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Hoy domingo celebramos la Solemnidad de la Santísima Trinidad, reza el Credo de Atanasio

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Hoy, domingo después de Pentecostés, la Iglesia Católica celebra la “Solemnidad de la Santísima Trinidad”, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas y un solo Dios verdadero.

A lo largo de la historia, el conocimiento de la Trinidad ha ocupado a santos, teólogos y, por supuesto, a todo aquel que con amor ha querido conocer mejor su fe. Todo ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, anhela ese conocimiento desde lo más profundo, muchas veces, sin saberlo. No podría ser de otra manera, puesto que Dios nos ha creado para conocerlo y amarlo, y para estar siempre con Él -Dios es la plenitud que buscamos-.

No obstante, también es necesario reconocer que somos creaturas y, por lo tanto, seres limitados. Frente a Dios, (entiéndase) en presencia de lo sagrado, siempre habrá cosas que no podremos explicar, cosas que no podremos entender, preguntas que saltarán una y otra vez sin que encuentren respuesta definitiva. Por eso, es natural que sobrevenga cierto desconcierto, incluso un desánimo inicial, que habrán de ser superados, y en grado sumo, al contemplar, en oración amorosa, el misterio de la Trinidad. No olvidemos que Dios es eso precisamente: un “misterio”. Ya lo advertía Santa Juana de Arco: “Dios es tan grande que supera nuestra ciencia”; aún así, por amor, se ha revelado.

En la Iglesia Católica existe un Credo que explica extensamente a la Santísima Trinidad y a la Encarnación. En él están contenidas muchas verdades de fe sobre estos misterios y se afirma que es necesario guardarlas íntegramente para alcanzar la salvación. 

Además, dicha oración inspiró espiritualmente a Santa Teresa de Ávila y San Josemaría Escrivá.

Se trata de una profesión de fe que se originó posiblemente antes del siglo V o VI. Existen discrepancias entre los investigadores sobre quién es el verdadero autor, pero en la tradición católica se le conoce como Credo de Atanasio o de San Atanasio.

Por muchos siglos se le atribuyó al Obispo San Atanasio de Alejandría (297-373), gran Doctor de la Iglesia que se caracterizó por defender la verdad de la Encarnación de Cristo. Se ganó el título de Padre de la Ortodoxia (la recta doctrina), era llamado “la columna de la Iglesia” y es respetado tanto en Oriente como en Occidente

El Credo de Atanasio es conocido también como “Símbolo Quicumque” o “Quicumque vult” (“Quien quiera…”), ya que comienza con estas palabras en latín. 

Según el sitio web del Opus Dei, durante la Edad Media llegó a estar al nivel de importancia del Credo de Nicea (popularmente conocido como “Credo largo”). Además, en el Oficio canónico se rezaba los domingos hasta la reforma del Papa Pío XII (1956).

La gran Santa Teresa de Ávila, Doctora de la Iglesia, describió en su autobiografía que “estando una vez rezando el Quicumque vult, se me dio a entender la manera de cómo era un solo Dios y tres personas tan claramente, que yo me espanté y me consolé mucho. Hízome tan grandísimo provecho para conocer más la grandeza de Dios y sus maravillas”.

Asimismo, la Prelatura del Opus Dei indica que San Josemaría Escrivá pidió a los integrantes de su Obra que “el tercer domingo de cada mes se recitara el símbolo atanasiano” y aconsejaba meditarlo. En cierta ocasión expresó: “Aprendedlo, ¡es tan bonito!”.

A continuación el Credo de Atanasio compartido por la Enciclopedia Católica:

“Todo el que quiera salvarse, ante todo es necesario que mantenga la fe católica; el que no la guarde íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre. Y la fe católica es esta, que adoramos a un solo Dios en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad. Sin confundir las Personas ni separar la substancia. Porque una es la persona del Padre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo. Pero el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y coeterna majestad. 
Cual el Padre, tal es el Hijo, y tal es el Espíritu Santo. El Padre increado, el Hijo increado y el Espíritu Santo increado. Incomprensible el Padre, incomprensible el Hijo, incomprensible el Espíritu Santo. Eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo, y, sin embargo, no son tres eternos, sino un solo eterno. Así como tampoco son tres increados ni tres incomprensibles, sino un solo increado y un solo incomprensible. Igualmente, el Padre es omnipotente, el Hijo es omnipotente, el Espíritu Santo es omnipotente; y, sin embargo, no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente.
Así el Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios. Y, sin embargo, no son tres dioses, sino un solo Dios. Así también el Padre es el Señor, el Hijo es el Señor, y el Espíritu Santo es el Señor. Y, sin embargo, no son tres Señores, sino un solo Señor. Pues, así como la cristiana verdad nos compele a reconocer que cada Persona por sí misma es Dios y Señor, así mismo la religión católica nos prohíbe decir que hay tres dioses y tres señores.