En 1962 se publicó una colección de ocho cuentos llamados “Los Funerales de Mama Grande”; los mismos fueron escritos desde el año 1959 entre México, Colombia y Venezuela por el genio de Gabo y el cuento que corona el título, relata las exequias de María del Rosario Castañeda y Montero, mejor conocida como la Mama Grande dueña absoluta del pueblo de Macondo donde transcurren la mayoría de sus vivencias y ambienta su obra cumbre de 100 años de Soledad. Me trae dicho cuento a la memoria al conocer la muerte de la Soberana Isabel II reina de Gran Bretaña y la inmensa parafernalia que rodea sus exequias, además del tiempo transcurrido entre su último suspiro y su sepultura, nosotros los plebeyos estamos acostumbrados a descifrar los olores de la muerte y la descomposición a sólo horas de su ocurrencia, entre las costumbres nuestras se encuentra la de poner “hielo seco” en la parte baja de la urna para que el frio que desprende conserve un poco más el cadáver, con todo y eso camino al cementerio siempre “pega” olores desagradables que se desprenden del cajón, de igual forma ya forman parte de las leyendas urbanas que el muerto aumenta de peso con el transcurrir de las horas, situación que verifican quienes acostumbran a cargarlos en andas, teniendo que reforzar los cargadores entre los que lo dejan en la funeraria o casa del último adiós y quienes lo depositan en la fosa. Existe toda una serie de rituales desde los más grotescos hasta algunos sensibles conforme haya sido la trayectoria del difunto. No soy muy adepto a los entierros, pero me ha tocado ver homenajes que me han dejado en shock por lo sentido y emocionantes, pilotos de aviación a los cuales sus compañeros realizan vuelos rasantes sobre el cotejo; gandoleros que al momento del entierro pegan al unísono ,las cornetas de aire en el cementerio versión camionera de las trompetas de Jericó; Cantantes de música llanera a los cuales le cantan desde la morgue hasta el novenario; futbolistas que lo pasean por las canchas y hasta golpean balones contra la urna; beodos a los que bañan la urna con sus bebidas favoritas; delincuentes que bailan, pasean en moto, queman tabacos de marihuana, piedra y despiden con ráfagas de disparos y pare usted de contar. Pero si la reina hubiese sido venezolana no me quiero imaginar, no quiero ser racista ni discriminador pero es que nuestros marginales siempre la cagan, desde pelearse por el centro de mesa en las fiestas, hasta quererse a tirar en la fosa en los entierros, la vaina es hacerse notar, fíjense que en las enormes filas de celebridades que le dieron el último adiós a la reina algunos como David Berckam pasaron más de 6 horas en la fila y no vi ningún desmayado ni escandaloso pegando gritos desgarradores, aquí tendríamos que tener a la cruz roja internacional en pleno poniendo a oler cuerno e siervo a ese viejero desmayado tratando a la reina de comadre y queriendo abrazar y llenar de mocos la urna, los concejos comunales haciendo guardia de honor con sus curtidas franelas rojas, los buhoneros vendiendo estampitas de la reina abrazada con José Gregorio, los brujos quemando tabacos, los vivos haciendo colectas para el entierro y nosotros gozando una bola con el espectáculo. Es que digan lo que digan somos únicos e irrepetibles, Seguiremos conversando. [email protected]
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