«Creo, sinceramente, que lo que a estas alturas deberíamos estar analizando es por qué ninguno de los pueblos de América Latina ha salido del subdesarrollo», reflexiona Ramón Guillermo Aveledo sobre el 12 de octubre
Ramón Guillermo Aveledo
Era más sencillo el mundo cuando era niño. No solamente el mío, sino el mundo entero. Son tantos los matices que exige el lenguaje políticamente correcto que las complejidades implícitas en los procesos históricos, las múltiples transformaciones sociales, económicas, políticas, culturales y científicas se hacen más difíciles aún de nombrar y no diga usted de explicar que eso es literalmente interminable, porque siempre habrá fenómenos nuevos o aspectos nuevos o antes inadvertidos o insuficientemente comprendidos, de los fenómenos conocidos.
En mis días escolares, el 12 de octubre, fecha de la que esta semana se cumplen quinientos veintinueve años, era el Día de la Raza, aunque nos preguntáramos de cual raza se trataría pues no cabía en nuestra mente criolla el más mínimo racismo ni teníamos cultura para relacionarlo con “la raza cósmica” de Vasconcelos, fruto del mestizaje iberoamericano.
Después, acaso por alejarnos del franquismo sin darnos cuenta que la idea era de un filósofo mexicano y ministro revolucionario, se empezó a decir Día del Descubrimiento de América. Y vino la impugnación de esa noción por eurocéntrica, sin que deje de ser llamativo que se las escriba y proteste en español, francés, inglés o portugués y no en quechua, aimara, náhautl, por no decir wayuu o kurripako que son de las etnias de esta tierra venezolana, donde se ha formado este pueblo “café con leche” de Acosta Saignes que no puede negar sus raíces, las de los pueblos indígenas que aprendimos entraron al continente hace diez mil años por el estrecho de Bering y las de los otros venidos en los últimos quinientos de Europa y África
López Obrador, presidente de México, ha pedido perdón al pueblo yaqui en Sonora y exige a España que lo haga por la conquista, pero indigna a los decepcionados mayas por el despojo de tierras suyas por un proyecto ferroviario o por la violencia contra los tzoltzil en el Alto Chiapas, con la indiferencia o la complicidad de funcionarios gubernamentales.
El expresidente español Aznar respondió al reclamo con humorada inusual, acaso inoportuna, para llamar así al ruedo a Maduro que poca cosa ha hecho aquí por nuestros indígenas, salvo quitarles el voto universal, directo y secreto que es su derecho constitucional. Reavivándose un viejo debate, por motivaciones de política partidaria muy ajenas a la comprensión histórica. Los que no resuelven los problemas de hoy ni entienden los retos del futuro, provocan un pleito por los del pasado.
El Papa Francisco sí pidió perdón por los atropellos cometidos en nombre de la evangelización, pero desde un extremo se le critica y desde otro no se le reconoce, como tampoco se acredita la enorme obra de solidaridad que han llevado y llevan misioneros y misioneras católicos.
La discusión sobre los siglos de colonialismo en América, que significan bastante más que los abusos cometidos por conquistadores, no termina, pero como también aprendimos en la escuela, fue ampliamente estudiada por las llamadas “leyenda negra” y “leyenda dorada” y la equilibrada tesis criticista.
Creo, sinceramente, que lo que a estas alturas deberíamos estar analizando es por qué ninguno de los pueblos de América Latina ha salido del subdesarrollo. Logros ha habido e importantes, pero también sigue habiendo un significativo atraso y subsisten desigualdades inaceptables.
Al Norte, en las sociedades más avanzadas de nuestro continente, con niveles incomparables con todos nosotros al Sur del Rio Grande, parecen haberse acercado más a la promesa, la esperanza que significó el Nuevo Mundo. Y sin embargo hay desarrollos desiguales, inconformidades y hondas divisiones sociales con preocupantes consecuencias políticas. En Estados Unidos es sabido, pero se nota también en el sereno Canadá.
La agenda nuestra no es la de pleitos politiqueros. Debe ser la búsqueda de caminos para avanzar hacia el mundo nuevo de la promesa.
El Estímulo