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Psicólogo Ángel Oropeza: La familia venezolana se ha convertido en farmacia, escuela, recreo, centro de empleo y Estado

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La familia ha temido que asumir las tareas del Estado y de organizaciones de la sociedad, explicó el profesor universitario en el contexto del IV Congreso Venezolano de Psicología

Texto y fotos: Vanessa Davies

La salud mental de las venezolanas y los venezolanos es motivo de preocupación para Ángel Oropeza, psicólogo y profesor de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y la Universidad Simón Bolívar (USB). «Los resultados de Psicodata hablan de un venezolano psicológicamente muy complejo, tiene elementos contradictorios», explica Oropeza, al referirse a los datos de la encuesta sobre salud mental en Venezuela realizada por la UCAB.

Es «un venezolano que ama la libertad, pero al mismo tiempo exige que le pongan orden; ambas cosas coexisten en el venezolano. Es un venezolano que siente que no logra avanzar más en su vida porque se siente mal psicológicamente, pero cuando le preguntan si su vida vale la pena, dice que sí», reflexiona Oropeza en conversación con medios de comunicación en el contexto del IV Congreso Venezolano de Psicología que se realiza en la UCV.

Invita a huir de las etiquetas de los que dicen «todo está mal, todo está negativo» y de quienes aseguran que «todo está bien». «El venezolano tiene una cantidad de valores y elementos. Son las dos cosas. La invitación es a identificar dónde están unas y reforzarlas, para que se conviertan en escudo psicológico; y dónde están las otras para tratar de que no se refuercen».

-Hay déficit de centros de atención, de medicamentos de calidad. ¿Cómo podemos abordar esto?

-Tenemos un déficit de personal. Tenemos 0,8 psiquiatras y 1,2 psicólogos por cada 100 mil habitantes. Tenemos déficit de personal y de centros de atención, problemas de pobre remuneración, la gente no quiere trabajar en esta área porque se muere de hambre. Había 48 centros en 2022 y estaban muy deteriorados en la infraestructura, falta de mantenimiento, falta de personal, han cerrado la hospitalización. No hay centros para atender niños ni adolescentes en hospitalización. La gente ha tenido que recurrir a las familias y eso genera un problema, porque el enfermo no se va a curar en la casa, y mucho menos, si no tiene acceso a tratamientos, medicamentos y terapias adecuadas. Es un cuadro complicado, que tenemos que atender en su complejidad. No se trata de echar la culpa a nadie; se trata de diagnosticar adecuadamente qué nos pasa.

-¿El paciente mental no da rédito político?

-Algunos dicen eso: que parte del abandono de los psiquiátricos es porque los enfermos psiquiátricos no ofrecen rédito político. Pero uno confía en que son personas, y al ser personas, los intereses son igual de los demás. Es como la padre que tiene dos hijos, y uno está enfermo, y quiere a los dos por igual pero al enfermo le dedica más tiempo. Los estados deberían privilegiar la atención a sus hijos enfermos, que son los que más necesitan cuidado.

-¿Se está sobreexigiendo a la familia?

-Mucho. En Venezuela no nos damos cuenta porque somos de aquí, pero si usted le pregunta a una gente que viene de afuera sobre las cosas que hace la familia venezolana, le dirá que no es posible, porque en otros países lo hace el Estado o alguna organización. En Venezuela, si una persona se queda sin empleo, no hay seguro de desempleo. ¿A dónde acude? A la familia. Si una escuela está cerrada, ¿a dónde va el chamo? A la casa, para aprender a leer y a escribir. Si no sabe matemática, va con la tía sabia que está en la casa. Si se queda discapacitado por un accidente de moto, ¿a dónde acude? ¿A un centro de rehabilitación? No hay; acude a la familia. Al final la familia se ha convertido en todo: en farmacia, centro de recreación, centro de empleo, centro educativo.

-¿Qué consecuencias tiene?

-Esa sobrecarga tan grande de funciones hace que la familia tenga que descuidar su función básica, que es servir de piso psicólogico para el crecimiento de las personas. Por eso da dolor cuando mucha gente está «escupiendo para arriba» y dice que la culpa de lo que pasa en Venezuela es la pérdida de valores, o que la familia no cumple sus funciones. No. La familia no es el victimario; es la víctima, la que está resultando más afectada. La parte buena es que el venezolano siente un apoyo; a falta de tener dónde apoyarse, siente que la familia es todo. Eso nos hace un país con el concepto de familia mucho más acendrado.

-Si la familia es tan estructural para el venezolano, y la migración la está rompiendo, ¿qué consecuencias tiene?

-Ese es parte del problema: que también encontramos un duelo por la migración. 75% de la gente que estudiamos dice que ha perdido familia por migración, y tres de cada cuatro dicen que no han podido recuperarse emocionalmente. La migración no es solamente la gente que se va; son las consecuencias en la gente que se queda. Se debe manejar con criterios humanos, no solamente con criterios políticos.

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