Foto: Gleybert Asencio
Por Alberto Torres @albertotorresm_
3 julio, 2022
La contención artificial del tipo de cambio no logra contener por completo el alza de precios en el país, que ahora se enfrenta a presiones inflacionarias externas por incrementos mundiales de materias primas, alimentos y otros bienes.
Caracas. Sin hiperinflación y con pronósticos de alcanzar su segundo año consecutivo de crecimiento, propios y extraños coinciden en que la economía venezolana tiene el mejor rostro de los últimos cinco años, pero los aumentos de precio siguen allí.
La inflación en Venezuela es un mal que está lejos de resolverse por completo. Pese a que en el último semestre —de acuerdo con cifras del Banco Central de Venezuela (BCV)— el índice de precios al consumidor acumula al menos 33 % de incremento (cifra que hasta principios de 2021 era la inflación mensual), las causas de los incrementos se mantienen.
Ahorita está en un nivel que se considera bastante alto, con rangos lejos de una economía estable y sostenible, y tiene causas multifactoriales internas y externas”, explica a Crónica.Uno la economista e investigadora de EMFI Group, Rosamnis Marcano.
Las causas no han variado y se sumaron otras
Si la economía inflacionaria venezolana ya se caracterizaba por sus problemas propios que producían alzas de precios, la pandemia y los conflictos internacionales agravaron el panorama. Marcano destaca que el incremento de las materias primas, el conflicto en Ucrania y las restricciones en las cadenas de suministro ya reflejan impactos en los precios de Venezuela.
Buena parte de los productos que se consumen en el país se importan. Hay un traslado de la inflación mundial hacia esos productos que, por cuestiones de disminución de oferta, aumentan de precios. La demanda mundial de transporte marítimo y terrestre de productos supera a la oferta, generando retrasos e incrementos”, dice Marcano.
La economista indica que la política de contención del tipo de cambio, que el Gobierno insiste en usar para estabilizar los precios, sigue abaratando la importación frente a la producción local, pero ahora se enfrenta a escenarios internacionales que incrementan —así sea de forma mínima— los precios al consumidor final de esos bienes.
¿Qué dicen los números?
Los últimos datos divulgados por el BCV revelan que la inflación interanual hasta mayo de 2022 fue de 167,2 %, cifra que, en efecto, va en descenso conforme avanzan los meses y Venezuela se aleja del ciclo hiperinflacionario que hubo entre 2017 y 2021.
Para lograr tal desaceleración, el Gobierno continúa con sus políticas de encaje legal para limitar el crédito, incrementos menores de la liquidez y el gasto público y la contención del tipo de cambio, que hasta junio de este año acumuló una variación de al menos 70 % respecto a un año atrás.
La cantidad de dinero que circula actualmente en la economía venezolana (entendida como liquidez monetaria) es tres veces mayor (333 %) a la que había hace un año, pero esa variación anual también ha disminuido si se compara con la de diciembre de 2021 (mes en el que culminó la hiperinflación) que llegó a 620 %.
El Gobierno no ha podido crear condiciones macroeconómicas para que se restablezca la confianza en el bolívar y tampoco ha permitido una dolarización financiera; y eso sigue afectando el sistema de precios”, dice Rosamnis Marcano.
La investigadora afirma que se ha podido aumentar el gasto sin generar presión fiscal y mayor inflación gracias al incremento de la recaudación tributaria y los ingresos petroleros y no ve probable —al menos en el corto plazo— un escenario en el que se libere el encaje y el tipo de cambio.
Los costos tienen poca incidencia en el alza final
Con la relajación de controles y de tipo de cambio, vigente desde finales de 2018, el abastecimiento de alimentos, medicinas, autopartes y otros productos se ha recuperado, pero esa recuperación no se está dando de igual forma en el consumo y tiene impactos en las cadenas de producción y distribución.
Celso Fantinel, presidente de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios (Fedeagro), explica a Crónica.Uno que en el campo “no se ven esos incrementos” que notan los consumidores finales y pone como ejemplo el precio del saco de 60 kg de papa, que por estas fechas en 2021 era de $53 y ahora difícilmente supera los $30.
Los intermediarios (comerciantes) y supermercados indican que no hay consumo y, como los precios de las hortalizas dependen principalmente de la oferta y la demanda, el productor prefiere disminuir sus precios para no perder las cosechas”, explica Fantinel.
En el transporte de carga, pese a que en el último año han visto incrementos en el combustible, han tenido que disminuir los costos de fletes que ofrecen a las industrias y sacrificar el mantenimiento de sus unidades para buscar ganancias.
“La capacidad instalada de carga excede la demanda de transporte. La realidad del sector está muy distante de lograr un ajuste real porque no hay suficientes bienes que necesiten movilizarse”, dice a Crónica.Uno el presidente de la Cámara de Transporte del Centro (Catracentro), Tarek Bahsas Cass.
De manera que la desconfianza en el bolívar —que hace que un producto o servicio cueste más si se paga en moneda local— y la apreciación del tipo de cambio —que provoca aumentos tanto en bolívares como en dólares al consumidor final— siguen siendo los principales retos a superar por parte del Gobierno, si pretende contener el alza continuada de precios que deprecia los ingresos de la población.