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El médico que nació para ser santo

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José Gregorio Hernández integra una excelente formación científica en su experiencia espiritual que lo lleva a ponerse al servicio de quien lo necesite, con especial predilección por quienes no se lo pueden retribuir. Batalló para hacer ciencia en condiciones poco propicias. Batalló con sus movimientos espirituales que lo empujaban a ser cada vez más radical en su entrega”. (1)

 Alexander Medina

Este 26 de octubre José Gregorio Hernández, el médico de los pobres que nació para ser santo, estaría cumpliendo 158 años. Su querido pueblito Isnotú, en el Trujillo rural de 1864, le servía de pesebre para el parto de su mamá Josefa Antonia Cisneros.

En una reseña del libro “Se llamaba José Gregorio Hernández”, escrito por el jesuita Javier Duplá y Axel Capriles, se leen algunos datos biográficos del hoy beato, encaminado a ser elevado a médico santo, pero que destacan los rasgos más distintivos de su vida y obra:

“Viajó a Caracas al comienzo de su adolescencia para estudiar bachillerato y luego cursar en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Central de Venezuela. Se destacó como excelente estudiante, de buena conducta, ordenado, cumplido y puntual. Se graduó de bachiller en Ciencias Médicas en 1888 y a continuación, a los seis días, obtuvo el título de doctor”.

Su formación profesional e intelectual

Y luego agregan: “Se dedicó al ejercicio práctico de la medicina. En 1889 viajó a París enviado por el gobierno del presidente Juan Pablo Rojas Paúl para formarse con las eminencias médicas de la época. Para informarse sobre los nuevos avances e investigaciones de la medicina experimental y para adquirir el equipo, microscopios, libros y otros instrumentos que sirvieran para sacar la medicina venezolana del atraso en que se hallaba. A su vuelta al país, en 1891, establece el Laboratorio de Fisiología Experimental y asume las cátedras de Histología Normal y Patológica, Fisiología Experimental y Bacteriología. Además de su práctica profesional como médico internista general, destacado por su sincera vocación y altruismo y su particular atención de los pobres, José Gregorio Hernández fue miembro de la Academia de Medicina y escribió dos libros, Elementos de Bacteriología y Elementos de Filosofía”.

Extraordinario docente

Sobre su desempeño como médico y hombre de Dios, escriben los autores: “Más que un creador de nuevas prácticas, Hernández fue un extraordinario docente y un destacado difusor de ideas. Un estudioso de los adelantos científicos que ocurrían en otras latitudes para adaptarlos a la realidad de nuestra tierras subtropicales. Un esmerado didacta que actualizó el saber médico en un país caracterizado por el atraso y que puso en práctica avances de la medicina moderna. El argumento central de su vida fue el conflicto entre lo profesional, su vocación docente y su llamado a lo religioso que lo obligaba a renunciar a su carrera. Tres veces intentó tomar el camino religioso. La primera vez en 1908 cuando cruza el Atlántico para entrar en la Santa Orden de la Cartuja de Farnetta en Italia. Hernández había leído la Imitación de Cristo y se había sentido conmovido y atraído por la vida de contemplación, austeridad y desprendimiento de los cartujos, la orden fundada por San Bruno en el siglo XI”.

La dualidad entre la vida activa y contemplativa

Seguidamente explanan que “la dualidad entre la vida contemplativa y activa, así como su debilidad física para el ayuno y la labor manual propia de los cartujos, lo hizo abandonar la orden y volver a Venezuela para entrar en el seminario y hacerse sacerdote. A las tres semanas, sin embargo, abandonó también el seminario y su ilusión de hacerse sacerdote. Llama la atención la docilidad con que el eximio médico aceptó su cambio de destino.

Al ser advertido por Monseñor Castro que su camino no era el de la Iglesia sino el de una vida laica y piadosa dedicada al servicio de la gente y la medicina, José Gregorio contestó: “Monseñor, me pongo enteramente a su disposición y haré lo que usted me aconseja. Mi fe me dice que por su boca Dios mismo me señala el camino que debo seguir”. El sentido del deber fue una constante de su trayecto vital.

La filosofía del médico que nació para ser santo

Su paisano José Francisco González Cruz, autor de una especie de biografía titulada “Camino a la Santidad”, contó que “Él se preparó para servir. Fue bondadoso y servicial. Pero una cosa es ser bondadoso y otra servicial. José Gregorio se preparó para prestar un servicio más eficaz en esa bondad”.

Y también dijo del médico que nació para ser santo: “Él tenía una filosofía de la vida. Él decía que los venezolanos debíamos tener una filosofía de vida para estar al servicio de los demás”.

Pandemia de la gripe española

Desde esa forma de ser y pensar, se formó como médico.

Fue una inclinación “natural” que mostró desde pequeño, pero no como cualquier médico. “Se formó en bacteriología y enfermedades endémicas y ejerció la medicina”, remarcando que se preparó “para atender a sus enfermos”. Esta vocación de servicio la cultivó José Gregorio Hernández cumpliendo un itinerario, una disciplina personal que le valió hasta para los momentos más difíciles de su vida.

En la mañana se levantaba para ir a misa. “Luego visitaba a sus enfermos. Regresaba a su casa, tomaba un descanso breve, se iba para la universidad a formar nuevos médicos y formó una escuela”, indicó González Cruz.

Hay un episodio en su vida como médico que es ineludible de mencionar. En octubre de 1918 llegó al país la pandemia de gripe española que causó la muerte de más de cuarenta millones de personas en el mundo.

Los apuntes históricos señalan que en Venezuela habrían muerto unas 80 mil personas, de las cuales más de 1.500 fueron en Caracas.

El Dr. José Gregorio Hernández recién llegaba de actualizar sus estudios en Embriología e Histología en Nueva York y en Madrid. En seguida se incorporó al intenso trabajo de la emergencia. Se crearon juntas de socorro, comisiones para cada parroquia y seis hospitales de aislamiento.

La Junta de Socorro Nacional quedó encargada de coordinar toda la lucha contra la epidemia y fue conformada por el arzobispo Mons. Felipe Rincón González, Vicente Lecuna, Santiago Vegas, Dr. Francisco, Antonio Risquez, Dr. Rafael Requena y coordinada por el Dr. Luis Razetti, todos amigos y colegas del Dr. Hernández, quien se integró como uno de los más activos luchadores.

(1) Arturo Sosa, S.I. P. General de la Compañía de Jesús Roma, 28 de abril de 2018, en el prólogo del libro “Se llamaba José Gregorio Hernández”

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