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La nueva batalla de la juventud: regresar y trabajar por Venezuela

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Hoy, Día de la Juventud, contamos la gesta moderna de cinco jóvenes que, después de emigrar y de estar bien en los otros países, decidieron regresar a Venezuela a trabajar y ayudarla a crecer. Todos contemplan sus planes con optimismo y con el plus de estar cerca de sus familias

Sara Kafrouni

Desde principios de la década pasada, mucho antes del estallido de una de las peores crisis socio-político y económica del país en 2016, la juventud venezolana comenzó a emigrar en masa en busca de dos pilares: seguridad y crecimiento profesional con proyección a futuro. En su país era imposible encontrar la estabilidad que necesitaban.

Parte de los jóvenes talentos salieron con becas, cupos universitarios e, inclusive, trabajos previamente concretados desde Venezuela. Otros se arriesgaron con un título profesional en una mano y la maleta en la otra. Y hasta sin nada. Esto convirtió a Venezuela en el país de Latinoamérica con el mayor éxodo, con cerca de 20% de su población huyendo hacia otros países.

Sin embargo, hoy por hoy, dentro de este respiro económico que ha facilitado la dolarización en el país, algunos de esos jóvenes que se fueron hace varios años sintieron que era el momento propicio para regresar e iniciar una nueva batalla de la juventud venezolana: la de contribuir en su reconstrucción con la experticia adquirida durante tantos años fuera de casa.

Venezuela siempre será el hogar, ese espacio de calidez al que siempre se quiere volver sin titubeos. Principalmente, porque la familia sigue aún con sus bases firmes en el territorio, por el clima y por la sensación de fácil crecimiento. En esta oportunidad, y para conmemorar el Día de la Juventud en nuestro país, conversamos con 5  venezolanos que regresaron porque, aseguran, este es el momento de construir el país, emprender y mirar las oportunidades que se abren.

Alejandra: familia, clima y oportunidades

Alejandra Sánchez, hoy de 27 años, regresó al país luego de estar fuera más de 9 años. Estudió Ingeniería Industrial y Economía en Estados Unidos.

La joven comenta que cuando emigró, el país estaba en decadencia y había pocas oportunidades laborales. Logró una beca y se marchó a estudiar. Asegura que, aunque vivía bien afuera, siempre recordaba con nostalgia lo que dejó en Venezuela.Día de la Juventud

Alejandra tiene claro que, para poder ayudar a reconstruir el país, hay que reformular algunas creencias. Foto cortesía

“Estudié afuera y me salió una oportunidad de trabajo muy buena. Yo estaba inicialmente en Boston. Después me mudé a Colorado por una oportunidad de trabajo excelente, pero eso estaba mucho más lejos de mi familia. Tenía que agarrar como tres vuelos para volver a Venezuela y era muy pesado para mí, incluyendo el cambio de horario”, recuerda Alejandra.

Siempre tuvo la idea de regresar. Lo hizo cuando logró que su trabajo la transfiriera a Colombia pero permitiéndole trabajar, la mayor parte de tiempo, desde Venezuela.

“Mi ilusión era formarme afuera. Aprender cosas de Estados Unidos para luego traerlas a Latinoamérica y construir ya sea Venezuela o en Colombia, porque mi mamá es colombiana y tengo raíces ahí. Pero, en lo que siempre estuve clara, es que en algún momento quería regresar. A lo mejor hubiese esperado un par de años más, pero  las cosas no siempre se dan como uno quiere y la vida me sorprendió con la posibilidad de que me transfirieran. No necesitaba ser aquí, tenía opciones en todo el mundo, pero escogí mi Latinoamérica. Antes de viajar a Colombia hice escala en Venezuela para visitar a mi familia y me encantó. Fue como si nunca me hubiera ido. Y me quedé”.

Para Alejandra fue una sorpresa regresar y darse cuenta de que las tres cosas que le preocupaban, “la seguridad, las oportunidades y los recursos”, estaban en un mejor estatus del que ella se imaginaba. Y, aunque considera que el proceso de reconstrucción del país es largo y la vida en Caracas es costosa, ella prefiere mantener la emoción de estar en casa, tener estabilidad y apostar al país.

“Siempre hay cosas malas, pero también hay cosas buenas. Y, bueno, también a nivel de percepción decidí enfocarme en lo positivo y ver la oportunidad”, explica con determinación.

Se sorprendió gratamente con los cambios en la seguridad, el clima amigable de la ciudad y una contagiosa vena emprendedora. Sin embargo, asegura que lo ideal es conseguir el área donde cada cual pueda aportar lo mejor de sí mismo.

“Yo creo que es indispensable encontrar el nicho en el que le puedes aportar al país con todo lo que ya aprendiste con tus padres, con tu educación, con tu familia. El mayor reto va a ser ver como aportas desde ti, desde lo que te gusta, desde lo que has aprendido. Y, así, ver cómo reconstruimos a Venezuela desde una óptica nueva”, reflexiona Alejandra.

Y continúa con un mensaje: “Creo que para aportar hay que desaprender cosas que culturalmente teníamos engranadas en la cabeza. Es posible que viviéramos en una burbuja que, quizás, hoy en día ya no aplica o que no es la mejor manera de reconstruir el país. Creo que hay que reformular ciertas creencias y soltarlas. Muchos venezolanos crecimos con miedos como la inseguridad o la misma migración. Esos miedos hay que dejarlos atrás para poder aportar al país como se merece”, dice Alejandra que, además, sentencia que ser parte del cambio solo se logra estando y viviendo en Venezuela.

Valentina: 100 por 100 segura de quedarme

Valentina Alturú tiene 29 años y es egresada en Comunicación Social mención Audiovisual. Valentina cuenta que se fue de Venezuela en 2018, con la ilusión de trabajar y crecer en su área. Y, aunque consiguió un buen empleo como directora de una empresa de publicidad y logró iniciar un emprendimiento como wedding planner en España, no le resultaba tan fácil sostener su negocio.

La razón es que necesitaba tener más de 20 eventos al mes para poder mantener su marca y lograr un retorno económico que le permitiera ahorrar algún dinero. Así que regresó en 2020, en plena pandemia y cuarentena en Venezuela.

“Yo no regresé por la pandemia, sino porque estaba pasando un poco de trabajo allá. No era tan fácil. Y me dije ‘¿y por qué no regreso? Es mi país. Y uno se mueve mejor en su tierra’. Vine a visitar a mi familia, que tenía como dos años sin verla, y de paso ver qué tal me iba. Y me di cuenta que todo estaba encaminado, lo sentí como una señal… y me quedé”, comenta.

Ya en Venezuela, Valentina decidió crear algo propio. Así creó la marca de mantequillas Nuthing Better, que ya va a cumplir dos años.

En Venezuela dice haber conseguido la estabilidad que buscaba. “Me siento más estable. Tengo mi casa. Evidentemente todo subió de precio ahorita, pero jamás va a ser como en otro país. En otro país eres y serás extranjero para siempre. Y esa es la desventaja”, reconoce.

Confiesa que le costó un poco readaptar su estilo de vida acá, pues es muy diferente al que tenía en España.

“Básicamente por el tema de los sueldos. Aunque el trabajo en España es difícil, los sueldos son mejores. Allá hay muchos planes sociales. En cambio aquí prácticamente te encierras en tu casa, y sales una que otra vez. Y esa vez te gastaste todo tu salario mensual. Allá hay más libertad en gastos de ocio”, cuenta.

Aunque es difícil enriquecerse con un emprendimiento, Valentina está cien por ciento convencida de quedarse en Venezuela. Por ella, por su negocio que no piensa abandonar, por su familia y porque es su país.

“Evidentemente, cuando me fui, creía que las oportunidades estaban afuera. Pero no. Las oportunidades están aquí. Hay que dedicarle muchísimo empeño y trabajo, pero todo viene de las ganas de uno de hacer crecer y de echar para adelante. En mi caso, sé que mi negocio va a contribuir a la sociedad porque doy trabajo y ofrezco productos de calidad”, dice con especial ánimo.

Así como ella, muchos jóvenes que estuvieron lejos ahora logran mirar lo que realmente tiene valor.

Daniela: emociones y acciones

Daniela Weill tiene 33 años. Se fue a Miami en 2014 y aunque tenía un excelente trabajo en la firma cosmética Estée Lauder decidió regresar a su casa en 2021.

Cuando decidió emigrar, en 2014, lo hizo por razones meramente económicas. Como le pasó a muchos venezolanos en esa época, encontró un trabajo bien remunerado pero, con la hiperinflación, “al poco tiempo no podía comprarme ni un traje de baño”.

Al mes y medio de haber llegado a Miami, empezó a trabajar con la marca Clinique. Sin embargo, sus emociones siempre estuvieron acá. Así que, al igual que otro tanto de jóvenes, al estar dolarizada la economía, ya no había impedimentos para regresar junto a su familia. También pesó que era la única de sus hermanos viviendo afuera.

Para Daniela, el cambio siempre es una decisión personal. “Emigrar es súper difícil. Inclusive para mí que técnicamente soy ciudadana de otro país. Creo que todo el mundo tiene en su mente que todo está mejor del otro lado y realmente el cambio empieza por uno. La decisión de vivir bien empieza por uno”.

Ve el futuro de Venezuela con optimismo: “Pienso que vamos por buen camino en el sentido de que la gente está despertando a ver el país de otra forma, a ver posibilidades. Sí hay un trabajo importante que hacer y la juventud tiene un reto inmenso, pero al mismo tiempo tiene muchas oportunidades, nuevas aperturas, nuevas ideas. Aquí, teniendo la red de apoyo de conocidos y familiares, es mucho más fácil emprender que afuera, donde posiblemente uno no conozca a nadie”.

Separar el tema político del crecimiento personal ha sido clave en la reestructuración del país, según lo percibe Daniela. Argumenta que, si cada cual mejora su vida personal, automáticamente repercutirá en un gran cambio a nivel de país.

Para Daniela. el país todavía enfrenta muchos retos legales, de gobierno y monetarios, pero cree firmemente que eso ha hecho que la sociedad sea resiliente.

Emilio: aquí hay más “cancha”

Emilio Monteverde, de 28 años, forma parte de los jóvenes que emigraron agotados por la crisis y las pocas posibilidades y que decidieron regresar. Lo hicieron porque consideran que su familia y sus oportunidades están aquí.

Estudió Mercadeo de Moda en Italia y Malasia. Dice que decidió regresar porque “este es mi país” y siente que tiene más oportunidades de crecer, ahorrar y tener estabilidad ya que, al vivir en su casa familiar, puede ahorrar en renta y servicios.

“El país no se ha arreglado pero, al tener más cancha, puedo emprender”, cuenta. Y es lo que ha hecho. Junto con su familia inició una marca de ponches llamada Ponchequito e impulsó su propia marca de ropa Random Brand, así como otros negocios.

Emilio ya inició dos marcas, una gastronómica y otra textil, además de otros negocios. Foto cortesía

Andrés: fe en la apertura

En 2019, cuando tenía 23 años, Andrés Creixems emigró en plan de prueba pero prefirió regresar a los pocos meses porque, dice, su familia y su negocio están aquí.

Andrés, administrador de empresas y comerciante, tiene fe en que se están abriendo las vías de apertura comercial. Piensa que el país dolarizado permite emprender y planificarse mejor pues la hiperinflación en bolívares ya no se llevará las inversiones ni los inventarios.

Para él, lo fundamental es la confianza. “Ojalá vengan inversionistas de afuera. Sería importantísimo que regresen el apalancamiento y los créditos. Todo lo que se está haciendo ahora es con el músculo financiero directo de alguien”.

El común denominador de quienes regresan es la felicidad de reencontrarse con sus seres queridos, de poder compartir su crecimiento en familia y bajo unas condiciones no tan aprehensivas económicamente.

Después de todo, las oportunidades son de quienes tienen la capacidad para asumirlas y adaptarse. Creer y hacer. Esa es, en cualquier país, la principal ley del progreso.