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Por: Gloria Cuenca

¿Quién nos lo iba a decir? ¡Fuimos castigados! El socialismo del siglo XXI, como el comunismo, dos versiones de un mismo mal, nos han puesto a penar: miseria, destrucción, ignorancia, mentiras y corrupción. Sin duda, un castigo. Dios todopoderoso sabe porqué permitió que este horror, con la anuencia de un montón de venezolanos, se impulsara y nos atrapara. Como amante de este país, me dediqué desde 1992, cuando ocurrieron sus fracasados golpes de Estado, a informar, denunciar, expresar lo que era y representaba el innombrable y su gente. No me escucharon. Solo muy pocos. Hay por allí gente que se empeña en decir que yo era comunista entonces, en el 92. Nada que ver. Me salí para siempre de esa nefasta ideología en 1979, al regreso de mi segundo viaje a China. Lo he narrado mucho, de diversas maneras, no quiero repetirlo aquí. Tampoco apoyé al innombrable, supe desde el comienzo que era comunista, lo dije, lo advertí. No me hicieron caso. 

Volvamos a lo que nos interesa. En primer lugar, miseria, por cuanto como ellos se creen los descubridores del “agua tibia”, destruyen todo lo bueno que hay para y que construir la nueva sociedad -eso creen algunos de ellos-, lo que no son capaces de hacer jamás. (Pdvsa es un ejemplo extraordinario). Así entramos en un tobogán que nos lleva, con casi todo, a la destrucción de las empresas y de lo que sea trabajo digno y limpio. Esto, por supuesto, está vinculado con la ignorancia. Los marxistas, en sus resentimientos -por cuanto eso son unos resentidos sociales, emocionales, existenciales e históricos- no pueden entender que el mundo avanza sobre etapas de gran progreso, enfrentado a los momentos de las guerras, que detienen el desarrollo. Ellos se dedican a hablar, a debatir, a conspirar, jamás a estudiar, ni a prepararse. Tienen la convicción de que la ideología lo puede todo y si tú eres comunista, ¿para qué estudiar? Todo aparecerá como por arte de magia en tu mente y podrás dirigirlo todo. Esa es una de las causas del fracaso. Por eso el despegue de China ocurre con la muerte de Mao y el regreso al poder del pragmático Teng Shiao Ping, y su célebre frase: “No importa de qué color sea el gato, lo que importa es que cace ratón”. Con lo que puso el acento en la necesidad de la competencia del humano para trabajar y mejorar las condiciones de vida de la persona. De allí se pasa a las mentiras. Vinculado, indudablemente, con la propaganda política y asumida como una política de estado. Las dicen las confirman en todos los niveles y solo cuando se ven al borde de una gran crisis deciden buscar la verdad. Es una madeja de mentiras que todo lo hace confuso y de difícil comprobación. Sus embustes son dichos y ellos mismos se los creen.

Finalmente, lo que de alguna manera se les devuelve y se transforma en una de las lacras que no pueden controlar: la corrupción. Construyen un estado, una sociedad sobre la base de los aspectos expuestos anteriormente, donde la vida es cada vez más compleja y difícil. Además, conjuntamente con todo lo anterior, han dedicado su verborrea y su práctica cotidiana a descalificar a denostar, a menospreciar la ética y los valores que la sociedad tiene y que son los pilares de la honestidad, la integridad, la veracidad y la dignidad de las personas. Se vuelven todos corruptos, siguen el ejemplo de los líderes que roban a diestra y siniestra, sin que demuestren culpa, remordimiento, mucho menos propósito de enmienda. (Todos murieron millonarios, siendo unos pobres de solemnidad y de haber pregonado que ser rico es malo).

La vida sin normas éticas y sin valores claros es una manera de impulsar los antivalores y estimular lo peor del humano. A eso se enfrentan los países cuando ese régimen se acaba. En países que surgieron a la caída del Muro de Berlín la corrupción es una de las peores circunstancias que se deben enfrentar. Se salva Polonia, por su profunda Fe católica, y Alemania por cuanto al reunificarse debieron aceptar las normas éticas de la República Federal Alemana. El Primer Ministro chino dijo en el Congreso de su Partido: “O acabamos con la corrupción o se muere la revolución”. “A confesión de parte, relevo de pruebas”, dirían los juristas. ¡Mírense en ese espejo!


GLORIA CUENCA | @editorialgloria

Escritora, periodista y profesora titular jubilada de la Universidad Central de Venezuela.

El Bolivarense no se hace responsable ni suscribe las opiniones expresadas en este artículo.