Como predijo el escritor de Peonía, Manuel Vicente Romero García, «Venezuela es el país de las nulidades engreídas y las reputaciones consagradas» [1896 /El Cojo Ilustrado]
El fracasado golpe de Estado del 4F de 1992 debe ser recordado como la fecha más oscura de la historia republicana de Venezuela. En leva de armas un grupo de militares intentaron un golpe de estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez, que no resultó ser un complot contra un hombre sino contra la democracia y la libertad. Perdimos la república. No por unos pelotones que asaltaron la constitución violando el juramento de defenderla, sino por una conjura de notables, ansiolíticos y soberbios que hicieron que evento fuese plataforma de poder.
“El segundo gobierno de CAP será recordado como el gobierno más honesto y eficiente de la historia de Venezuela”, dice el exministro jefe de Gabinete Económico de CAP, Dr. Miguel Rodríguez. En el periodo 1989-1993 Venezuela pasó de 75% de índice de miseria a 30%. Registró el más alto crecimiento del PIB del mundo [más que China], el índice promedio de inflación más bajo del continente; niveló su balance de pagos [CAP recibió el país en 1988, con 300 millones de dólares en reservas para enfrentar 25.000 millones en endeudamiento, unos 100.000 millones de dólares al valor de hoy]; acabó con RECADI [versión rocambolesca anterior de CADIVI]; desmontó las tasas arancelarias y el proteccionismo cepalista de las notas de importación; liberó los tipos de interés y el congelamiento de precios; renegoció la deuda externa y apuntaló la producción petrolera».
Venezuela iba camino a convertirse en el “tigre latinoamericano” al ritmo expansivo de Singapur, Taiwán o Corea del Sur.
CAP II, golpe a medianoche
CAP fue la estrella de la Conferencia de Davos en 1992, por exhibir el más potente “come back” [recuperación], que haya tenido economía alguna. El ex secretario de Estado Henry Kissinger comentó a su presidente y compañeros de gabinete: “Este país llamado Venezuela es donde debemos estar e invertir. No lo para nadie”. A medianoche ocurrió el asedio contra La Casona y Miraflores.
Comenzaba la muerte anunciada de un proyecto histórico de desarrollo sostenible, prosperidad, remozamiento democrático [descentralización del Estado] e integración sólida de Venezuela en el mundo. ¿Por qué muerte anunciada? Porque el 4F no fue el inicio sino el final, la cúspide visible, de una soterrada conjura de muchos.
La salida de CAP la adelantó el 4F
El “por ahora” del teniente coronel Chávez Frías era la punta del iceberg. Más mito que realidad. La verdad histórica del MBR-200 es que existía un ardid más complejo. Y no por complotados estaban unidos, disciplinados y organizados. Como predijo el escritor de Peonía, Manuel Vicente Romero García, «Venezuela es el país de las nulidades engreídas y las reputaciones consagradas» [1896 /El Cojo Ilustrado].
Ese moje, que ha sido nuestro continuo histórico, no toleraba jefaturas. El 4F no fue un evento sincronizado. Fue un fracaso en un país portáti l-diría Adriano González León- donde la teoría del caos funciona. Vino la Sesión Extraordinaria del Congreso del 4F de 1992. Caldera con su discurso de mar de fondo, sentenció:
“No creo que los sublevados querían matar al presidente. No encuentro en el sentimiento popular la misma reacción entusiasta, decidida y fervorosa por la defensa de la democracia que caracterizó la conducta del pueblo en todos los dolorosos incidentes que hubo que atravesar después del 23 de enero de 1958 […] Cuando ocurrieron los hechos del 27 y 28 de febrero del año de 1989, desde esta tribuna yo observé que lo que iba a ocurrir podría ser muy grave. Nunca pretendí hacer afirmaciones proféticas, pero estaba visto que las consecuencias de aquel paquete de medidas que produjo el primer estallido de aquellos terribles acontecimientos, no se iban a quedar allí, sino que iban a seguir horadando profundamente en la conciencia y en el porvenir de nuestro pueblo”.
Este discurso fue el prefacio de la salida de Pérez el 23/05/93, sin derecho a la defensa, en un antejuicio de mérito express, y el epílogo de la democracia, que el propio Caldera profetizó con el sobreseimiento a Hugo Chávez el jefe del golpe de Estado fracasado.
Hoy nos preguntamos, ¿Quién defiende el 4F? ¿Qué es lo que ha “horadado” la conciencia, el porvenir y el sentimiento popular? ¿Qué no aprendimos del 4F?
No nos arañemos más
Aristóteles definió la demagogia como la corrupción de la democracia. La responsabilidad de la clase política es mantener la altura para anteponer la promoción de la convivencia pacífica, la educación, la justicia social, la cultura de la paz. Nada de lo que antecedió al 4F podía evitarlo. Tuvo razón Caldera cuando proclamó: “La situaciónhace más de treinta años no es la misma de hoy […] la inteligencia de la dirigencia política ha olvidado esa preocupación fundamental de servir antes que todo al fortalecimiento de las instituciones”. 30 años después de ese discurso de alegorías y reproches a otros, perdimos todas las instituciones. Al decir de CAP, hubiésemos preferido otra muerte.
“Ojalá que nos sirva la lección de esta crisis. Que se inicie una rectificación nacional de las conductas que nos precipitan a impredecibles situaciones de consecuencias dramáticas para la economía del país y para la propia vigencia de la democracia que tanto sacrificio ha costado a nuestro pueblo” [CAP].
Pero huelgan las lecciones no aprendidas. Eduardo Fernández fue defenestrado de Copei por apoyar a CAP, que era apoyar la institución democrática. A los demócratas los convirtieron en apóstatas. La unidad para rescatar la democracia sigue siendo ilusoria, y la rectificación, una deuda contumaz. El entusiasmo popular es irse de la polis.
El 4F no ha cicatrizado. La herida sigue abierta y la deuda histórica sin pagar. No por el golpe, sino por nuestra renuencia. Decía García Lorca: «El que quiere arañar la luna, se arañará el corazón». No nos arañemos más.
@ovierablanco
Cambio16