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Si no es perpetua, no es Justicia | por Claudio Zamora

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Después de tres años de juicio se conoció la sentencia contra los imputados de asesinar al adolescente argentino Fernando Báez Sosa, ocho condenados integrantes de un equipo de Rugby le dieron una paliza a su víctima a la salida de una Discoteca, patadas en la cabeza y en la cara aún después de estar inconsciente provocaron una hemorragia interna que terminó en su muerte. Cinco de ellos fueron condenados a cadena perpetua y los restantes a quince años de prisión como participes secundarios. La participación de un abogado de la farándula bonaerense, más la sobreexposición de las redes al alcance de la mayoría transformaron el juicio y su desenlace en un hecho noticioso de alto rating, casi 100 mil personas se conectaron al canal de Youtube de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires para conocer el veredicto y muchas otras siguieron sus incidencias al punto que se promovieron encuestas en línea sobre un posible sentencia como si la misma se tratase de una elección popular y que quieran o no, debe de haber influido en el ánimo del jurado. Lejos de los análisis banales y los diagnósticos apresurados debe surgir una pregunta que nos debe llamar a una profunda reflexión ¿Por qué se ha vandalizado la conducta de los adolescentes al punto de sentirse inmunes a los castigos? Debemos de recordar que las pasadas protestas en Chile antes de las elecciones que destruyeron importantes bienes públicos, fueron realizados en su mayoría por grupos de adolescentes, de igual forma en Brasil son comunes las guerras de pandillas así como en México y Centroamérica, en Venezuela son comunes las guerras de liceístas que dejan cuantiosos daños a personas y bienes. En definitiva, la nueva generación se ha acostumbrado a actuar en “gavillas” termino que usa la criminología para definir a las asociaciones de individuos vinculados por lazos de amistad o parentesco que cometen un delito. Lo primero que es digno de análisis debería ser la evolución del concepto de Culpabilidad, que desde el derecho Romano se manejaba como un concepto individual y que poco a poco se ha ido colectivizando para las nuevas generaciones, ya no se hace el esfuerzo de individualizar las conductas porque resulta más cómodo para la autoridad generalizar las mismas. Los castigos generales de las maestras a sus alumnos cuando sorprende un desorden en el aula, las vueltas de todo el equipo a la cancha como castigo por el resultado o la pereza en el entrenamiento, las críticas a toda la orquesta por la desafinación de algún instrumento o los aumentos de sueldos generales independientes del rendimiento individual han transformado al individuo en un eslabón de la cadena, la perdida de estímulos individuales bajo un concepto muy “socialista” de la conducta, ha llevado a la nueva generación a comportarse como una manada y a tener un comportamiento atávico ante cualquier desafío de sus semejantes. Quiera Dios que esta sentencia haga despertar a padres, jóvenes y sociedad en general sobre la necesidad de rescatar la responsabilidad individual, estimular los valores, rescatar los códigos morales y en fin, saber que Fernando no era el Comendador de Fuenteovejuna y que en esta guerra no hubo vencedores sino sólo vencidos y desde distintas ventanas muchos padres lloran a sus hijos que de una u otra forma destruyeron sus vidas por pensar que juntos somos más fuertes cuando el objetivo no es construir. Si no es perpetua, no es justicia es un slogan muy simple para una tragedia muy compleja. Seguiremos conversando. [email protected]