El hampa no respeta ni los bienes de Dios. “Ya son varias las parroquias a las que les han hurtado las camapanas, San Antonio de Padua, Jesús de Nazareno, y la Coromoto”, dijo Monseñor Ulises Gutiérrez, Arzobispo de Ciudad Bolívar.
Ciudad Bolívar.- Ya el repique de campanas no se escuchará en muchas iglesias de Ciudad Bolívar. Y es que en menos de seis meses en cuatro templos católicos en la capital del estado Bolívar han hurtado sus campanas de bronce.
¿Quién dijo que el hampa respeta cuando se trata de los bienes de Dios? Hace menos de dos semanas, la parroquia Divino Niño, ubicada en el sector de los Bloques de la Paragua, a escasos 100 metros de la sede del Cicpc, amaneció un día sin su campana.
El hampa cargó con el pesado objeto de bronce en medio de la noche cuando la inseguridad reina en la zona.
“Ya son varias las parroquias a las que les han hurtado las camapanas, San Antonio de Padua, Jesús de Nazareno, y la Coromoto”, dijo Monseñor Ulises Gutiérrez, Arzobispo de Ciudad Bolívar.
Para la iglesia se trata de una vieja práctica delictiva que se ha acentuado en los últimos años en Venezuela, a raíz de la severa crisis economica, social y política que golpea toda la estructura poblacional en el país petrolero y minero.
Las campanas de bronce de los templos, se cree que son robadas para ser vendidas como chatarra y llevadas a su fundición. Una de estas campanas puede llegar a pesar hasta 40 kilos, lo que genera un buen valor en moneda norteamericana. Todo dependerá de su tamaño y peso.
“Esta es la realidad que vivimos”
Muchas de las campanas estaban expuestas en la parte delantera de los templos, lo que las hacía más atractivas a los amigos de lo ajeno, como en el caso de la parroquia Diviño Niño. Para muchos vecinos del sector el hecho de estar en cuarentena por el Covid 19 abrió las puertas a una mayor acción del hampa.
El prelado de Ciudad Bolívar afirmó que “esta situación, de la que no escapa nadie, es fruto de la realidad que vivimos y la pérdida de los valores morales. El deterioro social, la destrucción de la familia, el hambre y el poco valor del trabajo remunerado, lleva a algunas personas a adueñarse de lo ajeno, amparados por la oscuridad y por la poca o nula vigilancia policial”.
Como las empresas de fundición aceptan este tipo de material es posible que esto aliente esta práctica delincuencial. También, es común el robo de las tapas del sistema hidráulico, el cableado eléctrico, los candados y muchos otros objetos que estén expuestos y puedan ser fundidos.
“Muy lamentable toda esta situación, que cada día empeora, con el agravante de no tener a donde recurrir, La ciudadanía se siente desprotegida y acechada por el hampa”, añadió preocupado el prelado.
CM CNP 9261.