Maduro dijo algo el pasado primero de diciembre que no tuvo mucha repercusión en los medios de comunicación, pero que puede tomarse como una advertencia velada. Las palabras no son inocentes, y menos cuando son dichas por un dictador.
Contrario a lo que ha venido siendo su costumbre en los últimos años, Maduro se trasladó hasta Maracay para asistir al acto de juramentación de la gobernadora del estado Aragua, Karina Carpio. Allí lanzó su perorata acostumbrada, prometiendo que Venezuela va a ser la envidia del mundo gracias a la gestión que va a emprender junto con los nuevos gobernadores.
Volvió a decir que es un hombre de diálogo, algo que solo es verdad en su imaginación, y se declaró el campeón de los procesos electorales, al ganar diez de los once efectuados desde que ocupa la silla de Miraflores, en términos beisbolísticos aseguró que estaba bateando 900 puntos.
En ese contexto afirmó que se han hecho elecciones a pesar de las guarimbas, los atentados, golpes de Estado y sanciones, aunque bien podrían haber sido suspendidas, declarando una suspensión de garantías. Vistos los resultados del pasado 21 de noviembre, a Maduro le puede convenir el mantenimiento de las sanciones y, con esa excusa, suspender las elecciones presidenciales de 2024, o el referéndum revocatorio que algunos sectores de la oposición están planteando.
Sus palabras demuestran que esa posibilidad ha sido estudiada por Maduro y sus compinches. Ahora, afirmándose de nuevo que son una minoría, es una posibilidad que puede ganar terreno en el cogollo madurista.
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