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Venezuela: las primarias, el crucifijo y el ajo | por Thays Peñalver

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¿Habrá elecciones libres y democráticas en Venezuela en 2024? No. En absoluto. Entonces, ¿por qué sostengo que las primarias son tan importantes, si no las más importantes de su historia? ¿No es acaso, una gigantesca contradicción?

Pido al lector venezolano paciencia infinita, con la finalidad de explicarle al lector español y europeo lo que sucede y viene a continuación. Cuando Hugo Chávezcomo buen antidemócrata, dio la orden de colocar en el poder y a dedo a su sucesor, Nicolás Maduro, el asunto no fue bien recibido por el Partido Socialista Unido. Competían por el liderazgo más de seis facciones altamente divididas. 

El problema no fue otro que Chávez escogió al más impopular entre su gente y para que pudiera gobernar echó mano de un convenio entre las cuatro facciones más fuertes del partido, que rápidamente se convirtió en un triunvirato, al ser purgado el chavismo ortodoxo, tras enviar a sus cuarteles de invierno a todos los viejos apoyos y principales exministros del caudillo. Así se quedaron las alas de jóvenes comunistas, militaristas y económicas cogobernando temporalmente con el nuevo presidente.

Y así se llegó la primera elección sin Chávez, en abril de 2013. Por primera vez y desde 1998, el Partido Socialista Unido había perdido contra la unidad opositora. Y por primera vez en la Historia, con el populismo de la petrochequera aún a tope, con todas las trampas, abusos y chantajes, vieron cómo un millón de sus votantes habían migrado a la oposición. Ganaron finalmente por la mínima gracias a un puñado de votos de pequeños partidos. Así que todos en el chavismo se vieron las caras, cuando su nuevo líder demostró que era tan impopular adentro como afuera.

Y allí ocurrió lo inevitable, la burbuja financiera explota y ese fue el caso del petróleo que, de cien dólares por barril en 2013, terminó apenas rozando los 30 en la elección de 2015. En apenas dos años se le había acabado todo el apoyo a la revolución bolivariana, Chávez, o la imagen de abundancia, era recordado por todos, pero ya casi no había chavistas en la administración, llevando la impopularidad del sucesor a cerca del 80% de los votantes (Datanálisis).

La sorpresa de 2015

Vista la gigantesca impopularidad interna, el sucesor se dedicó a purgar a diestra y siniestra, hasta que finalmente terminaría desterrando e incluso enviando a la cárcel a no pocas de sus figuras máximas. Y así llegó a las elecciones parlamentarias de 2015, donde apenas un tercio de los votantes se decantó por el Partido Socialista Unido y la oposición conquistó la abrumadora mayoría de la Asamblea Nacional.

Puertas adentro, lo que quedaba del chavismo acusó el castigo como nunca antes y, de acuerdo a lo descrito por las investigaciones del propio régimen, bajo el alegato de estar destruyendo el legado de Chávez, comenzaron a conspirar internamente de forma masiva para sacar al sucesor. Así que al régimen no le quedó más remedio que desconocer los resultados electorales, cortarle el presupuesto y la electricidad a la democracia y al Parlamento y crear otro alternativo mediante una Constituyente a la que la propia Smarmatic, la empresa contratada que suministraba los equipos de votación, acusó de fraude y de mentir en los resultados.

Ya con los chavistas originarios en sus casas, oponiéndose abiertamente al nuevo orden ficticio, con prácticamente el triunvirato desmantelado, a los que también envió al plan pijama, al exilio y a la cárcel, para la inmensa mayoría del chavismo y llegado el 2018, el legado de Chávez había muerto y estaba tan enterrado como su líder.

Para que el lector europeo comprenda el desastre, para las elecciones de diciembre de 2018, Donald Trump aún no había movido un dedo para sancionar a Venezuela ya que el planeta esperaba el resultado electoral, no existía Juan Guaidó ni había un solo embajador que no acudiera a las tertulias de la cancillería, pero Venezuela había perdido ya el 72% de su economía. Antes de de que se firmaran las sanciones o se reconociera a Guaidó, la industria petrolera había dejado de producir dos tercios de los barriles, mientras que la industria pesada había colapsado en un 90%, la FAO, que había reconocido a Chávez por la alimentación, ahora reconocía que un cuarto de los habitantes padecía anemia o desnutrición.

Antes de la imposición de las sanciones, Venezuela había perdido toda capacidad crediticia, incluida la de China

Para la votación de 2018, habían cerrado casi el 80% de las industrias y las que quedaban, se encontraban trabajando a un cuarto de su capacidad instalada. Lo mismo había ocurrido con el comercio, mientras que el turismo internacional, simplemente había desaparecido. Esto es necesario repetirlo hasta el cansancio, antes de la imposición de las sanciones Venezuela había perdido toda capacidad crediticia, incluida la de China, negada por completo a financiar el régimen y al momento de depositar el voto, la inflación había llegado a más de 130.000 por ciento y el venezolano empezó a escarbar en las basuras en busca de alimento.

Entonces, ¿cuál fue el resultado de arrasar con más de dos tercios de los ingresos económicos y exportaciones? La Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU explicaba que «más del 50% de los venezolanos presentan condiciones de pobreza extrema» explicando que la cifra de pobres alcanzaba cerca del 80%. A esto se aunaba que las cifras de desempleo alcanzaron al 35% de la población convirtiendo a Venezuela en el país con más desempleo del planeta y para los que conseguían algún medio de sustento, el país presentaba los ingresos más bajos a tal punto, que un cubano ganaba tres veces más que un venezolano.

El resultado en el Índice de Desarrollo Humano fue tan demoledor, que fuimos el único país en descender más de 30 puestos en toda la historia y además perder dos años de esperanza de vida.

Pero a partir de 2016 y con una disidencia interna como nunca antes, el régimen había comenzado abiertamente a emigrar hacia su lado más oscuro, uno que culminaría con la Corte Penal Internacional y la Comisión de Derechos Humanos de la ONU con grandes informes y oficinas en Caracas. En la medida en la que el estado se debilitaba, apelaba más a la violencia y así surgió una enorme máquina de violaciones a los Derechos Humanos creada para apagar toda forma de disidencia, interna y externa. Y con ello, a mayor represión, mayor impopularidad. 

En 2018 ya no había ninguna oportunidad de que la democracia pudiera generar un cambio

Para colmo de males, a todos los partidos que apoyaban en coalición al régimen les ocurrió lo mismo que a los opositores. De tal manera que en 2018 ya no había ninguna oportunidad para que la democracia pudiera generar un cambio. El 80% de la población habría votado en contra del impopular régimen y eso incluía, por primera vez en la historia al chavismo originario dispuesto a apoyar, con su respectivo pañuelo en la nariz, nada menos que a la oposición.

De esta manera el régimen descartó unas elecciones, encarceló y expatrió a muchos opositores, mientras inhabilitaba a todo aquel que representara una competencia real. Gracias a su inmensa maquinaria judicial eliminó a todos los partidos opositores, incluidos los de su coalición y colocó en la cabeza a sus acólitos, creando un parapeto escandaloso y dispuesto a alzarle la mano. 

El régimen, cada vez más impopular

Entonces vayamos al comienzo de este artículo. ¿Ha cambiado la situación? No. De hecho, ha empeorado, el régimen es hoy más impopular que ayer, «la oposición es claramente mayoría» (Datanálisis). Más del 85% quiere «un cambio de gobierno» (Delphos). La imagen del régimen en el exterior es repudiada por el 95% de los encuestados (Ipsos) e internamente acaban de encarcelar a una importante tendencia interna, encabezada nuevamente por un ministro de Petróleo por lo que la disidencia y desunión interna es mucho mayor a la que suponemos. Todos los partidos que antes apoyaban al régimen, incluido el comunista han sido prohibidos.

Los venezolanos son más pobres, hay tanta hambre como ayer y el sueldo -para los pocos que tienen uno- sigue siendo de cuatro dólares. Las familias están más rotas y la rabia contenida es mucho mayor. Son más de ocho millones los que se han marchado y Venezuela sigue cayendo en puestos en el Índice de Desarrollo Humano. Hoy, frente a unas elecciones medianamente libres, el 80% de los votos irían para la oposición.

¿Va el régimen a efectuar unas elecciones con mínimos de credibilidad? La respuesta también es no. Y aquí hay que comprender la lógica del régimen y no la de algunos opositores, la Comisión de Derechos Humanos de la ONU nos acaba de explicar hace menos de un mes que en vez de reducirse: «Se han intensificado los ataques sobre el espacio cívico y democrático» y que hay claros indicios de «una misma línea de conducta calificada previamente por la misión como crímenes de lesa humanidad». Mientras la ONU está en lo suyo, la Corte Penal Internacional ha dado la orden de reiniciar el proceso de investigaciones.

Esto es todo menos una tontería. Como tampoco lo es que varios generales chavistas, como el Pollo Carvajal o Alcalá Cordones junto a otros, tengan recompensas millonarias por su captura, se encuentren entre los más buscados, o estén siendo juzgados por graves delitos en Estados Unidos, o colaboren con la justicia estadounidense. En fin, que en algunas lógicas torcidas de dudosos opositores, estos están dispuestos a despojarse de todos sus poderes, riqueza, abandonar a sus familias a su suerte, e irse a entregar voluntariamente a sus captores o enfrentar los juicios de lesa humanidad, por no hablar de pasar el resto de su vida en una cárcel estadounidense.

Así que no. La lógica del que está metido en semejantes problemas -únicos por cierto en la historia de las naciones-, es más bien la contraria, sostenerse en el poder y esperar tiempos mejores o que ese poder lleve a una negociación futura, que hoy, no está siquiera planteada. No porque alguno no sueñe con esta negociación, sino porque como colectivo metido en distintos y gravísimos problemas, les es imposible plantearlas.

¿Qué ha hecho el régimen? La respuesta es simple: ganar tiempo y tratar de evitar las primarias opositoras a toda costa. Como hizo con la Comisión de Derechos Humanos de la ONU o la Corte Penal Internacional, ha comprado tiempo vital y lo mismo hizo abriendo unas negociaciones internacionales con la oposición a las que nunca asistió, mientras comenzó a eliminar a todos sus potenciales rivales de cara al 2024.

Por primera vez el régimen tiene graves conflictos internos y esta vez son de base

Pero aquí es necesario detenernos en algo importantísimo. Por primera vez en la historia el régimen tiene graves conflictos internos y esta vez son de base. Con un presupuesto menor que el de Ruanda y un salario que es la mitad del cubano, nada hace gracia en las bases. Las Fuerzas Armadas pasaron de tener el cuarto presupuesto más grande de Sudamérica, a tener uno por debajo del de Trinidad y Tobago y se han marchado ocho millones o más de venezolanos y no pocos fueron en su momento chavistas. Por primera vez en la historia, no hay nadie en las bases, que no esté exigiendo un cambio interno y tarde o temprano, como en todos los países socialistas, se habrá de dar.

Frente a semejantes presiones, externas e internas, ¿por qué al régimen no les convienen las primarias opositoras? Básicamente por dos razones, la primera es obvia: obliga a desconocer de entrada la posibilidad de unas elecciones libres.

Cerca del 80% de los votos se concentra en dos figuras icónicas de la oposición (OCR consultores), María Corina Machado, con 55% de los votos, y Henrique Capriles, con 20% (Datanálisis), y ambos están inhabilitados. Eso conlleva a un problema enorme, que no es otro que faltar el respeto al voto democrático de la oposición y desoír el mandato constitucional de una consulta popular de esa envergadura. Usted con toda razón pensará: «¿Y qué puede importarle una raya más a un tigre?». Pero el asunto es que sí importa y mucho, porque obliga al régimen, desesperado por recursos y la situación interna de sus bases, a patear de entrada la mesa y de una vez a descartar las primarias de la oposición en las negociaciones por las sanciones. Los ganadores que emerjan serán la principal ficha en esas negociaciones.

Mientras que la segunda razón involucra la destrucción de muchos años de preparativos e influencia del régimen sobre sectores de la oposición. Si las encuestas dan el resultado esperado, surgirá por votación popular una nueva figura reflejada en tres liderazgos principales: el de María Corina abrumadoramente salida en hombros por votación de la oposición, seguida de Capriles quien, si bien milita en Primero Justicia, más bien se trata de un disidente del pasado modo de hacer política, y quizás una o dos figuras menores más. 

De esta forma, la comunidad internacional tendrá como referente lo que emerja de la democracia opositora y se sentará a conversar con María Corina y con Capriles. Si hipotéticamente gana Donald Trump u otro republicano, o Javier Milei en Argentina, sus contrapartes en la oposición serán esos nuevos referentes. Y eso, lo debe evitar a toda costa un régimen obligado a patear desde demasiado temprano el tablero electoral. 

El resto terminará siendo, por votación, una exigua minoría, junto a la falsa oposición que serán barridos del mapa. Y eso es lo que pretendía el régimen, primero posponer la elección para ganar tiempo, evitar a los nuevos referentes como voceros opositores y poco a poco eliminar por la vía de la inhabilitación a los que destacaran para colocar finalmente y a última hora, a la falsa oposición en la carrera electoral. Y ya nada de eso será posible.

Para mí, las primarias son las más importantes de la historia y espero, con mucha esperanza, que los dos inhabilitados concentren ese 80% de los votos y rezaré para que sean más. A partir de allí exigiré que esa mayoría contenida en los votos se una en un ejercicio de sindéresis importante y que sean las inhabilitaciones el primer y único punto de partida para conseguir las condiciones electorales mínimas. Yo, por irritar, plantearía incluso una hipotética presidencia y vicepresidencia electoral de inhabilitados de cara a las negociaciones.

No porque crea que habrá elecciones libres en 2024, sino porque releyendo la historia de absolutamente todos los socialismos, un día cualquiera amanecen los jóvenes en el muro y se percatan de que ya no hay nadie vigilando porque se han marchado y se han llevado consigo todo para venderlo. Por eso lo importante es esa sindéresis de la que hablo: alguien debe quedarse en pie y demostrar una unidad que no existe del otro lado. En fin, que alguien debe estar cuerdo para recoger los pedazos cuando todo se desplome por su propio peso. 

¿Que por qué yo voy a votar en las primarias? Básicamente por esas razones, pero, sobre todo, porque así debe ser la política contra los anti demócratas, quienes son como los vampiros. En este caso, el voto en las primarias es como un crucifijo, el ajo y el agua bendita, y solo por verlos retorcerse echando humo vale la pena votar temprano.

Thays Peñalver es abogada y periodista. Es autora de La conspiración de los 12 golpesDiálogos impertinentes y El último títere.

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