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Circo de marionetas. Por Claudio Zamora

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Conocí al tocayo Claudio Fermín a principios de los años 90, andaba en campaña presidencial y por complacer la petición del buen amigo Carlos Valery que hoy se encuentra en Chile, lo acompañe a un acto de campaña en la vecina población de Soledad, era casi mediodía y el calor era inclemente lo que me hizo desistir de sumarme a la romería que recorría el pueblo, preferí agazaparme en una sombra a esperar que mi amigo señalase el itinerario que cumpliríamos, Carlos era muy buen amigo del candidato y por esa razón fuimos invitados al almuerzo en una casa de un seguidor donde la residencia se hizo pequeña para recibir a tantas personas con las más insólitas peticiones, allí comprendí que para muchos, un político de renombre en un pueblo lejano es como la aparición de una virgen en tiempos de peste, ¡¡una esperanza milagrosa¡¡ Los pocos que lograron acercarse al personaje luego de haberse cambiado la guayabera bañada en sudor y tratar de prestarle atención, llegaron con requerimientos de casas, sillas de ruedas, operaciones y hasta uno que le pidió al candidato que intercediera con su mujer para que regresara a la casa después de haberlo abandonado. Se habilitó una mesa principal y unas cuantas adicionales donde se les sirvió comida a cuanta persona logro acceder a la parte interna, en la calle había un centenar esperando ver, tocar o hablar con el candidato. La amistad de Carlos con el personaje me permitió sentarme puesto de por medio y cruzar algunas palabras en los reducidos e intermitentes minutos en los cuales no era distraído por peticiones, gracias a Dios los celulares no habían desarrollado las cámaras en los teléfonos porque otro hubiese sido el resultado. Admiro la extraordinaria memoria de los políticos, al menos para los nombres, llamaba a cuanta persona conocía por su nombre y a mí desde nuestra presentación me trato de tocayo. En una escasa oportunidad en la cual no tuve que alzar mucho la voz para preguntar, le recrimine de manera respetuosa la cercanía de un político desprestigiado del Estado y el cual se vio envuelto en los más sonados casos de corrupción de Bandagro, Corpomercadeo y otros cuantos organismos encargados de administrar fondos públicos y otorgar créditos a los productores, el personaje se encontraba en la comitiva cercana al candidato aun cuando sin hacerse notar y a prudente distancia. Con una actitud casi paternal y regulando el volumen de su respuesta me dijo en palabras más coloquiales Tocayo, en época de elecciones, borrachos, locos, ladrones y mariscos suman votos, después barreremos la casa. Yo que soy un pragmático extremo me quede mudo al escuchar tamaña respuesta y me dedique a saborear el copioso almuerzo. De regreso comente a mi amigo la situación y el mismo con más experiencia que yo en las lides políticas, me indico que era el correcto proceder en campaña. El destino fue generoso con el país y no permitió que su carencia de escrúpulos lo llevara a la presidencia. Hoy unos cuantos años después, y luego de que se ha transformado en uno de los personajes más odiados junto con Nicolás en la política venezolana, juega el papel de títere del gobierno para presentarse como candidato a la gobernación de Barinas para dividir los votos de la oposición, formando parte de la comparsa de marionetas pagadas por el gobierno. Seguirá sufriendo reveses en su carrera política, siendo ejemplo de la falta de dignidad, de rechazo y desprecio de una gran parte del país que conservamos algunos códigos morales innegociables, como la lealtad a su gente que sufre y padece los rigores de esta mal llamada revolución. Seguiremos conversando. [email protected]