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Mediocridades engreídas, nulidades consagradas | por Carolina Jaimes Branger

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«Una rabia infinita», dice sentir la articulista Carolina Jaimes Branger con respecto a la reciente decisión de parte de la oposición venezolana sobre el llamado interinato

El Estimulo

El título no es mío. Es parte de un aforismo de Manuel Vicente Romero García, mejor conocido como el autor de la novela “Peonía”, paradigma del género de la literatura del criollismo en Venezuela. La cita completa dice: “Venezuela es un país de mediocridades engreídas y nulidades consagradas”. Fue escrita hace más de cien años y nunca ha resultado tan actual.

Lo que hemos presenciado en estos días en la Asamblea Nacional “legítima” lo corrobora, sobre todo dentro de esa clase política venezolana que se dice “opositora”. Mucho ruido y pocas nueces. Personas que yo creí honestas, que estaban en política porque amaban al país, que eran, como tantos venezolanos, víctimas del chavismo, han demostrado ser hasta peores que ellos. Porque los chavistas no disimulan, son lo que son. Estos “legítimos” y sus jefes tienen encima su buena dosis de hipocresía, lo que los hace aún peores. Han demostrado que no les importa Venezuela, ni su gente, ni los presos políticos, ni los pensionados, ni los empleados públicos que ganan una miseria, ni el régimen narcotraficante, ni la devastación del país, ni, ni, ni… Puedo hacer una lista interminable. Les importan solo ellos y lo que puedan sacar para sus intereses, que en la mayoría de los casos se reduce a sus bolsillos.

Me siento como una imbécil por haber creído en ellos. Por haberlos defendido cuando sentí que la ciudadanía estaba siendo injusta al criticarlos. Por haber puesto en ellos mis esperanzas de tener un país mejor. ¿Es que acaso esta frase de Romero García es una profecía? ¿O más bien ha resultado una especie de maldición? Porque no es posible que un gobierno que ha sido tan malo haya durado tanto. Cuando Chávez estaba vivo podía entender que tenía dinero y carisma, pero Maduro no tiene ninguna de las dos cosas y ahí está: incólume, atornillado, mandando.

A esta clase política del siglo XXI no le tembló el pulso para sacrificar a Juan Guaidó, total, ya sacrificó a Oscar Pérez, a Baduel, a Fernando Albán, a Acosta Arévalo y a tantos otros que ingenuamente creyeron en ellos. Se les olvidó que Requesens, Roland Carreño y otros muchos inocentes siguen presos. Que Igbert Marín Chaparro llega a sus 40 días en huelga de hambre. Que hombres y mujeres como ellos siguen pudriéndose en las cárceles. Su lema parece ser “si no puedes contra tu enemigo, únete a él”. ¿Cuándo empezó esta alianza, esta conchupancia amoral que tantas vidas se ha llevado por delante? ¿Con qué cara se quejaban de los alacranes, si han resultado ser peores que ellos? ¡Y sí, hay unos más culpables que otros, porque los líderes opositores -en general- tenían más educación que los chavistas a quienes decían oponerse! Fueron al matadero por sus propios pasos y sabiendo para dónde iban. ¡Más que desilusión, lo que siento es una rabia infinita!

Dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. Pero esta tierra de gente buena no se merece ni este régimen de porquería que tenemos, ni esta inmundicia de oposición que baila al son que le toquen. Con todas las diferencias de opinión que tengo con ella, rescato a María Corina Machado del chiquero político.

Yo no sé cómo vamos a reconstruir la república y si los partidos políticos van a entender alguna vez que ellos son elementos que están por debajo de la Constitución. Para que funcionen, primero tiene que haber democracia y estado de derecho, como sucedió con el Pacto de Puntofijo, una de las mejores cosas que ha pasado en Venezuela. Los de hoy están equivocadísimos.

El cinismo se ha apoderado de la mayoría de la población, que tiene sobradas razones para no creer en nadie. Y no son bots del chavismo creando rumores, que también lo hacen. Las acciones de los setenta y pico de politiqueros (más los que “salvaron” sus votos, creyendo que se la estaban comiendo) acabaron con ellos mismos y con la figura institucional que quedaba. Ojalá que nunca alguno de ellos vuelva a tener ni siquiera un puesto de portero en una institución pública venezolana. Ni ellos, ni a quienes tienen por detrás. Tener los votos no significa que tengan la razón. ¿Acaso tienen un plan distinto al interinato? Yo me pegué completa la maratónica sesión y ahí nadie habló de un plan, una estrategia, una maniobra alterna.

Jorge Rodríguez, el mago del sarcasmo en este país, declaró hace un par de días cuando le preguntaron que qué opinaba sobre el fin del gobierno interino, que no podía “opinar nada sobre la nada”. Lo peor es que tiene razón. A eso quedó reducida esta oposición venezolana: a la nada. Ojalá algún día respondan sobre la mortandad que tienen encima… ¡y la que falta!

Carolina Jaimes Branger