaron un papel.

¿Cuáles serían entonces las verdaderas causas de la guerra?

Creo que hubo dos causas principales. La primera es básicamente global y de largo plazo. La Gran Recesión de 2007-2008 cambió la economía mundial y la situación de Rusia dentro de ella. La Gran Recesión reveló la tremenda debilidad de la economía rusa. Sin embargo, al mismo tiempo, los oligarcas rusos se beneficiaron de ella. Cuando estalló la recesión, la economía rusa decreció a un ritmo mucho más rápido que cualquier otra economía importante del mundo. Luego se recuperó también más rápido. ¿Por qué? Porque la economía rusa dependía de las materias primas, y en particular del petróleo. Para hacer frente a la Gran Recesión, la Reserva Federal de Estados Unidos comenzó a imprimir dinero, gran parte del cual acabó en los mercados financieros y, en última instancia, en inversiones especulativas. El petróleo es una materia prima ideal para la inversión especulativa, ya que está profundamente conectado a los mercados financieros. Pero, al mismo tiempo, forma parte de la economía real. Así que la política de la Reserva Federal condujo a un enorme aumento de los precios del petróleo, lo que a su vez creó una situación en la que, mientras la economía rusa seguía deteriorándose, recibía una lluvia de petrodólares, con más y más ingresos que iban a parar a los bolsillos de los oligarcas y del Estado. Un economista ruso comentó una vez que el mejor amigo del gobierno ruso era la Reserva Federal. El Kremlin dependía directamente del dinero impreso por la Reserva Federal: cuanto más dinero imprimía la Reserva Federal, más dinero obtenían las elites rusas. No tenían que hacer nada más que esperar a que la Reserva Federal imprimiera más dólares. Esa era su única estrategia. Pero una vez que la Reserva Federal comenzó a imprimir menos dinero, o al menos comenzó a utilizar este dinero de una manera diferente, como ocurrió durante la pandemia, entonces esto se convirtió en un problema para el capital ruso. 

Todo esto llevó a una enorme expansión de la corrupción. Rusia siempre fue muy corrupta, pero la corrupción alcanzó nuevos niveles. Y las elites rusas se enfrentaron a una increíble crisis de sobreacumulación, muy parecida a la que describiera Rosa Luxemburgo. Una solución fue canalizar este dinero extra hacia la expansión militar y la producción de material militar, pero luego hay que utilizar este material militar de alguna manera si se quiere seguir invirtiendo más dinero en ese sector.

Esto es solo una parte de la historia porque, al mismo tiempo, la situación interna se estaba deteriorando drásticamente. Mientras todo este dinero iba a parar a las manos de la elite y de un pequeño sector de la clase media, la sanidad y los servicios sociales –sectores que ya se encontraban subfinanciados– sufrían nuevos recortes de gastos para que las elites pudieran acumular aún más capital. Un ejemplo de ello fue la reforma de las pensiones de 2018, contra la cual hubo un fuerte movimiento de oposición. No es difícil imaginarse cómo se sentía un ciudadano ruso. Sabía que había una enorme cantidad de dinero fluyendo hacia las manos de la oligarquía, la burocracia estatal, los altos administradores, los amigos de Putin. Podía ver la construcción de palacios increíbles –olvídate de Versalles; justo cerca de donde tengo mi dacha1, puedes ver unos muros enormes cuando vas manejando a Moscú; ¿qué hay detrás de esos muros? palacios–. Lo sabemos porque internet permite descubrirlos. Y esto es en una zona considerada por los ricos como de segunda clase; ni siquiera es donde viven los oligarcas más ricos. Así que la gente ve eso y ve que la situación material de la gran mayoría está empeorando dramáticamente, que los ingresos reales están disminuyendo y los precios están subiendo, que hay problemas para conseguir trabajos decentes. Todo esto generó un enorme descontento. Este descontento no suele ser político, pero crea un estado de ánimo terrible. Tanto es así que incluso se ha convertido en un problema para los planes de guerra del gobierno ruso, porque no puede movilizar a la gente para el ejército. La gente simplemente no luchará por este régimen. Nadie quiere hacer ningún sacrificio por él, porque sus jerarcas son odiados por todo el mundo. 

Además, las instituciones políticas –incluso la falsa democracia parlamentaria que teníamos, con elecciones disputadas por partidos controlados por el régimen– han sido destruidas en los últimos dos años debido a los intentos de Putin de perpetuarse en el poder. Putin está cada vez más viejo y enfermo, por lo que el problema de una transición de poder es muy real, pero ningún tipo de transición institucional es posible en este contexto. 

Entonces, ¿cómo afronta todo esto? Bueno, la mejor solución es algún tipo de situación extrema y extraordinaria. Una situación que justifique un estado de emergencia en el cual los que están en el poder puedan pasar por encima de cualquier obstáculo institucional o constitucional y tomar las decisiones que quieran. Y una guerra es quizás la mejor manera de crear esa situación.

Teniendo en cuenta lo que dice sobre la evidente falta de estrategia del Kremlin en cuanto a la guerra, ¿se sabe cuáles son los objetivos de Putin en Ucrania y si está interesado en negociar para conseguirlos?

La invasión fue muy improvisada y no había una estrategia a largo plazo detrás. Una vez que la estrategia improvisada del régimen fracasó, claramente comenzaron a inventar nuevas causas y objetivos para la guerra post facto. Estamos ante un caso muy raro en el que un país libra una guerra agresiva pero tiene que esforzarse para definir cuáles son sus objetivos o explicarlos a la opinión pública. Esto se debe en parte a que la propia elite está confundida, no sabe qué hacer y busca desesperadamente una salida. Pero en este momento no la encuentra. El principal problema ahora no es que no quiera negociar; el principal problema es que, independientemente de lo que consiga a través de las negociaciones, no podrá venderlo a la opinión pública como un triunfo, dado el gran descontento que existe. Por eso es tan difícil para la elite y el gobierno rusos llegar a un acuerdo. No se trata solo de tener que llegar a un acuerdo con Ucrania y Occidente, lo que posiblemente podrían hacer. Tienen que ser capaces de vender cualquier acuerdo que hagan a la opinión pública nacional, algo que hoy es muy difícil. Independientemente de cómo acabe esto, va a generar una enorme crisis moral, política, ideológica e, incluso, quizás, una rebelión en el país…

Por lo que dice, ¿la continuación de la guerra es por tanto preferible para Putin antes que las negociaciones? Le pregunto esto porque dentro de la izquierda occidental es habitual escuchar el argumento de que son la otan y Ucrania quienes quieren alargar la guerra y quienes rechazan las negociaciones. Pero sus comentarios parecen sugerir lo contrario…

Absolutamente. Por eso, en recientes declaraciones, Putin ha revelado su afán de prolongar la crisis lo máximo posible. Como he escrito, en el gobierno ruso han sido muy claros en cuanto a querer librar una guerra eterna, en la que nunca se llegue a acuerdos, porque no saben en qué ponerse de acuerdo2. Y, como he dicho antes, no es porque no puedan o incluso porque no quieran llegar a un acuerdo; es porque no pueden usar eso como una carta de triunfo en el plano interno. Sobre todo, porque la invasión potenció un fuerte sentimiento de patriotismo exacerbado y un auténtico entusiasmo por la guerra entre una parte de la sociedad. Consiguieron arrastrar a los elementos más reaccionarios, más agresivos de la sociedad rusa detrás de la guerra. El problema ahora es que estos elementos se han vuelto peligrosos para el propio régimen, porque en el mismo momento en que el régimen negocie y logre cualquier tipo de acuerdo, se convertirá inmediatamente en el objetivo de estas fuerzas reaccionarias. 

Esto ya fue visible en abril, cuando en una reunión entre las delegaciones rusa y ucraniana en Estambul se acordó algún tipo de acuerdo que incluía una declaración por parte de Ucrania de que no entraría en la otan. Esto era algo que Rusia podría haber utilizado para justificar su invasión y señalar como una victoria. Pero mientras los ucranianos estaban dispuestos a firmarlo, Rusia no lo hizo. Para entender por qué, tenemos que ver lo que ocurrió dentro de Rusia. El mismo día que se anunció este acuerdo preliminar, hubo una verdadera erupción de ira y odio en los medios de comunicación progubernamentales, una verdadera rebelión del partido de la guerra, incluso con amenazas de matar a los negociadores. En respuesta, Rusia se retiró de la mesa de negociaciones. Ante las fuerzas del infierno que habían desatado, Putin y su círculo íntimo se asustaron. 

Luego hay que tener en cuenta que, del otro lado, hay un sentimiento antiguerra muy fuerte, aunque esté muy reprimido. El gobierno está atrapado entre la espada y la pared, porque tienes un sentimiento antiguerra muy fuerte y tienes un movimiento proguerra, jingoísta, militarista y nacionalista que se volverá opositor en el mismo momento en que el régimen llegue a un acuerdo. El peor escenario para Putin –y no está excluido que en algún momento esto pueda suceder, en particular si Rusia es derrotada militarmente– es que estas fuerzas, que son muy diferentes y se oponen entre sí en cada uno de los temas, podrían de repente atacar al régimen simultáneamente desde lados opuestos. Esto es lo que ocurrió en Rusia en 1917, cuando el régimen zarista cayó no solo por las fuerzas antiguerra, sino también por la ira de aquellos que, dentro del ejército y del régimen, no estaban conformes con la forma en que se estaba librando la contienda. Estas dos fuerzas atacaron al régimen zarista de manera simultánea, lo que condujo a su colapso. Putin y su círculo son conscientes de esta historia, pero es muy poco lo que pueden hacer al respecto.

Quiero volver al tema del movimiento contra la guerra en Rusia, pero me gustaría seguir con un punto que planteó en relación con las fuerzas nacionalistas de extrema derecha que se han desatado en Rusia. Esto tiene que ver con el debate sobre el fascismo en Rusia y Ucrania. ¿Cómo caracteriza a los gobiernos de Moscú y Kiev y el papel que desempeñan los fascistas o nacionalistas de extrema derecha dentro o fuera de estos gobiernos? ¿Ha contribuido la guerra a avivar estas tendencias o ha abierto espacio a otras voces?

Ambos bandos acusan al otro de ser fascista, pero yo creo que ninguno de ellos lo es. Dicho esto, la ideología de la extrema derecha y las tendencias típicas del populismo de derechas, e incluso del fascismo, están presentes en ambos países. En cuanto a su contenido político y social, ambos lados no son tan distintos. Por supuesto que hay diferencias. Por ejemplo, Ucrania tiene un Estado mucho más débil. Esto crea espacios en los que la extrema derecha puede llevar a cabo actividades represivas no controladas por el Estado, en algunos casos con el apoyo de elementos de los servicios de seguridad ucranianos. El Estado ruso no permite que ocurran estas cosas. No hay aparatos represivos privados ni paramilitares porque el Estado ruso tiene el monopolio absoluto de la represión. En Rusia, la represión está centralizada, mientras que en Ucrania está descentralizada. Al mismo tiempo, a diferencia de Rusia, Ucrania tiene una sociedad civil que no es reprimida, precisamente porque el Estado es más débil. El Estado no ha reprimido a la sociedad civil en Ucrania porque no tiene la capacidad de hacerlo como en Rusia.

Otra diferencia es que la oligarquía ucraniana no está consolidada, mientras que la rusa lo está en torno de Putin, o al menos lo estaba hasta hace poco. La oligarquía ucraniana nunca se consolidó porque no tenía la cantidad de petróleo ni de otros recursos que pudieran venderse en el mercado mundial para generar ingresos fáciles como ocurre en el caso de Rusia. En cambio, los oligarcas ucranianos luchaban sistemáticamente entre sí. Esto creó una imagen de Ucrania como una democracia pluralista, lo que no es. Más bien es un Estado débil, con oligarquías que compiten entre sí.

Así que hay diferencias, pero eso no cambia el hecho de que el contenido ideológico del nacionalismo ruso y ucraniano es muy similar y la naturaleza social del Estado y del capitalismo en ambos países es muy parecida. Ambos están dominados por un capitalismo oligárquico y periférico.

Sin embargo, es importante señalar que hay algunos signos muy positivos del lado ucraniano. Seamos claros, es imposible que haya un movimiento contra la guerra en Ucrania. Eso es comprensible porque Ucrania es el país que está siendo atacado. Es una víctima de la agresión rusa. Cuando tu ciudad está siendo bombardeada a diario, no puedes protestar contra tus propias fuerzas armadas que están luchando para mantenerte a salvo.

Pero hay una tendencia creciente contra el nacionalismo local dentro de la sociedad ucraniana y un debate cada vez mayor sobre qué hacer si Ucrania gana. Es un debate muy activo y a veces agresivo, en el que uno de los personajes más interesantes es Oleksiy Arestovych3. Arestovych procede del ejército y es asesor y portavoz de Zelensky. No estoy seguro de la solidez de su posición dentro de la administración, pero se ha hecho muy popular, tanto en Ucrania como en Rusia. Arestovych sigue promoviendo un mensaje sobre el tipo de nueva Ucrania que debe surgir de esta guerra: una que supere las divisiones entre el este y el oeste, entre los rusoparlantes y los ucranianos. Habla de la necesidad de apropiarse de la lengua rusa como lengua de la identidad ucraniana, de promover la cultura rusa en Ucrania y de dar esperanza a los rusos que quieren vivir y trabajar en Kiev. Dice que la nueva Ucrania tiene que superar las divisiones e integrar a todos.

Por ello, es atacado sistemáticamente por la extrema derecha, incluso con amenazas contra él y su familia. Los nacionalistas ucranianos lo odian, pero poco pueden hacer, porque se ha convertido en una figura popular, aun dentro del ejército. Hay que tener en cuenta que, en la primera línea de la guerra, el ejército ucraniano está compuesto mayoritariamente por rusoparlantes. Además, está la Fuerza de Defensa Territorial, una fuerza de voluntarios que cuenta con unos 200.000 soldados armados que luchan en el este de Ucrania, que también son predominantemente rusoparlantes. Así que parece muy posible que Ucrania vaya a vivir algunos cambios muy serios en la dirección de una sociedad más integrada una vez que la guerra termine. Tampoco se puede descartar que se enfrente algún tipo de conflicto civil –incluso, potencialmente, una guerra civil–, pero es demasiado pronto para juzgarlo.

Pasemos entonces al movimiento antiguerra. ¿Cuál es el estado actual?

Cuando empezó la guerra, hubo al principio bastantes protestas en Rusia, pero fueron brutalmente reprimidas. La realidad es que no había forma de protestar en las calles, porque inmediatamente te golpeaban y te metían en la cárcel. La maquinaria represiva del gobierno consiguió ganar rápidamente la lucha por el control de las calles, aunque necesitaron mucha represión para conseguirlo. No hay que olvidar que durante los últimos dos años se habían producido protestas masivas, en las que participaron cientos de miles de personas, junto con un esfuerzo sostenido por parte del aparato represivo para destruir estos movimientos. Lo consiguieron, al menos temporalmente. 

Ahora se puede meter gente en la cárcel solo por hacer una declaración pública contra la guerra. El simple hecho de utilizar determinadas palabras puede suponer que te lleven a la cárcel. Condenaron a un diputado municipal en Moscú a siete años de prisión solo por decir algo crítico contra la guerra durante una sesión del concejo municipal4. Cuando publico algo en ruso, nunca utilizo la palabra «guerra», porque el mero hecho de utilizarla significa que podría recibir una multa o ir a parar a la cárcel. Así que puedes imaginar cómo es el ambiente. 

Sin embargo, si miras en las redes sociales rusas, donde puedes publicar de forma anónima, el ambiente es muy negativo contra la guerra. La gente es muy crítica y publica muchos textos muy enfadados contra la invasión. Así que el movimiento contra la guerra es muy débil, pero tiene un enorme potencial.

¿Qué papel ha desempeñado la izquierda en el movimiento? ¿Qué puede decir, por ejemplo, sobre las posiciones adoptadas por el Partido Comunista de la Federación Rusa [pcfr]? 

Los partidos oficiales de la Duma apoyan la guerra y al régimen, incluidos los dos partidos que pretenden ser de izquierda: el Partido Comunista de la Federación Rusa (pcfr) y los «socialdemócratas» de Rusia Justa. Pero si miras más a fondo, se puede ver que donde tienen militantes de base, esta gente suele ser muy antiguerra. Muchos de ellos están abandonando estos partidos. Algunos han declarado su oposición públicamente, como Yevgeny Stupin, un diputado [del pcfr] muy carismático y conocido en la Duma de Moscú5, o Andrei Danilov, un interesante y popular intelectual de Yakutia. También están surgiendo nuevos líderes, incluso dentro de estos partidos. Tenemos, por ejemplo, a Anna Ochkina, que era una de las principales voces de la izquierda dentro de Rusia Justa pero que abandonó el partido, haciendo una declaración pública contra la guerra6. En ese sentido, aunque los líderes se pronuncian a favor de la guerra, no cuentan con el apoyo de una sostenida fuerza de base. En las bases, no podemos decir que la izquierda no esté bien pero sí que está viva, y está definitivamente activa y creciendo. 

Hay que tener en cuenta que mucha gente de la oposición liberal ha abandonado el país. El gobierno etiquetó públicamente a varios de ellos como «agentes extranjeros». Todo el mundo sabe que el siguiente paso tras ser etiquetado como agente extranjero es la cárcel, y por eso muchos se han ido. A mí me han etiquetado como agente extranjero, imagino que con la intención de que me vaya, pero no me voy a ir. Un subproducto interesante de esta política ha sido que, mientras la mayoría de los líderes de la oposición liberal han abandonado el país –con algunas excepciones, como Alexei Navalny7, que ya estaba en la cárcel, e Ilya Yashin, que fue encarcelado recientemente8–, quienes se han quedado en Rusia son en su mayoría de izquierda. Así que, curiosamente, la izquierda se está convirtiendo en una especie de fuerza hegemónica dentro del movimiento antiguerra. 

El movimiento antiguerra es real, aunque se haya visto obligado a pasar a la clandestinidad. Y se está radicalizando, porque la gente está empezando a entender que no se trata solo de la guerra: se trata del sistema político y social. Un signo muy interesante de esto es que los segmentos de la oposición liberal que solían desconfiar de todo lo que fuera de izquierda ahora se están moviendo hacia ella. Por ejemplo, Yashin declaró recientemente que tenía ciertos desacuerdos con Navalny porque él mismo se identifica más como una persona de izquierda, lo que nos sorprendió porque siempre lo consideramos un liberal. Otro ejemplo es Yulia Galyámina, una figura muy carismática e importante de la oposición liberal, que recientemente declaró que sus mejores amigos en el movimiento son comunistas9. Así que definitivamente hay un giro a la izquierda dentro del movimiento.

Por último, quiero referirme a Occidente y la cuestión del cambio de régimen. Usted escribió recientemente que aunque los líderes occidentales no permitirán que Rusia gane la guerra, no desean necesariamente un cambio del régimen ruso10. Esto parece ir en contra de la narrativa dominante en el Occidente, e incluso en la izquierda occidental, de que detrás de los motivos de eeuu en Ucrania está debilitar a Rusia y promover algún tipo de cambio de régimen. ¿Por qué cree que no están interesados en cambiar el régimen ruso?

Bueno, depende de lo que se entienda por «cambio de régimen». Si por cambio de régimen se entiende simplemente cambiar el nombre del presidente, entonces eso es exactamente lo que quiere Occidente. Definitivamente, quieren que Putin dimita porque Putin fue demasiado lejos, porque es tóxico y, hasta cierto punto, está loco o, al menos, es imprevisible y peligroso. Así que quieren deshacerse de él. 

Pero ¿quieren que Rusia se convierta en una sociedad democrática y abierta, dominada por personas que no son corruptas y que se preocupan por el desarrollo social y económico del país? Lo dudo mucho. Lo que quieren es una suerte de putinismo sin Putin. Puede que también quieran algunos cambios cosméticos menores, como colocar a ciertos economistas liberales en el gobierno, aunque, hay que decirlo, el gobierno ya está dominado por economistas neoliberales. Todos estos economistas, dentro y fuera del gobierno, comparten el mismo punto de vista y el mismo enfoque de la economía. Todos comparten la misma idea de que Rusia se integre en la economía mundial como vendedora de materias primas y energía y que, por tanto, cada vez sea más dependiente de los mercados occidentales. 

El Occidente quiere que Putin dimita y las elites rusas quieren exactamente lo mismo: hay un consenso al respecto. Solo que hay un pequeño problema: Putin no va a dimitir. Además, si finalmente dimite –sea cual fuere la forma que adopte– no será el final de la película, como esperan las elites occidentales y rusas, sino que será el comienzo de una crisis mucho más profunda. Con esto no estoy hablando de que Rusia se desmorone; estoy hablando de las luchas sociales y políticas que se desatarán dentro de Rusia por el poder y la influencia. 

Un cambio real significa convertir a Rusia en una sociedad democrática, que deje de estar dominada por los intereses del capital extranjero –y la inversión rusa en el extranjero, que es un tema importante para las elites rusas a la hora de tomar decisiones–. La sociedad rusa quiere un desarrollo económico diferente y la gente entiende que esto es necesario. Esto va totalmente en contra de la perspectiva prevista por las elites de Rusia y Occidente. 

En cierto sentido, nos encontramos ante una situación muy parecida a la que vivió Rusia en 1916-1917, cuando estaba claro que los británicos y los alemanes estaban hartos del zar. Esto creó una situación muy extraña, porque los alemanes y los británicos estaban en guerra entre sí, pero estaban de acuerdo en que Nicolás ii tenía que irse. Los alemanes querían esto porque esperaban que Rusia negociara su salida de la guerra. Los británicos esperaban que un nuevo régimen continuara la guerra de manera más eficaz. Como recordarán, Nicolás ii dimitió y comenzó una revolución, algo que no estaba contemplado en los planes de los alemanes ni de los británicos. Creo que la situación actual es muy similar: quieren que Putin se vaya, pero quieren que el régimen permanezca en gran medida intacto, aunque quizás pueda haber un cierto retroceso en el nivel de autoritarismo a lo que existía antes de 2020. Esencialmente, una «vuelta a la normalidad» sin Putin y sin la represión ni la militarización más extremas. 

Pero no va a suceder así. Tarde o temprano, el régimen se va a derrumbar –y probablemente más temprano que tarde–. Mucho depende de la ofensiva ucraniana: de si ocurre, de cuándo ocurra y de cómo ocurra. Es posible que acabe conduciendo a una transición política en Rusia. No puedo decir que esto vaya a ocurrir con seguridad, pero puede que sí, si la ofensiva ucraniana tiene éxito. Pero lo importante es que no hay vuelta al statu quo anterior. Ucrania va a sufrir enormes cambios. Y Rusia sufrirá cambios aún más profundos. Como me dijo hace poco un compañero bielorruso, nosotros –es decir, los rusos, los bielorrusos, todos los ex-súbditos de la urss y de la ex-Rusia imperial– tenemos una buena tradición: cada vez que perdemos una guerra, iniciamos reformas radicales o revoluciones.

Nota: una versión de esta entrevista en inglés fue publicada en Green Left No 1355, 1/8/2022, con el título: «Russian Socialist Dissident: ‘Putin’s Regime Will Collapse and Probably Sooner Rather than Later’». Se puede leer el original aquí.

  • 1.Casa de vacaciones ubicada en zonas rurales.
  • 2.B. Kagarlitsky: «Everlasting War» en Russian Dissent, 14/6/2022.
  • 3.Dmitry Tereshkov: «Zelenskyi’s Spokesperson: Soldier, Actor, Psychologist, Propagandist» en openDemocracy, 26/4/2022.
  • 4.«‘Do You Still Need this War?’ Moscow Official Alexey Gorinov Handed Seven Years in Prison for ‘Disinformation’ about Russia’s Military» en Meduza, 8/7/2022.
  • 5.Dick Nichols: «As Russian Anti-War Sentiment Grows, Will Ukraine Be Putin’s Vietnam?» en Green Left, 9/6/2022.
  • 6.V. el sitio «No to War», disponible en www.4freerussia.org/hundreds-of-russian-politicians-publicly-speak-out-against-the-war-despite-severe-punishments/.
  • 7.Barry Healy: «Alexei Navalny, the Thorn in Vladimir Putin’s Side» en Green Left, 2/6/2022.
  • 8.«Ilya Yashin Arrested on Felony Charges» en Meduza, 13/7/2022.
  • 9.«‘To Run Away Is to Humiliate Yourself’: Former Moscow Lawmaker Yulia Galyamina on What It Will Take to Build a Democratic Russia» en Meduza, 27/7/2022.
  • 10.B. Kagarlitsky: ob. cit.

Este artículo es copia fiel del publicado en la revista Nueva Sociedad 301, Septiembre – Octubre 2022, ISSN: 0251-3552

NUSO.ORG