Olgalinda Pimentel @olgalindap

El vicerrector académico de la UCV e investigador científico afirma que existe un plan para destruir a las universidades democráticas, pero 50 años de asedio en su historia indican que ahora la autonomía también sobrevivirá.  “Pudimos enfrentar con investigación el VIH/SIDA y la malaria. La Constitución favorecerá una lucha a muerte para tratar de impedir la destrucción de la Venezuela democrática y su universidad pública autónoma”.

Caracas. La cuestionada designación de las nuevas autoridades de la Universidad Simón Bolívar (USB), el 17 de septiembre, es el más reciente ataque —el octavo en promedio en lo que va de 2021— del gobierno de Nicolás Maduro contra la autonomía universitaria.  Desde 2010 se han registrado decisiones ejecutivas y no menos de 50 fallos judiciales en contra de las casas de estudio autónomas, señala un informe de la ONG Aula Abierta sobre los derechos de los universitarios. Y esto ha devenido en transgresiones a la libertad académica y al derecho a la educación superior,

A esa larga lista, encabezada por la asfixia presupuestaria que las universidades públicas autónomas padecen cada año, se suman 162 agresiones solamente contra la UCV que sus autoridades han denunciado ante la Fiscalía General, desde 2009. “Hasta ahora no ha habido ningún resultado”, indica el médico internista e inmunólogo, Nicolás Bianco, vicerrector académico de la UCV desde el año 2008.

No obstante, el investigador científico, hijo del rector de esa casa de estudios, Jesús María Bianco (1917-1976), que integró la Comisión Redactora de los Estatutos que le otorgaron autonomía, hace un diagnóstico claro del persistente intento de quiebre, desde hace 12 años, de ese principio democrático, con rango constitucional desde 1999, que garantiza el conocimiento para favorecer los avances de la sociedad.

Se ha implantado en Venezuela la etapa organizada de una devastadora y sistemática planificación destinada a subvertir y destruir el sector universitario nacional de las universidades democráticas. Ha sido una escalada sin pausa de todo tipo de acciones violentas, robos y destrucción de plantas físicas en las numerosas sedes de las universidades nacionales autónomas y experimentales.

Bianco, encarnación de la última jornada democrática de la votación directa y secreta que eligió autoridades universitarias, sostiene que en realidad la autonomía universitaria que involucra la libertad académica y la investigación  ha soportado los altibajos y zarpazos de la política nacional desde hace más de 50 años. Lo sabe como fundador del Instituto de Inmunología, adscrito a la Facultad de Medicina de la UCV. “Pudimos enfrentar al VIH/SIDA y a la Hepatitis C como buenos discípulos de Gabaldón, en Malaria, Baldó y César Rodríguez en Tuberculosis. Las universidades seguirán, deben resistir e innovar”.

Resistir al asedio de las universidades autónomas 

¿Qué da origen a la autonomía universitaria?

—La autonomía universitaria proviene de centros universitarios de Bolonia, Salerno y París, en el siglo XII. En Venezuela se encuentra en la promulgación de los “Estatutos Republicanos de la Universidad de Caracas”, por parte del Libertador Simón Bolívar, en junio de 1827. El primer rector de la Universidad, el sabio galeno José María Vargas, y su valiente claustro de docentes y estudiantes con Juan Germán Roscio como líder, fueron esenciales en los críticos momentos de la emancipación e independencia de la naciente República. Es de esta forma que la UCV se transformó en el ‘Corazón democrático de Venezuela’.

¿Cuál es el objetivo del gobierno de Maduro en intentar acabar con ella? 

—El chavismo-madurismo ha perdurado por 22 años. La autonomía universitaria ha enfrentado este nuevo y poderoso enemigo con resistencia de formato clásico. A medida que el formato dictatorial se instaló y amplió, la sociedad civil venezolana inició con extraordinarios bríos la resistencia en todo el país.

¿De qué manera el atropello contra la autonomía menoscaba la libertad académica, la investigación?

—Una de las actividades que más se benefició de la autonomía entre los años 1936 y 1980 fue la sistemática organización de la investigación científica, humanística y tecnológica. Vivimos también la instalación de la era molecular de la biología, ciencias de la salud, aplicaciones terapéuticas impresionantes y la magnífica transición de la humanidad hacia los sistemas y el infinito mundo del ciberespacio. Pudimos enfrentar al VIH/SIDA y la Hepatitis C como buenos discípulos de Gabaldón en Malaria, Baldó y César Rodríguez en Tuberculosis. Pero algo enorme y altamente destructivo se avecinaba.

Los “corrosivos” años 80 para la autonomía

¿Cuál era la situación política del país?

—En lo político, la década de los ochenta fue corrosiva. La pobreza se desbordó y se perdió totalmente un mínimo de seguridad y bienestar social. La corrupción fue monstruosa. Hasta que la Providencia nos lanzó un salvavidas. En enero de 1989, Carlos Andrés Pérez fue electo presidente por segunda, y al final de 1991 las noticias eran súper alentadoras. En el mundo científico y en el universitario. Vivimos momentos productivos. Se instaló el Sistema de Promoción del Investigador (PPI), Conicit y el Conac se fortalecieron. Pdvsa llegó a ser la segunda compañía mejor gerenciada en el mundo petrolero, recibimos los fondos y construimos el primer Instituto inteligente en la UCV: el Instituto de Inmunología de la Facultad de Medicina.

¿Y qué pasó?

—Otra vez, sin embargo, una nueva Cosiata, con tres golpes de estado, uno civil y dos militares anunció el más horrendo linchamiento político en nuestra historia. Pérez fue depuesto y hecho preso mientras prepararon primero que el anciano Caldera llegara a la Presidencia de la República y acogiera en su seno a Hugo Chávez y a Teodoro Petkoff.

¿Qué riesgo político ha representado para los gobiernos la autonomía universitaria en la Ley de Universidades?

—El siglo XX fue de extrema complejidad para la universidad pública venezolana. El destino y las luchas de resistencia de la sociedad civil y de sus universidades enfrentaron 53 años de tiranías militares, mientras los gobiernos civiles electos por voluntad popular incurrieron en ocasiones en controles, asfixia presupuestaria y paroxismos de represión. Es justo reconocer que desde el intramuros universitario también se cometieron errores y acciones vandálicas. Sin embargo, esa sociedad civil hizo un país. El componente democrático prevaleció.

Alcanzamos la autonomía plena de nuestras universidades públicas el 5 de diciembre de 1958. Fueron jornadas universitarias inolvidables aunque en varias ocasiones mortales, que se iniciaron en febrero de 1936. La trilogía infernal de algunos sectores militares, eclesiásticos y de adinerados y los formatos de sometimiento hemisférico siempre se juntaron para promover la antiuniversidad. Con todo, durante esas décadas, ocupamos progresivamente como nación soberana un sólido cuarto lugar en la región, detrás de Brasil, México y Argentina.

En defensa de la autonomía

¿Cuál fue el papel de la sociedad civil?

—Siempre he concluido que la sociedad civil en los extramuros y las comunidades universitarias en sus confines académicos y de “ser universitarios”, entre 1936 y 1980, cristalizaron las bases cívicas de Venezuela para 1977. Éramos como aún lo somos gente trabajadora y democrática. Vivíamos super bien. Entre las universidades públicas y nuestras gentes estudiando en el exterior, gracias a los CDCH universitarios, el Conicit y Fundayacucho nuestra república ganó en soberanía. Todavía no alcanzábamos los 15 millones de habitantes. Sin embargo, luego de un clandestinaje de mal agüero, como los rebullones de Juan Primito, a partir de 1981 aparecieron, como el cuervo, el saqueo y la impunidad. Un viernes el país se tiñó de negro.

Al rector Bianco se le atribuye la frase: “La autonomía universitaria es a la Universidad lo que la democracia es a la nación” ¿Es esto así?, ¿a la gente le duele la autonomía? 

—En el contexto doctrinario que profesó el rector Jesús María Bianco (que fue el único rector de la UCV reelecto en el siglo XX) se sembró lo indivisible de la democracia integral para toda la república y sus conciudadanos con el ejercicio pleno y similarmente integral de la autonomía. Desde la libertad de cátedra al amplio ejercicio de la universidad autónoma, democrática y plural como institución generadora de nuevos conocimientos y garante de satisfacer en parte las exigencias nacionales. El contexto en el cual se generó esta reafirmación del “ser universidad” fue uno de sublime pasión por resistir y enfrentar a inicios de 1969 la brutal ofensiva subversiva de múltiples componentes que desde la presidencia de la República y desde el mismo intramuros pretendían bloquear y acabar con el proceso de la “Renovación Académica”.

¿Y en el actual escenario, hacia dónde se dirige la libertad académica en Venezuela? ¿puede salvarse?

Aquí cometieron un error muy costoso en sus maléficos planes, entre muchos otros. Fue aprobar la nueva Constitución nacional de 1999. Allí, nuestra mejor arma de resistencia y lucha por el rescate de la democracia quedó sellada en el artículo 109. Me refiero, por supuesto, a la Autonomía Universitaria con carácter constitucional. Este rango nos dio respiro a lo que sería al despuntar el siglo XXI, una lucha a muerte para tratar de impedir la destrucción de la Venezuela democrática y su universidad pública autónoma.