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Un pastor que no podrá ser olvidado: El adiós a Mons. Miguel Antonio Mejía / por Ricardo Hospedales

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El 15 de octubre de 1946, mientras dormía, Mons. Mejía, sintió un fuerte dolor abdominal, que lo obligó a llamar a su hermana. Los médicos Manuel Felipe Flores y Lino Maradey, le precisaron un “edema pulmonar”. Su sobrino, Abel Mejía –también médico–, vino de Caracas con un especialista, y confirmó el diagnostico. En diciembre viajó a Caracas para asistir a la Conferencia Episcopal (enero 1947); se hizo un chequeo médico y los resultados no fueron alentadores.

El 9 de enero de 1947, Mons. Mejía, viajó a Trujillo, y en Valera celebró una Primera Comunión el día de Lourdes. También visitó: su natal Mendoza, Betijoque, y Carvajal, pueblos que sirvió como sacerdote. A su regreso, los médicos insistieron para que permaneciera en Caracas, en procura de su salud, pero respondió: “Quiero morirme en mi diócesis”, y el 6 de abril, estaba en Cd. Bolívar.

A pesar de su quebrantada salud, presidió en Catedral, la Semana Santa, la fiesta del Corpus Christi (que también lo celebró en las Capillas del Santísimo, y del Asilo SVP). Igualmente presidió, la Ascensión del Señor, y la Solemnidad de San Pedro y San Pablo. El 5 de julio, cantó él Te deum, y ofrendó en la Plaza Bolívar. Celebró a la Virgen del Carmen en La Alameda, y a Santa Ana en la Capilla del mismo nombre, y en agosto, fue a Soledad, para las fiestas patronales. Finalmente, una eczema en la pierna, lo redujo a cama. El 1 de octubre, se agravó, y el miércoles 8, a las 6:55 p.m., susurrando las palabras, Domine, in manus (Señor en tus manos), falleció en el Palacio Episcopal, cumpliendo su más ardiente anhelo. En 2 ocasiones le propusieron cambios, como obispo de San Cristóbal y como Arzobispo de Caracas, pero respondió: “Cuando me nombraron obispo, juré servir a Guayana hasta mi muerte, y aquí, quiero morir”.

Los doctores, M.F. Flores, Lino Maradey, Carlos Burgos y Fernando Huncal, practicaron la autopsia y prepararon el cadáver, que fue expuesto en Capilla Ardiente en el Palacio Episcopal, custodiado por las FF. AA. Nacionales. Al día siguiente, hubo Misas a las 5, 6, 7 y 8 de la mañana. A las 3 de la tarde, el Deán, Pbro. Dámaso Cardozo y el Capitulo rezaron el oficio de difuntos.

A las 5 P.M. en avión expreso desde la capital, llegaron Mons. Lucas G. Castillo, Arzobispo de Caracas, Mons. Pirozzi, Secretario de la Nunciatura, Lucila Palacios, y el Dr. Guerrero Matheus, en representación de la Asamblea Constituyente, y los Pbros. Ramón Lizardi, Carlos Sánchez Espejo, Alfonso Alfonzo Vaz, y Hortensio Carrillo, Párroco de Santa Teresa, y el Maestro de Ceremonias del Ejecutivo Nacional. Por vía terrestre arribaron Mons. Constantino Gómez Villa, Vicario Apostólico del Caroní, acompañado de los Capuchinos: Fray Patricio y Fray Bonifacio, también llegaron los Pbros. Francisco González (Caripito), Jesús Arias (El Tigre), Luis Frassato (Barcelona), Diógenes Morales (Maturín) y Francisco Silva (Cantaura).

El 10 de octubre, en la Capilla Ardiente, las Misas empezaron a las 4 A.M. A las 9:30, salió el féretro, llevado por sacerdotes, lo acompañaron el Gobernador del estado, Dr. Fernando Álvarez Manosalva, el Tren Ejecutivo, el Poder Judicial, el Cuerpo Consular, los Gremios profesionales, los Colegios Católicos, las Asociaciones religiosas y muchas personas. El Batallón acantonado en la plaza, le rindió honores militares, y la banda dirigida por “Fitzy” Miranda, entonó el himno nacional, el cortejo se desplazó alrededor de la Plaza Bolívar, y tardó más de una hora en llegar a la Catedral, para las solemnes exequias, presidida por el Arzobispo de Caracas; para ese momento, habían llegado Mons. Gregorio Adams, Obispo de Valencia, su Vicario Mons. Jacinto Soto, y el Pbro. Bernardo Heredia (Guacara-Carabobo).

El Canónigo Constantino Maradei dijo la oración fúnebre, el Pbro. Sánchez Espejo pronunció unas breves palabras, y se leyó el acuerdo de la Asamblea Constituyente. También se entonaron responsos: Mons. Gómez Villa, el Secretario de la Nunciatura, el Deán y el Penitencial del Capítulo, P. Cardozo y P. González Velásquez, y las bendiciones finales las pronunció el Arzobispo Metropolitano; finalmente, fue sepultado en el presbiterio frente al trono episcopal (exactamente detrás de donde se encuentra actualmente el púlpito). Allí permaneció hasta 1978, cuando fue trasladado a la nave de Santo Tomás apóstol, junto a, los obispos Mohedano y Durán.

Las Misas del novenario se celebraron en la Catedral a las 8:15 a.m. y a las 8 de la noche en el Palacio Episcopal, se rezaban los 15 misterios del rosario.

El pueblo de Valera lo declaró “hijo Predilecto” y le dedicó una estatua pedestre en una plaza, en cuyo pedestal se lee la siguiente inscripción. “bajó al sepulcro con la entereza moral del hombre justo, la satisfacción de un sacerdote consagrado al bien”.

Ricardo H.
08.10.2024.