Analistas aseguran que el gobierno de Nicolás Maduro se sentó a negociar en México robustecido políticamente, pero debilitado en lo económico, por lo que tiene en la mira lograr el levantamiento de las sanciones institucionales y que Estados Unidos y la Unión Europea serán claves en este proceso. Sobre el desempeño de la delegación de oposición, Daniel Varnagy, doctor en Ciencias Políticas, asevera que en la mesa de diálogo no participa un sector que representa los intereses de la ciudadanía, sino que obedece a intereses particulares
Una oposición diezmada por las divisiones internas, los intereses particulares y la disminución del apoyo internacional se sentó de nuevo a negociar con el gobierno de Nicolás Maduro en la Mesa de diálogo en México, en contraposición con la delegación del Ejecutivo Nacional que, fortalecida en el ámbito político, va con miras a imponer sus condiciones.
Aunque la oposición —al igual que el gobierno— reitera en su discurso representar a la mayoría y la necesidad de cambio que aclaman los ciudadanos, la aseveración es torpedeada por las fallas políticas y señalamientos de corrupción que ha tenido el sector en el último año.
De la primera reunión entre ambas delegaciones, realizada el sábado 26 de noviembre, nació el Segundo Acuerdo Parcial, documento que contempla la creación de un fondo común y el desbloqueo de 3.000 millones de dólares para la atención de problemas de servicios públicos, infraestructura educativa y salud.
A primera vista, esto podría considerarse como un nuevo capítulo hacia una solución de la crisis política, social y económica, pero quedan dudas sobre si las negociaciones se mantendrán, si el gobierno tomará en cuenta las exigencias de la disidencia, o si más bien será quien imponga la dirección del diálogo.
Pragmatismo en el diálogo
Para Daniel Varnagy, doctor en ciencias políticas, la negociación se da entre el gobierno y unos “grupos de intereses particulares”, no de oposición. Dice que el sector que pudiera representar los intereses genuinos de la sociedad civil no está sentado en la mesa.
Varnagy considera que los primeros acuerdos de la mesa se dieron en tan poco tiempo porque no hay una verdadera oposición ideológica al sistema. Hace énfasis en el hecho de que no fueron proclamados por la sociedad civil para acudir a las negociaciones.
El profesor de la Universidad Simón Bolívar (USB) ve complicado que la oposición pueda imponer alguna condición en esta ronda. Enfatiza que ha perdido cartas para presionar al gobierno y lograr que ceda.
“En esta oportunidad el gobierno tiene mucha más fuerza que la que se dice llamar oposición. El problema es que hubo un cambio geopolítico importante en los últimos dos años. Ahora casi todos los gobiernos de América son o de centro-izquierda o de izquierda en distintos grados”, agrega Daniel Varnagy.
El profesor en ciencias políticas no cree que exista capacidad efectiva de presión por parte de la oposición. Dice que “quizá” por donde puede apretar la tuerca es a través de los temas diplomáticos y de derechos humanos.
Con Varnagy coincide el politólogo Piero Trepiccione. Enfatiza que la oposición va débil a la mesa de negociación por su dispersión política y que si no logra rearticularse no podrá ser “un vector de fuerza transformadora”, por lo que tendrá muy poca incidencia en este proceso.
Trepiccione, subdirector del Centro Gumilla, detalla que, a diferencia de la oposición, el gobierno de Maduro está más fuerte porque logró organizarse hasta, prácticamente, invisibilizar a la disidencia del frente político, pese a ser minoría y a todo el descontento social.
“Maduro ha logrado mantener la unidad monolítica del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), a pesar de ciertas diferencias internas”, menciona.
El gobierno se sienta a negociar fortalecido en lo político, pero debilitado en lo económico. El politólogo reconoce que el oficialismo enfrenta una baja económica significativa y que necesita el levantamiento de las sanciones para poder ampliar el margen de maniobra financiera en cuanto al funcionamiento del Estado.
Tanto Trepiccione como Varnagy coinciden en que Estados Unidos y la Unión Europea (UE) serán claves en esta nueva ronda de negociaciones, debido a que tienen la posibilidad de cumplir al gobierno su aspiración de que sean levantadas las sanciones.
Pese a los cambios de roles del gobierno y la oposición, afirma Varnagy, otro factor importante que podría jugar a favor de un acuerdo verdadero para atender al país, es el interés común por asegurar el crecimiento de la producción de petróleo y gas y las mejoras al parque tecnológico.
Varnagy cree que se impondrá el “pragmatismo político” y que se negociará para lograr aliviar las sanciones institucionales.
Desequilibrio entre gobierno y oposición
El diálogo entre el gobierno y la oposición se dio 13 meses después de que la delegación oficialista se levantara de la mesa en protesta por la extradición a EEUU del empresario colombiano Alex Saab.
En ese momento las partes llegaron a «dos acuerdos parciales», el primero estaba direccionado a «la ratificación y defensa de la soberanía de Venezuela sobre la Guayana Esequiba» y el segundo acuerdo tenía que ver con la protección de la economía y la atención social.
«Las partes acordaron la necesidad de rescatar y recuperar los activos pertenecientes a Venezuela, así como los dineros y riquezas que se encuentran en el exterior, necesarios para la recuperación económica en la postpandemia», indicó en 2021 el jefe de la delegación de gobierno, Jorge Rodríguez.
Los recursos serían destinados en materia de salud: dotación de insumos, compra de vacunas contra la covid-19 y la rehabilitación de hospitales.
Sobre las diferencias entre el acuerdo del 2021 y el suscrito este año, el sociólogo y analista político Damian Alifa señala que el primero se trató de una declaración de voluntad, redactada en términos muy generales, para «trabajar coordinadamente en la atención de la pandemia» y para buscar financiamiento e insumos para el sistema de salud.
Recuerda que en ese entonces la Organización Panamericana de la Salud (OPS) fue el ente mediador.
Subraya que el acuerdo actual tiene mayor alcance debido a que está planteado el descongelamiento de recursos y su tramitación por parte de la ONU para atender problemas sociales que fueron priorizados en las negociaciones.
“El éxito o no (del acuerdo) depende mucho de las expectativas de los actores y en qué lugar te pares. En principio, el gobierno parece muy conforme con el resultado de estas negociaciones, pero en la oposición pareciera haber mucha inconformidad con lo acordado públicamente”, esboza.
Alifa sostiene que hay dudas sobre qué obtiene la oposición en la negociación, sobre todo por el hecho de que se acerca una elección presidencial, por la que reclama condiciones y garantías que aún no se han negociado.
“El gran obstáculo de las negociaciones en este momento es el enorme desequilibrio que existe entre el gobierno y la oposición. La oposición ha perdido mucha fuerza en el plano internacional, ha perdido gobiernos aliados y hay un cambio de enfoque hacia Venezuela por parte de EEUU y Europa que incomoda a cierto sector”, añade el investigador.
Como lo aseveran Varnagy y Trepiccione, Alifa comenta que la oposición vive un proceso de desgaste interno, por las divisiones, la falta de poder de convocatoria y la desconexión del liderazgo, lo que hace que tenga poco que ofrecer en las negociaciones y, por tanto, poco que obtener. Asegura que esto «les deja un mal sabor de boca en los resultados”.
Tira y afloja
El politólogo y subdirector del Centro Gumilla, Piero Trepiccione, dice que hay que estar expectantes al proceso de diálogo y garantizar que sean los ciudadanos los que se conviertan en un contrapeso al «autoritarismo» y coadyuven a la democratización del Estado.
Al ser consultado sobre si la vuelta a la mesa y el Segundo Acuerdo Parcial deja en evidencia que gobierno y oposición han podido llegar a acuerdos antes, afirma que siempre hay oportunidad para debatir y llegar a consensos.
Expone que todo el tema energético producido tras la invasión militar de Rusia a Ucrania, en febrero de este año, ha servido como “vaselina” al proceso de negociación, pues si esas circunstancias no se hubiesen presentado habría sido más complicado retomarlo.
“Habrá que ver qué tanto están dispuestos a ceder EEUU y la UE con el tema de las sanciones y qué tanto está dispuesto a ceder la representación de Maduro. Todo dependerá de eso, porque no va a haber levantamiento de sanciones sin garantías de competitividad electoral”, apunta.
Sobre el tema energético y de Ucrania, Alifa señala que en todo el contexto de la crisis internacional derivada por el conflicto armado, EEUU necesita enviar todas las señales positivas posibles al mercado energético para aliviar la presión y por eso ha intentado, “aunque de manera fallida”, bajar las tensiones con Irán y ahora con Venezuela.
Indica que EEUU no solo presiona porque se llegue a una normalización con Venezuela por el tema petrolero, sino porque hay grupos de presión conformados por tenedores de deuda venezolana que necesitan que se normalicen las relaciones para poder renegociar y cobrar la deuda.
Asevera que el gobierno sabe que no va a obtener la eliminación de todas las sanciones y que, por su parte, la oposición está clara de que es imposible que el Ejecutivo acceda al 100% de sus demandas.
«Las negociaciones tienen un plano declarativo y un plano real. En el plano declarativo se pide todo, en el plano real se trabajan con base a algunas fórmulas que son más realistas. También tienen sus tiempos, pueden suspenderse ahorita y continuar en unos meses. En general, pareciera que el gobierno pasaría a asumir una estrategia de desgaste en la negociación”, agrega Alifa.