Yo ando a tracción de sangre por estas calles donde abunda el concreto, el hierro, el acero y el vidrio, e igualmente camino por calles donde nunca han visto el negror del asfalto y los arenalones te atascan y la miseria anda pegando saltos en las caras de niños y adultos, y me retrato en el dolor de unos pidiendo pan y los otros hurgando en la basura.
En el diario trajinar de cada día, me tropiezo con las penurias de mujeres y hombres venezolanos y puedo asegurar que es triste ver y sentir las necesidades alimentarias y espirituales de nuestros hermanos.
Es indescriptible el dolor y el padecimiento de la gente que vive en cualquier rincón del país. Nadie escapa a la insensibilidad de un régimen al que poco le importa que el hambre y la miseria estén desapareciendo a sus conciudadanos!
Es imposible sobrevivir con un salario mínimo y/o una pensión o jubilación que no llega a dos dólares. Es injusto y es una canallada tratar de esa manera a quienes dejaron el pellejo en ministerios, factorías, gobernaciones, alcaldías y cuánto ente público uno pueda imaginar.
El hambre y el imposible acceso a los medicamentos, mantienen desamparados a los adultos mayores, sin que eso signifique que habrá espíritu de enmienda en los que por el contrario, tendrán sus mesas atestadas de hallacas, pernil, pan de jamón, ensalada rusa y manjares olorosos a incienzo, oro y mirra.
Para ellos, los demás que se jodan, total para ganar una elección de alcalde, gobernador, diputado o concejal, lo que se necesita es un billete de cinco dólares por cabeza, y a fe de muchos, acá en El Tigre, los movilizadores del madurismo alacránico, parecían a las laderas de los cerros andinos: con lechugas cómo arroz.
Juan Manuel Muñoz Moriche
El Tigre, 17 de diciembre de 2021