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Pañuelos de amargura. Por Américo DeGrazia

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“El secreto de la paciencia es hacer algo mientras tanto”. Croft M. Pentz.
@AmericoDeGrazia

Venezuela está convertida hoy en un pañuelo de amargura, en un laberinto sin salida, con vinagre en las heridas. Pareciera que repicáramos a diario, campanas sin sonidos.

La extravagante fiesta en la cima de un tepuy, el cruel asesinato de una bebé en alta mar, a manos de la guardia costera de Trinidad y Tobago, ocuparon las tendencias noticiosas de últimos días. De igual forma, también fue noticia la muerte del peligroso delincuente apodado “El Coqui”; sucesos que revelan el profundo deterioro en el que vivimos los venezolanos, dentro o fuera del país.

El régimen aprueba el sarao de sus cómplices en un tepuy, complaciendo plácidamente los obscenos caprichos de su elite colaboracionista, sin importarle la violación de las normas y lo sagrado -hasta ahora- del parque Nacional Canaima. Ordena asesinar al “Coqui”, quien le sirvió en su momento de instrumento para ejercer el control social en el barrio, y, mantener al pueblo trabajador a raya, induciendo a los más vulnerables entre otras cosas, al desplazamiento y diáspora convirtiéndoles en fuente de ingreso de remesa, al mejor estilo cubano.

En otras palabras, ceba plácidamente los caprichos de sus socios; ajusta cuentas con su pranato y desplaza a los más vulnerables hasta convertirlos en fuente de ingresos económicos; bueno, bonito y barato.

Los tres sucesos esconden escalofriantes historias criminales. En el paradisíaco parque nacional Canaima, patrimonio natural de la humanidad, quienes celebran su bacanal, son los mismos que explotan sus minas, envenenan sus aguas, desplazan sus indígenas, enferman su gente, masacran sus mineros, esclavizan sus pobladores, afectan su hidroeléctrica y saquean su riqueza. ¡Quién puede lo más, obviamente puede lo menos! Si tienes licencia para devastar una región equivalente al 50% del territorio nacional, ¿como no, un bonchecito en un tepuy?

La otra cara del común venezolano es la infante asesinada en el Caribe, hija de una indígena Warao del delta del Orinoco, desplazada por el hambre, la miseria y el sarampión; migrar se ha constituido la máxima aspiración de un venezolano del presente, para poder ayudarse y así subsidiar a los suyos con la remesa que pueda acercarles.

“El Coqui”, le sirvió a la revolución ejerciendo control social, al mantener a los líderes populares, amordazados, neutralizados, invisibilizados y fuera de juego. Práctica recurrente en todo el territorio nacional. Puede faltar, agua, “luz”, transporte, salud, comida… nadie vio, ni escucho, ni protestó. Y entonces, ¿por qué lo matan?, por asumirse “protagonista”; “se alzó”, se “comió la luz roja”. Vino el ajuste de cuenta y el cambio de testigo. Es justo cuestionarse, ¿Cómo llegan las armas de guerra a los pranes en todo el territorio nacional? En un país absolutamente “alcabalizado”, donde hasta los “Boy scout” tienen la suya.

Mientras todo esto ocurre sin más expresión, que la implosión en redes, la dirigencia política se quedó sola con su discurso, divorciada de la realidad y del entorno que la rodea. La necesidad del pueblo, no tiene en este momento expresión política; por eso insistimos en avanzar en la elección de un líder, en forma de candidato presidencial, para la unión de todas las fuerzas democráticas a través de las primarias presidenciales, durante el 2022, sin el CNE, sin excluidos, sin vetados, sin inhabilitados y con doble vuelta. Así podremos tener un liderazgo legitimado por el voto universal, directo y secreto, más la conformación de una dirección política -inexistente hasta ahora- capaz de anticipar eventos para construir escenarios, con tácticas y estrategias, que nos permitan la salida del régimen, por la vía pacífica, constitucional, democrática y electoral, acompañando esta agenda política con la agenda social desarrollada por los líderes demócratas sindicales; instrumentos de los trabajadores, que igualmente deben ser legitimados por estos, de la misma manera que los políticos, enmarcado en la claridad que, ¡todo líder social es básicamente un político, pero no todo político, es necesariamente un dirigente social!

Con información de Punto de.Corte