COMUNICACIÓN EN GOTAS

«He descubierto que el exceso de información es peor que su escasez»

Zygmunt Bauman 

Se dice que fueron los chinos los que en el año 1000 D.C. emplearon por vez primera la inoculación de la viruela como método para generar inmunidad al virus. Mucho antes de que esta práctica se empleara en Europa, ya era conocida en África y en Turquía. En 1796, Edward Jenner, nacido en el Reino Unido, habría creado formalmente la primera vacuna contra la viruela. Esto le hizo merecer, en su época, la fama del hombre que más vidas humanas habría salvado. Más tarde, en 1885, Louis Pasteur se anotó otro éxito con la vacuna contra la rabia y ya para 1930 se habían creado variedades de antitoxinas y vacunas que permitirían proteger a los seres humanos contra el cólera, la difteria y el tétano, entre otras muchas dolencias infecciosas. El efecto rebaño resultante de las vacunaciones masivas permitió vencer las pandemias reales o eventuales para cada caso.

Pero a pesar de esta realidad de la historia de la medicina, hoy pareciera que la prioridad de algunos no es tanto salvar a la humanidad de la pandemia que por estos días nos agobia, sino armar un «todos contra todos» arguyendo  ideologías y creencias a cual más barata, dándole crédito a cuanta especie se ponga a rodar por las RRSS.

Para mayor barullo universal, en esta campaña no está solamente la izquierda de siempre, enredadora y oportunista, sino que ahora se le suma el otro extremo, el de la derecha, el de los cultos, el de la pretendida libertad ilimitada. Hoy, todas estas ideas convergen en una maraña de confusiones, e influenciadores variopintos participando en una discusión que solo debería darse entre científicos y autoridades sanitarias técnicamente seleccionadas.

Ser testigo de la actuación de ciertas «lumbreras» manipulando la opinión de sus públicos con argumentos artificiosos es una grave desdicha, justamente por la capacidad que estos personajes tienen de influir a los demás.

Hay otros casos que no llegan, por fortuna, a los extremos mencionados, porque al menos son conscientes de la necesidad de vacunarse. Tal es el punto de vista del bloguero «Alma Venezolana, Estuche Inglés» https://www.avei.online/ que, si bien no se hunde en la sinrazón de Miguel Bosé o Madonna, maneja, sin embargo, una complicada idea de libertad que me cuesta entender: aunque este bloguero no percibe una conspiración satánica detrás de las vacunas, interpreta la libertad como el derecho de cada quien a decidir si se vacuna o no; es decir, de asumir el riesgo de enfermarse gravemente y de morir en agonía, decisión que efectivamente es personal.

El problema es que la decisión de no vacunarse es asimilable, por ejemplo, al límite de velocidad en las autopistas: con base en el principio absoluto de libertad, los amigos de la velocidad y de la adrenalina pudieran, por resolución libérrima, circular a 200 km/h. Ningún inconveniente si la eventualidad de un accidente solo involucra al conductor… pero, en la mayoría de los casos, otros pagan la imprudencia y requieren de equipos de auxilio vial y médicos, ambulancias, paramédicos, hospitales, sin hablar de las posibles secuelas. El encadenamiento de consecuencias de un solo accidente vial es infinito. Trate de imaginar usted ahora las derivaciones de levantar las medidas de restricción de velocidad, de eliminar los semáforos… 

Con las vacunas pasa otro tanto: el ejercicio de mi derecho a la libertad no puede ser en desmedro del derecho de otros de reducir las probabilidades de enfermarse gravemente y de recibir el tratamiento médico adecuado por parte de un sistema sanitario no colapsado por los libertarios de la salud.

Hay de todo en este mundo, pero me queda claro que el exceso de información e ideologías —ni hablar de religiones y cultos— a las cuales nos vemos sometidos junto a las fake news, puede derivar en un caos de teorías e hipótesis que solo contribuyen a retrasar el momento en que el planeta logre vencer esta nueva pandemia.

Esta sobredosis de información que algunos ya denominan como «infodemia», puede terminar siendo peor que el virus chino, cuya velocidad de transmisión no será controlable, como la de las autopistas, mientras algunos alienten el desmadre comunicacional que tiende a impregnarlo todo, aun por encima de las verdades estadísticas científicamente verificadas.

MARÍA EUGENIA FUENMAYOR | @mefcal

Experta en mercadeo, comunicaciones y reputación. Directora ejecutiva de Interalianza Consultores.

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