El sistema educacional venezolano está destruido. Desde la base hasta la altura que hasta ahora había tenido. Escuelas primarias y básicas, liceos y secundarias y hasta las universidades están en el peor momento de su historia. Sé que la pandemia derivada del coronavirus y sus recientes derivados han sido fundamentales para acelerar una crisis progresiva que se desarrollaba a la vista de todos, pero con pocas reacciones de los más responsables para detener el proceso y darle soluciones concretas. Por supuesto que el pésimo manejo del Covid por su impacto en el sistema educacional y, por otras razones tales como, la migración de cerca de siete millones de compatriotas que incluye a buena parte del personal docente, a alumnos y también a muchos trabajadores del sector desesperados por las pocas opciones favorables que el país ofrece.
No es mi intención analizar en profundidad el tema en estas líneas. Sería imposible. Pero si quiero sembrar la inquietud con relación a un problema que considero vital para el presente y futuro. Las nuevas generaciones no perdonarán jamás las cómplices omisiones que puedan estarse presentando.
Dentro del cuadro muy superficialmente descrito está el problema de las universidades. Me refiero tanto a las públicas como a las privadas. Hay una política de estrangulamiento económico y financiero para ponerlas, sobre la base de la necesidad existencial, bajo el control del estado-gobierno. La interferencia es permanente y la información que se recibe está muy limitada por el control abusivo de los pocos medios de comunicación independientes que aún quedan en el país. En este campo también hay un desprecio total a normas constitucionales, legales, reglamentarias y a usos y costumbres que para bien habían existido hasta ahora.
Estoy hablando de lo sustantivo, porque basta con constatar el abandono de la planta física de las instituciones, la cantidad de robos y asaltos en su seno y, en general, la inseguridad reinante para ratificar nuestra convicción de que esto no puede ni debe continuar.
Quiero hacer un urgente llamado a los egresados de todas nuestras universidades públicas y privadas, a las que merecen ese título y han gozado de autonomía total o parcial para que asumamos el compromiso y la responsabilidad de ponernos al frente de la lucha que se necesita para derrotar al enemigo que de manera abierta y encubierta pretende controlarlas y acabar, básicamente con la autonomía universitaria.
Se acuerdo a la Ley, los egresados formamos parte de la comunidad universitaria y tenemos representantes a nivel de las máximas autoridades. Todos estamos agrupados en colegios y gremios profesionales. A todos ellos va dirigido este llamado que sale de lo más profundo del corazón de un egresado eternamente agradecido a la Universidad del Zulia. Mi Alma Mater.
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