Por Vanessa Davies
“Creo que hay un cansancio de la sociedad hacia el liderazgo político, y lo hay porque siente que no ha habido resultados. La gente puede comprender que no se consiga un resultado; lo que no puede entender son las peleas entre la misma oposición”, explica el director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la UCAB. “Todo voto que no sirva para derrotar al gobierno sirve para legitimar el proceso electoral”
Democracia y participación electoral, la protesta pacífica como forma de participación y los retos en educación son tres de las 10 mesas de trabajo que se desarrollarán en el Primer Encuentro de Líderes Sociales y Comunitarios por Venezuela, organizado por el Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB). Ese fue el pretexto de la conversación que contrapunto.com sostuvo con el director del Cepyg, el profesor Benigno Alarcón, y que -obviamente- transitó por otros caminos.
“Progresivamente una de las cosas que está pasando, y es lógico que sea así (porque pasa en todos los regímenes de esta naturaleza) es que en la medida en que la gente va perdiendo la esperanza de que las cosas pueden cambiar se va separando de la lucha política y se va encerrando en su propia vida”, describe Alarcón. “Las prioridades son buscar la comida, pagar las medicinas, ganarse el dinero necesario para poder vivir. Y eso hace que todo el mundo se empiece a desconectar”.
Entonces es clave “reconstruir el tejido social, y para que se reconstruya el tejido social lo primero que hay que hacer es que aquellas personas que tienen vocación por liderar, y la capacidad para liderar, tienen que encontrarse”, detalla. “En la medida en que se encuentran descubren que no están solos, que hay otras personas que quieren hacer lo mismo y tienen los mismos intereses. Aprende de la experiencia uno del otro”.
-¿Qué sucede con el liderazgo político?
-Una de las cosas que está pasando es que el liderazgo político está demasiado entretenido en una lucha entre ellos mismos para liderar. Creo que el principal problema es que están encerrados en su propia realidad, sin mirar hacia afuera, y están muy concentrados en pelear entre ellos para ver quién ocupa la posición de liderazgo. Puedo entender que la posición de liderazgo, en este momento, es algo muy atractivo.
-¿Por qué?
-Porque al final quien logre producir un cambio político en Venezuela, por la vía que sea, va a ser un personaje trascendental en la historia, sin lugar a dudas. Esta es quizá la pelea más importante después de la Independencia. Va a ser un actor fundamental, como lo fue Betancourt en 1958, como lo fue Wolfgang Larrazábal en ese momento de transición política. Este va a ser un personaje tremendamente importante. Incluso más importante que algunos personajes clave de la historia contemporánea. Claro, las ambiciones se entienden. Pero pareciera que lo que no se está entendiendo es que la lucha entre el liderazgo político termina haciendo a un lado la lucha que de verdad importa, que es la lucha por ese cambio político. Hay una lucha por liderar el cambio político y no una lucha por hacer el cambio político, y ahí está el gran problema. Eso la gente lo percibe y, cuando lo percibe, se va alejando de esos liderazgos, porque siente que esos liderazgos están en una pelea distinta de la que la gente quiere que se dé.
-¿La electoral?
-La pelea por el cambio político. Esa pelea se puede dar por la vía electoral o por otra vía. No es verdad que los cambios solamente se pueden dar por la vía electoral. Lo deseable es que sean por la vía electoral, pero no es cierto que se pueden dar solamente por la vía electoral. Las transiciones se han producido de formas muy diversas. Creo que hay que diferenciar entre los mecanismos democráticos y los mecanismos para alcanzar la democracia. Ha habido procesos de transición, no digo que sea el caso de Venezuela, en los que el cambio político se dio por un golpe de Estado, que es un mecanismo no democrático. Como Venezuela en 1958. Pero eso produjo una democracia. Como ha habido golpes de Estado que no han producido democracia, sino que han puesto a otras personas en el poder que se han quedado allí, como Egipto y Zimbabue. Hay que diferenciar entre los mecanismos por los que se produce un cambio político y los mecanismos democráticos, que no siempre coinciden. Lo ideal es que el cambio sea por una elección, pero no siempre los gobiernos autoritarios están dispuestos a hacer una elección que permita ese cambio. La elección es un camino, pero no es el único camino. La gente, al final del día, responde mucho a las expectativas. Si la gente siente que esta elección es la elección para lograr un cambio, o que contribuye en alguna medida al cambio, la gente se va a esa elección.
-¿La gente lo percibe así en este momento?
-Yo tengo dudas. Mi impresión es que no. En primer lugar, la gente entiende que unas elecciones regionales y municipales no significan un cambio de gobierno a escala nacional, y la gente siente que con la gran pelea que hay entre las oposiciones no hay manera de avanzar en ese proceso. En aquellos lugares donde la gente puede preservar un alcalde de tendencia democrática va a buscar no perderlo. Espero que en El Hatillo gane el alcalde actual, que en Chacao gane el alcalde actual, que en Baruta suceda lo mismo. Y si no gana el actual va a ganar alguien de la misma línea, no va a ganar alguien de la línea opuesta. Pero en aquellos lugares donde la gente siente que no tiene oportunidades, que no va a pasar nada, que no va a poder cambiar las cosas, la gente no va a ir a votar.
Los estudios de opinión indican que la participación en el evento del 21 de noviembre ronda 45% o 50%, “una participación moderada”, apunta. Alarcón suma, también, cómo “se concentra el voto opositor en unos pocos candidatos, porque si no lo concentras de todas maneras vas a perder aunque la gente salga a votar, porque va a haber una gran dispersión del voto; eso fue lo que pasó en la Asamblea Nacional en diciembre de 2020”.
En esta elección hay 3 mil cargos en disputa “y tienes 70 mil candidatos, lo que te da un promedio de 23 candidatos por cargo. Las posibilidades de poder ganar a 3 mil candidatos chavistas, cuando tienes 67 mil candidatos de oposición, es prácticamente imposible”. La dispersión del voto “juega en contra de la oposición y a favor del gobierno, que puede ganar siendo minoría; puede ganar, incluso, teniendo la minoría de los votos”.
-¿La sociedad está cansada de los políticos? ¿De estos políticos?
-Creo que hay un cansancio de la sociedad hacia el liderazgo político, y lo hay porque siente que no ha habido resultados. La gente puede comprender que no se consiga un resultado; lo que no puede entender son las peleas entre la misma oposición.
Alarcón refiere que el Centro hizo grupos focales entre personas de oposición, y encontraron que quienes seguían algún liderazgo “en su mayoría estaban apegados a Guaidó”. Ese sector piensa que no hubo cambio político “porque la oposición abandonó a Guaidó”. El grupo de opositores que no sigue a Guaidó coincide en que no hay cambio político “porque la oposición está dividida”. La percepción de la gente “es que la oposición está dividida, y que mientras esté dividida no se puede lograr nada”.
La gente pide coherencia, afirma. “Que la oposición entienda que se tiene que unir para producir un cambio político”, que “estén unidos no solo de la boca para afuera, sino que haya una estrategia común, y esa estrategia común nuevamente puede ser votar o puede ser otra cosa, pero la gente espera una sola línea y no que unos digan que esto sirve y que los otros digan que no sirva para nada; que el esfuerzo se sostenga y no se abandone poco tiempo después”.
Justamente, lo que atenta contra el éxito electoral es “que la gente siente que no se es coherente; unos llaman a votar y otros llaman a no hacer; unos llaman a votar por mí, y otros llaman a votar por el otro”, expone.
-¿Usted votaría?
-Yo voto dependiendo de quién es el candidato que me ponen enfrente en el lugar. Si tengo al frente a un candidato que representa a la oposición, y que ha sido producto de un consenso entre la oposición y que tiene oportunidad de ganar, yo voto. Si tengo al frente a un candidato que no tiene oportunidades de ganar, no voto. Y te digo por qué: Todo voto que no sirva para derrotar al gobierno sirve para legitimar el proceso electoral. Ese es el gran problema que tenemos. Si soy un elector de Chacao, Baruta o El Hatillo, creo que no tendría ninguna duda de votar, porque estoy seguro de que el voto se va a concentrar en un candidato justamente para rechazar al gobierno. Cuando te vas al caso de Miranda en este momento, tengo dudas muy grandes. Sé que no se van a unir, sé que si no se unen van a perder y sé que esa pérdida va a servir para legitimar al que gane, y el que gane va a ser el candidato del gobierno. Los votos que no sirven para derrotar sirven para legitimar. El escenario ideal para el oficialismo es tener una elección donde participe mucha gente, donde vote mucha gente y donde el gobierno gane. Y lo que el gobierno necesita para ganar en una elección donde vota mucha gente es que el voto opositor se disperse, porque la mayoría de los votos van a ser opositores. En cualquier lugar donde haya una votación elevada la mayoría de los votos van a ser de la oposición. El oficialismo va a sacar, en el mejor de los casos, 30%. El resto de los votos van a ser de la oposición. Pero sí picas los votos de la oposición en dos, tres, cuatro o cinco toletes no hay manera de poder ganar. Esos votos que sumas y no sirven para ganar sí sirven para legitimar al que gana.
Contrapunto Fotos: Miguel Hurtado-Archivo Contrapunto