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El maltrato a las universidades. Por Américo Fernández

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El maltrato a las Universidades libres y plurales como la Universidad Central de Venezuela (UCV), no es de ahora sino de siempre, desde su propia existencia. Se nos ha puesto bien claro que es muy cuesta arriba para los Dictadores, autócratas o gobernantes por el estilo, convivir con universidades de pensamiento libre. Ejemplos en la Historia venezolana hay unos cuantos. Detengámonos solo en el siglo veinte con Cipriano Castro y su compadre Juan Vicente Gómez y pasemos la vista por la llamada “Generación del 28”, por la puerta mayor de la UCV con el estudiante Eutimio Rivas sangrante, por las tierras húmedas y bucólicas del Palenque y mazmorras de La Rotuna con sus pesados grillos y sigamos la ruta del presente siglo con la denominada “Revolución socialista” que de socialista sólo da guiños a un socialismo tan abstracto como absurdo y ambiguo que nos hace ver en primer plano como muestra a la Rectora Cecilia García Arocha con las manos entrecruzadas en la cabeza denunciando con gritos a cuello franco una violación de las puertas de la UCV, por mandato acaso, de la vice de Tlaxcala que no deja de tensar su particular rienda de charrería? Un grito que tal vez se agudizó (siempre las notas agudas se oyen más lejos que el Do del pentagrama) al pensar que las Universidades en Venezuela llevan 14 años sin recibir el presupuesto adecuado, 11 años sin poder realizar elecciones libres de sus propias autoridades, tres con una contratación colectiva arbitraria y últimamente el traslado de las nóminas de los empleados al sistema central llamado “Patria”. Y los observadores se preguntan “será que estamos en dictadura o algo parecido” porque siempre se ha dicho que las dictaduras como la de Marcos Pérez Jiménez y los gobiernos autocráticos como el de Cipriano Castro, no pueden coexistir con las universidades libres o autónomas como la UCV. Por eso cultivan la manera de debilitarlas, doblegarlas, silenciarlas o cerrarlas aunque en plena democracia hemos visto algo igual. Hemos visto a un demócrata como Rafael Caldera a quien, por soberbia quizá, se le fue la mano hasta más allá de las rodillas. La “Operación Canguro” ordenada por él dejó estudiantes muertos y heridos que enlutaron a la UCV y la cerraron durante dos años. Un verdadero salto marsurpial. (AF)