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La dualidad presidencial en Venezuela consiste en ser a la vez Presidente electo de todos los venezolanos y Presidente del Partido político que lo postuló como tal. Por supuesto, la vemos como una dualidad reprochable, nada legítima del sistema democrático. En nuestro país ha sido introducida por la llamada “Revolución del Siglo XXI”, lo cual, bajo simple razonamiento, es una equivocación política que siempre conduce a suposiciones perversas.
Algo positivo del pasado era que quien salía electo Presidente de la República, postulado por su partido, renunciaba a su responsabilidad y disciplina partidistas para proclamarse Presidente de todos los venezolanos. Eso le permitía escoger de aquí y de allá, profesionales idóneos, hombres o mujeres capaces y talentosos, con el fin de prever un gobierno exitoso que en definitiva es lo que se persigue, como bien lo decía el filosofo griego Platón “el gobierno debe estar en manos de los sabios”.
La dualidad presidencial como la existente en Venezuela, conduce inevitablemente al sectarismo político y a utilizar los cuantiosos y poderosos recursos del Estado a favor del partido que preside. Quien desde el Poder dirige al Partido que lo postuló, está, valga la metáfora, jineteado un caballo que galopa según manipule sus riendas. De hecho, la dualidad no es nada honesto y transparente, por ello, los sectores enteramente democrático, la rechazan. Además, históricamente está evidenciado que los partidos políticos conformados en el Poder, sufren una existencia fugaz. Ejemplo, Las Bolivarianas de López Conteras, el FEI o Cruzada Cívica de Marcos Pérez Jiménez. El PDV de Medina Angarita. No así los partidos que emergen de las bases o la Oposición como AD, Copei y el Partido Comunista. Estos perduran en el tiempo a pesar de las divisiones que dio origen al PRN de Raúl Ramos Jiménez, al MEP de Luis Beltrán Prieto, al MIR de Domingo Alberto Rangel y FDP de Jorge Dager. El miedo de dar la pelea interna dentro de los propios partidos y el egocentrismo aberrante provocan las escisiones lamentables que conducen a inestabilidad y atraso, es decir, como lo escribió el extinto dirigente urredista barcelonés, Domínguez Chacín “la multiplicidad de partidos conducen a la anarquía”. A esta anarquía de nuestros días, donde cada vez hay más partidos que puestos en un autobús. (AF)