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Venezuela perdió la quinta parte de su territorio sin disparar un solo tiro | por Luis Alberto Perozo Padua

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Firma del Tratado de Límites entre Venezuela y Colombia, en el histórico templo de la Villa del Rosario, cercano a Cúcuta. Suscriben el canciller Esteban Gil Borges y el embajador de Venezuela en Colombia, José Santiago Rodríguez; el canciller Luis López de Mesa. Foto: Cronista de San Cristóbal

El 14 de septiembre de 1881 los Estados Unidos de Venezuela y los Estados Unidos de Colombia sometieron a la Corona de España sus diferencias fronterizas, “deseando poner término a la cuestión de límites territoriales que por espacio de cincuenta años ha venido dificultando las relaciones de sincera amistad y natural y antigua e indispensable fraternidad, con el objeto de alcanzar una verdadera delimitación territorial de derecho, …”, tratado que suscribieron los ministros Doctor Justo Aresomena, por Colombia; y el prócer Antonio Leocadio Guzmán, consultor del Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela.

Sin embargo, el conflicto se extendió por años y no fue hasta que María Cristina, la Reina Regente de España decidió aquella disputa limítrofe por el Laudo del 16 de marzo de 1891. 

Afirma la historiadora Delia Picón, que aquel año se dictó el Laudo Arbitral “sumamente favorable para Colombia” donde se le otorgó toda la Goajira y llegó hasta la margen izquierda del río Orinoco e incluyó la región de San Faustino en el Táchira.

Para la historiadora, aquel Laudo español contiene garrafales y notorios errores de importancia que las comisiones mixtas expusieron luego de la exploración de los territorios fronterizos.

“Por ejemplo, la Comisión mencionaba que el límite partía del Mogote Los Frailes, el que después nunca se encontró”, adicionando que las dificultades con las que se encontraron los demarcadores fueron en todo momento la inexactitud de las indicaciones de la sentencia arbitral.

La Comisión Mixta, designada por esta Comisión, demarcó y deslindó una parte de la frontera, en donde Colombia consideraba tener derecho a entrar en posesión inmediata de aquellos territorios resultantes a su favor en la aplicación de los aspectos no discutidos del Laudo español. Venezuela, en cambio, opinaba que ninguno de los dos países podía entrar en posesión de terreno alguno hasta tanto la línea de frontera común hubiera sido integralmente demarcada sobre el terreno.

En 1894, Venezuela le propuso a Colombia una política de compensaciones, entre ellas, la reforma de la línea limítrofe fijada por el Laudo a cambio de concesiones en materia de navegación y comercio fluvial que abarcaba el Lago de Maracaibo, negociaciones que el Congreso colombiano rechazó con contundencia fijando como posición que no negociaría lo que ya le pertenecía por el Laudo, confirmando la frontera en el sector de la Goajira, en Castilletes, como punto de partida.

El 29 de abril de 1900, se firmó el Acta de Castilletes, y en el punto extremo de la línea divisoria que separaba a la Costa de la Goajira, se levantó en la cima del Castillete, una columna formada de un agregado de piedras mientras se verificaban las operaciones astronómicas necesarias para fijar la longitud y latitud de dicha meseta o Castillete.

Gil Fortoul, agente de Venezuela

En 1918 Venezuela y Colombia convinieron en un segundo arbitraje ante el tribunal de la Confederación Helvética (Suiza), para esclarecer la ejecución del Laudo español de 1891. 

A tal fin, Colombia envió a un negociador y un diplomático, quienes se establecieron en Berna, la capital suiza, con suficientes fondos, contratando a dos de los mejores abogados suizos durante los cuatro años de estudio arbitral (1919-1922) y fomentando las relaciones públicas y las recepciones en la embajada. 

Por su parte, Venezuela envió a Suiza, al Dr. José Gil Fortoul, quien permaneció en Berna, la capital suiza, tan sólo por 24 horas y se radicó en París al considerar que Suiza era muy “fastidiosa”, según las crónicas, destacando que los suizos consideraron su actitud como “arrogante y desairada”. 

Iniciados los procedimientos, el Árbitro se dirigió a las partes, el 8 de julio de 1918, haciendo diversas consideraciones. 

Apunta el catedrático y diplomático Héctor Gros Espiell, que Gil Fortoul captó de inmediato el interés de la propuesta suiza y recomendó con prontitud que el Gobierno venezolano aceptase los buenos oficios ofrecidos por el árbitro, ‘porque así nos encaminaríamos de todas suertes a la revisión del Laudo español’. 

Según opinión de Gros Espiell, la documentación oficial demuestra que la Cancillería venezolana no entendió la esencia del problema, pues el tema de fondo fue marginado y los buenos oficios suizos cortésmente rechazados; en cambio se apreció, como favorable y ventajoso, para Venezuela, que se efectuaran trabajos topográficos previos a la decisión del Árbitro.

“Este error de la Cancillería venezolana, unido a otros, hacían inevitable el triunfo de la tesis colombiana. Gil Fortoul discrepó radicalmente de la actitud de su propia Cancillería, que creyó que podía defenderse, con éxito, en estricto derecho su criterio, sin necesidad de recurrir a una fórmula equitativa y global. Pero sus puntos de vista, lógicos e indiscutibles no fueron aceptados por sus jerarcas, por lo que sólo le quedó salvar su responsabilidad ante la historia”, detalla Cros Espiell.

Para este catedrático, Gil Fortoul debió librar una triple batalla contra un adversario hábil e inteligente, una Cancillería miope e incompetente y un medio ambiente nacional donde abundaba la envidia y la mediocridad intelectual. “La derrota de la teoría venezolana, derrota de la que Gil Fortoul no era culpable, le atrajo críticas injustas y reiteradas.”

Firman en Cúcuta

Una vez más Venezuela y Colombia firmaron el 5 de abril de 1941, en la ciudad limítrofe de Cúcuta, el Tratado sobre demarcación de fronteras y navegación de los ríos comunes; convenio a través del cual Venezuela cedió 108.000 km2 a la antigua Nueva Granada. 

Aquel día se reunieron los presidentes, de Venezuela general Eleazar López Contreras (1935-1941) y de Colombia, Eduardo Santos Montejo (1938-1942) en lo que hoy se conoce como Puente Internacional «Simón Bolívar» (entre San Antonio del Táchira y Cúcuta).

Según las crónicas, una amplia comitiva acompañó al primer mandatario venezolano, destacando el canciller Esteban Gil Borges y el ministro de Educación Arturo Uslar Pietri.

Rechazado por diputados venezolanos

El 6 de junio de ese mismo año de 1941 empezó la discusión en la Cámara de Diputados en donde se escenificaron acaloradas intervenciones de opositores como Rafael Caldera, Pedro José Lara Peña, Domingo Navas Spínola, Andrés Eloy Blanco, y otros, que calificaron el Tratado de lesivo para la integridad territorial de Venezuela.

Andrés Eloy Blanco señaló que, «(…) en cien años Venezuela ha perdido la quinta parte de su territorio sin disparar un solo tiro.» Y agregó: «Este Tratado, si es leído por nosotros, debe ser leído también por el pueblo de Venezuela. Mi opinión es que este mapa no solo debe venir aquí, sino que debe publicarse para que el pueblo de Venezuela sepa dónde empieza y dónde termina el río de sus dudas.»

El convenio fue aprobado por el Congreso Nacional de Venezuela el 18 de junio de 1941 (constituido en su mayoría por afectos a López Contreras), escenario que tuvo que acatar Isaías Medina Angarita ratificando el tratado el 21 de agosto del mismo año.

En marzo de 1952, la fragata colombiana Almirante Padilla ancló en Los Monjes y atacó a embarcaciones pesqueras venezolanas. Pasaron varios meses para que la Marina de Guerra venezolana reaccionara ocupando el Archipiélago de Los Monjes y apostando varios barcos en aguas territoriales.

Fuente: Delia Picón. Historia de la Diplomacia Venezolana. Universidad católica Andrés Bello. Caracas 1999.

Héctor Gros Espiell. Un episodio de historia diplomática: Gil Fortoul y el Laudo suizo del 24 de marzo de 1922. Boletín de la Academia Nacional de la Historia.