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Disuación por la fuerza | por Jesús Puerta

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Varias informaciones marcan una evidente tendencia a reforzar el Estado autoritario militar:

  1. La reciente reunión de un «Alto Mando político-militar, que ha desplazado todo organismo del PSUV como dirección política del sistema reinante, donde se constituyen unas «Unidades de Paz» con fin evidente de reprimir y «mantener la paz», eufemismo con claras referencias en el gomecismo (¿recuerdan? La paz de los cementerios).
  2. La presencia de efectivos militares y policiales en las escuelas para disuadir cualquier expresión del combativo gremio de los maestros, además del anuncio de la Ministra Sin Educación de que usarán un sofisticado sistema informático para controlar la asistencia de los docentes a los centros de Educación donde no hay ni pupitres, algunos con construcción muy derruida por efecto de las últimas lluvias, mucho menos material didáctico.
  3. La insistencia en que las Primarias de la oposición, un evento privado, interno de un sector político, «no van» y la reaparición de la «Rata» solicitando una respuesta rápida del TSJ para evitar esa actividad, justo cuando el CNE reivindica una super-función: organizar todas las elecciones, desde las de las reinas de Carnaval hasta las del condominio, pasando por los procesos internos de los sindicatos, Gremios, etc. Esta interpretación «constitucional» (digna de Escarrá que inventó lo de las Leyes Constitucionales-¿?-) implica que solo el CNE puede organizar las Primarias de la oposición.

Al mismo tiempo hay acciones que anuncian un recrudecimiento de la conflictividad social:

  1. Nada menos que 94 protestas laborales se registraron durante este mes recién pasado.
  2. Huelgas de hambre de jubilados de PDVSA, de presos políticos, de otros jubilados, etc. Trabajadores de Ferrominera se encadenan a las puertas de la Defensoría. Protestan trabajadores de Parmalat. Y muchos otros conflictos.
  3. Un Frente por la Defensa del Poder Adquisitivo del Salario (FREPODES), de lenguaje «chavista» y cercanía con el PSUV civil, después de introducir recursos en el TSJ en defensa de las remuneraciones de los trabajadores, anuncian un encuentro para «coordinar las luchas»; algo parecido a lo que vienen haciendo algunos grupos organizaciones e individualidades a raíz de a intervención írrita al Partido Comunista.

Pero, desde el gobierno, siguen las iniciativas. Parece que va en serio lo del referéndum del Esequibo, de pertinencia dudosa para algún avance en las reclamaciones territoriales del país, pero de finalidad evidente de aceitar la maquinaria del PSUV para detectare posibles «traidores» dentro y fuera de la organización, ya francamente militarizada.

Por supuesto, la tendencia a recrudecer el autoritarismo del gobierno y la violación sistemática de la Constitución, no es nada nueva: viene de meses y años pasados. La judicialización de procesos internos de los Partidos (y no tan «internos»: el asalto al PCV fue hecho por gente que no tenían nada que ver con la vida interna de esa organización de tan larga trayectoria), la violación del justo proceso (desde, por lo menos, 2014), las torturas, detenciones arbitrarias y desapariciones (ya evidenciadas internacionalmente, y con nuevos ejemplos patéticos como el del estudiante John Álvarfez), son acciones que se vienen manifestando desde hace tiempo.

También es evidente el duelo de un sector que todavía expresa su fervor (cuasi religioso) por el Difunto, creyendo que «íbamos a hacer la revolución», constatando que el «Plan de la Patria» quedó en una lista demagógica caza bobos. Una dolorida crónica del amigo Rodríguez Olmos lo ejemplifica («¿Será que Chávez nunca existió?» se tituló uno de sus últimos artículos). La evidencia del giro delincuencial, neoliberal, autoritario, militarista, del gobierno, ya golpea a su propia base más creyente. No es nada raro que el FREPODES reciba «lo suyo» en este recrudecimiento de la «lucha por la paz». Si golpearon a los socios más poderosos (El Aissami y sus ladrones, aunque todavía no se sepa nada cierto sobre él), ¿cómo no golpear unos militantes bien intencionados, todavía inspirados por la figura del gran Caudillo? Los socios en los negocios (incluyendo a los del «Tren de Aragua») pueden llegar a acuerdos, pero ¿cómo hacerlo con quienes cada vez se convencen más de que, más que una decepción, de una falta del jefe, se trata de una monstruosa traición, de un giro evidente a una dictadura de la peor calaña, porque, además de represiva y lumpenburguesa, es mentirosa, muy mentirosa?

Y, mientras tanto, el pragmatismo gana la partida en Washington, y quieren petróleo, oro, metales raros, hierro, etc., en fin todas nuestras riquezas, que los actuales gobernantes están dispuestos a entregar, a precio de gallina flaca, con la condición de que los dejen todavía ese Poder yermo, inepto, incapaz para algo más que reprimir y destruir. Por supuesto que hay diálogo y acuerdos. Igual, con algunos sectores de la burguesía tradicional. Pero es un diálogo con un mazo amenazante. O sea, lo contrario de un diálogo.

Pero las tendencias siguen: el rechazo al gobierno se va haciendo cada vez mas grande. El desastre de la energía eléctrica, en la educación, en la salud, en las Universidades, todo se hace cada vez más patente y enervantes. Los «camisas pardas» o «escuadras de asalto», calco de las SA nazis y los «fascis di combatimento» fascistas, podrán con algunas manifestaciones, detener a algunos comprometidos, estimular todavía más al éxodo. Pero el rechazo sigue ahí.

La disuasión es corta. Y la factura sigue engordando.

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