Me desperté más temprano que de costumbre y traté de saber la hora a través del radio receptor que tengo instalado sobre la cabecera de la cama. En ese momento sonaba con arpa, cuatro y maraca, un canto recio llanero que narraba la pena de un llanero que le suscitaba haber perdido a su mujer por culpa de una chismosa que le llenó la cabeza de cuentos y murmuraciones como quien llena una tapara con agua turbia. Entonces me acordé de Ángeles Mastretta, escritora mexicana, ganadora en 1997 del premio internacional Rómulo Gallegos con su novela “Mal de amores” que, por cierto, solicité en la Librería del Sur y la encargada nada sabía del episodio literario. Pues bien, nada del otro mundo. Ángela en una plaqueta escribe agradablemente sobre Los Conversadores de un tiempo en que conversar y saber conversar era un don encomiable, pero, que siempre un conversador corría el riego de ser tildado de chismoso “para desgracia, nada más cercano a la vera del acantilado por el cual camina” señala la mujer nacida en Puebla y que seguramente ha escuchado y seguido de algún modo el ritmo de “Los Gigantes” colombianos ejecutando el vallenato “La Chismosa”. Por fortuna no hay chismosa ni chismosos en la calle donde vivo. Apenas gente que sonríe y saluda muy amablemente como Alida Leal, Gladys Torres, Rosa Medina, Adricar Narváez, Eliz María Granadino, Flor Álvarez, Jenifer Obregón, Nora Morales y Daniela.(AF)
