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Los puentes rotos | por Claudio Zamora

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Hay una comedia del siglo de oro español de Lope de Vega llamada Obras son Amores y no buenas razones; hay también un pasaje bíblico en Mateo que señala que Por sus frutos los conoceréis; ambos, juntos con decenas de otros nos señalan que el breve tránsito terreno debe estar marcado por la cosecha material o intelectual que se deja a su paso. En el caso de los gobernantes no existen grandes expectativas en el plano intelectual y sólo nos quedamos con sus obras materiales que construyen con los dineros públicos, es decir, de todos nosotros. Tal vez el gobernante que genera mayores recuerdos en cuanto a obras es precisamente el único que gobernó dictatorialmente Venezuela en el pasado siglo como lo fue Marcos Pérez Jiménez, sus anécdotas por su enfermizo seguimiento del desarrollo de las obras públicas pasaron a la historia reciente y fueron muchos quienes copiaron su ejemplo como visitar las construcciones en horas de la madrugada, llegar disfrazado a cualquier hora del día, posarse en helicóptero en cualquier momento, citar a los contratistas a Miraflores intempestivamente y procesar y condenar a cualquiera que incumpliera con el mandato contractual. Bajo esa filosofía transformo Venezuela en uno de los países más modernos y con mejor vialidad y obras públicas de Latinoamérica, parte de esa filosofía fue heredada por otros funcionarios que acrecentaron el patrimonio público con obras de envergadura como el caso de Leopoldo Sucre Figarella en Guayana. Para respaldar la ejecución de obras públicas existe una colección normativa que permite el control previo, concurrente y posterior de la ejecución de la obra, las garantías y responsabilidad por parte del gobernante que contrata y el contratista que ejecuta, también existe toda una serie de funcionarios especialmente designados para hacer seguimiento y fiscalización en tiempo real a la ejecución de las obras públicas. Si algo ha caracterizado a este gobierno de más de veintidós años en el poder es que pese haber recibido el mayor flujo de recursos de la historia como consecuencia de la producción petrolera de hace pocos años y la explotación indiscriminada de otros recursos naturales dentro del Arco Minero no construyó ninguna obra de envergadura, ni siquiera concluyó obras inconclusas como el tercer puente del Orinoco o la Autopista de Oriente, se dedicó como lo ha hecho hasta la fecha, como el mal inquilino que sólo arregla la llave del lavamanos cuando empieza a inundarse o cambia la lámpara cuando tiene que caminar a tientas por la oscuridad, ningún gran hospital se ha construido, ninguna nueva autopista, aeropuerto, universidad se ha construido, y lo poco que queda en pie esta ruinoso y acabado como la Habana a quien parece queremos imitar. El colmo de nuestras desgracias ha tocado las puertas de nuestra ciudad, Al Alcalde se le ha caído cuanta obra ha construido o mandado a construir, ha batido record de rapidez digno de Guinnes como el Puente San Rafael que se cayó el mismo día de su inauguración, la ruina y el deterioro se aprecia por los cuatro costados, nuestra Universidad de Oriente emblema académico del Estado son sólo paredes y escombros, las calles un basurero público, los semáforos ramas secas que no alumbran, las calles huecos y cráteres, las avenidas unas cuevas de lobo sin alumbrado público, las paradas de buses una pintura en la acera, el transporte público camiones de ganado y buses de los 40, cementerios enmontados y un mercado municipal caótico y decadente. Con todos esos argumentos algunos defensores salen al paso justificando las lluvias como saboteadoras y conspiradoras contra el gobierno municipal, como si Ciudad Bolívar fuese el desierto de Atacama o las Praderas de Sudan donde no llueve hace decenas de años. Solo falta que declaren a San Pedro persona no grata con acuerdo de la Cámara Municipal y todo. Solo queda presupuesto para rumbas y caña, ya veremos el paseo con sus adornos navideños de mal gusto. Seguiremos conversando.

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