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El chavista que vendió su ferrari | por Claudio Zamora

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Ernesto era hijo único, su madre tenía un muy buen cargo en el gobierno y estaba separada de su papa, razón por la que Ernesto siempre se crió al cuidado de las mujeres de servicio que trabajaban en su Quinta, la mayoría de las veces veía a su mamá bien avanzada la noche en momentos en los cuales cruzaban unas pocas palabras, era taciturno e introvertido, regular alumno, distante y asocial, jamás fue incluido en las actividades extraacadémicas fuera de las horas regulares de clase porque no asistía, una piscina, una reunión, un partid de futbol eran nulos para él, cuando debían exponer o realizar algún trabajo en grupo él se ofrecía para imprimirlo o encuadernarlo y asumía su punto de exposición sin grandes alharacas, no tenía casi amigos en su curso y se juntaba con unos chicos ajenos a su círculo de estudios. La rara vez que invitó a unos compañeros a descargar unas tareas por internet se quedaron asombrados, era fanático del futbol y tenía una vitrina con camisetas originales de los principales equipos del mundo, también zapatos de futbol de las mejores marcas casi sin estrenar y balones brillantes y con poco uso, jugaba sólo en una esquina del patio techado donde le habían construido una mini cancha de pasto artificial perfectamente demarcada con unas mini porterías y afiches de futbol que le daba aspecto de set televisivo. Por más que trataron sus compañeros de insertarse en su grupo dilecto no fueron incluidos y siempre se refugiaba en sus excusas favoritas: La Mamá y su rígido carácter. Se graduaron y perdieron el rastro hasta años después enterarse de su fuga del país involucrado en unas estafas bancarias y de seguro la protección y puesta a salvo por parte de la progenitora que seguía siendo una poderosa funcionaria, ahora casada con un militar de alto rango. Traigo a colación el cuento de Ernesto al enterarme de la habilitación de la pista aérea del aeropuerto de la Carlota en Caracas para que los enchufados del gobierno puedan probar y correr sus Ferraris adquiridos la gran mayoría con dividendos provenientes de la corrupción administrativa y los negocios con el dinero de todos los venezolanos. Como Ernesto se calzaba unos Nikes Mercurial y pateaba una pelota sintética de 300$ , uniformado con el último modelo original del Real Madrid para jugar sólo y hacerle goles al afiche de Oliver Kahn, porque no tenía amigos con quien compartir. Asimismo los enchufados deben encerrarse con custodia para disfrutar de algunas horas de placer conduciendo unas máquinas de medio millón de dólares ante la imposibilidad de correrlos en una carretera empinada de los Alpes Suizos o en las mismas destrozadas vías de Venezuela que molerían la carrocería de unos vehículos tan bajos y si por casualidad pudiesen circular en carretera no llegarían muy lejos sin que los atraquen o secuestren dándose “boleta” en unas naves que sólo pueden conducir multimillonarios, lo único que les queda es cantar en sus jaulas de oro, lucirlos a una reducida concurrencia que los acompaña o tenerlos de artículos decorativos en un garaje, viviendo en su burbuja prefabricada, porque los verdaderos ricos en Venezuela, disfrutan fuera de nuestras fronteras, un placer que para los enchufados seguirá vedado. Seguiremos conversando. [email protected]