Debo confesar que le tengo distancia a los juegos electrónicos, aunque soy de la generación de su nacimiento, mis hijos son unos prodigios con un control en las mano, yo de sólo sentir la vibración me descarto por otra actividad, aunque muchas veces me quedo un rato mirando como esos enanos de cinco años, con reacciones felinas disparan, recargan, corren y saltan con AK47 en las manos de su soldado universal y se adentran por pasillos, túneles, galerías exterminando ejércitos completos de enemigos. Es estresante para mí, y mi ritmo cardiaco debe acelerarse sólo de pensar que un mercenario puede salir detrás de un convoy y explotarme el cráneo de una ráfaga con su combo de sesos y sangre. Soy de la época del insaciable pacman que engullía en todas las direcciones, fantasmas que sólo poseían ojos, me imagino que por su corta vida, no necesitaban comer ni escuchar más que el pitico cuando eran tragados en nuestro arcaico Atari. Traigo a colación este enfermizo muñequito, que fue lo único que me vino a la mente cuando el gobierno anunció una nueva devaluación de nuestra moneda y la orden de borrarle seis ceros a nuestro signo monetario, eliminación que sumados a los realizados por el fantasma de Sabaneta asciende a catorce ceros en periodo de Robolución. La referida cifra según los entendidos representaría Cien Trillones y sólo pudieran aplicarse a distancias siderales o las patas de los ciempiés del Amazonas pero difícilmente para un signo monetario de un país que antes del desastre competía con las monedas más fuertes de las grandes economías. La hecatombe económica del país ha sido tan dramática y escandalosa, que si en 1999 cualquier persona hubiese depositado en un banco Un millón de Dólares en Bolívares hoy no tendría nada y arrastraria una deuda con el banco por gastos de manejo de la cuenta. Cada vez que la devaluación sobrepasaba la realidad económica el gobierno decidía por lo más simple, imprimir billetes sin ningún respaldo que perdían tan rápido su valor que era común en los mercados encontrar el suelo forrado de los billetes de más baja denominación que ni un mendigo los recogía como limosna, teniendo en la actualidad un billete de Un Millón de Bolívares (Bs. 1.000.000,oo) como el de más alta denominación (0.25$) y de los cuales se necesitan nueve billetes para comprar un miserable kilo de arroz. Los ejemplos tragicómicos de nuestro proceso inflacionario han pasado por personas que han ido a comprar unas cuantas empanadas y jugos para un desayuno con una carretilla llena de billetes o cualquier fiesta de carnaval que resulta más económico arrojar fajos que bolsas de papelillos o serpentinas.

Las lucidas mentes del desastre económico han pasado 22 años repitiendo viejas recetas de gobiernos de izquierda, cacareando los mismos argumentos para justificar sus incapacidades, bloqueos inventados que sólo existen en las mentes desequilibradas de sus personeros, Venezuela posee un amplio mercado de consumo que no tiene nada que envidiarle a ningún otro país, está lleno de markets que expenden cualquier producto, los automóviles, lanchas y aviones llenan los garajes, marinas y hangares de los poderosos, la crisis es del segundo escalón hacia abajo, donde el trabajador común debe ingeniárselas para sobrevivir con un salario mensual de 3 dólares, mientras la luminaria de Nicolás hace lo mismo que hacia cuando estaba en la escuela primaria, cuando la maestra borraba el pizarrón, él borraba el cuaderno. Hay conductas aprendidas que nos persiguen de por vida, como el muñequito pacman que sólo comía fantasmas, este le come los ceros a los billetes, creyendo que así fortaleces tu moneda. Es como forrar una choza de paja con un papel tapiz de concreto para dar la sensación de solidez e indestructibilidad. Seguiremos conversando. [email protected]