Guiomar López | LA PRENSA DE LARA.- La producción agrícola en el país sigue dependiendo del esfuerzo propio, debido a la falta de financiamiento de la banca y de entes gubernamentales. En 2022 el sector creció 10% y el primer trimestres de 2023 avanza sin mejorar esa cifra. Agricultores sortean los golpes por el bajo consumo, falta de financiamiento, competencia de los productos importados, escasez de combustible a lo que se suma los riesgos por los efectos del verano. Productores confirman que los cereales y hortalizas han sido los rubros más afectados. En el caso de los sembradores de papa, 60% ha migrado a otro cultivo.
Se sienten en un ambiente de sobrevivencia sin mejoría, luego de la pandemia por covid-19 porque el consumo es bajo debido a que el salario en Bs. 130 reduce al mínimo la capacidad de compra. Es difícil disponer de dinero para frutas y hortalizas, y queda por fuera la proteína animal.
El dirigente político, Lorenzo Monasterios, expresó su preocupación por la caída de la producción agrícola que podría superar el 80% a nivel nacional. Lamenta que el golpe es rotundo en el maíz blanco que generalmente proviene de Portuguesa, Barinas y Guárico. «¿Cómo es posible que de las 270 mil hectáreas para el sembradío en Portuguesa, apenas cultivaron 60 mil en 2022?, entre otras cosas como consecuencia de las intensas lluvias del año pasado.
La caña de azúcar ha ido desapareciendo con centrales inoperativos o sólo para refinar azúcar morena. También habló de los sacrificios de caficultores, quienes están en un proceso legal de caficultores detenidos o con orden de aprehensión porque reclamaron un mejor precio de los quintales.
Para Juan Carlos Montesinos, presidente de la Asociación Venezolana de Agricultura Urbana, persiste la falta de financiamiento y los sacrificios de productores no llegan a cubrir la necesidad de los agroinsumos. Se les complica aún más cuando ni siquiera tienen asegurado el estimado de ganancia por la cosecha y terminan usando el patrimonio familiar para cubrir los gastos de abono, fertilizantes y demás insumos. No cuentan con respaldo de un crédito, con facilidad de pago para disponer de suficiente presupuesto.
Entre los cereales más perjudicados figuran el maíz y frijol chino, debido a la caída del precio. Este último fue muy frecuente en las bolsas de comida CLAP, pero le llovieron las quejas por la falla del estricto control sanitario y deficiencias en almacenamiento que podían comprometer a otros granos.
El precio no es rentable para las hortalizas y frutas, lo cual no garantiza las ventas porque muchas familias apenas pueden cubrir aquellos víveres contentivos de carbohidratos, tales como harina, arroz y pasta. Aclara que no se trata de escasez de hortalizas y frutas, sino de la baja demanda.
Tal escenario es cuestionado por Antonio Escalona, desde la Unión Agrícola y Ganadera de Los Andes (Unagandes), recordando que 2022 cerró con un crecimiento que ni supera el 10% y con productores cuyos esfuerzos se pierden por los bajos precios del mercado. En el caso de la producción de papa, 60% de los productores emigraron a otros cultivos también, debido a la dificultad para conseguir la semilla y su elevado precio.
«Pero lo más agresivo es el mercado saturado de productos importados y esa competencia injusta, de la que no se salva el sector agropecuario», reclama Montesinos y afirma le exoneren aranceles, dejando a la producción nacional como segunda opción.
Más allá de denunciar, los agricultores sólo piden apoyo para seguir aportando a la seguridad alimentaria.