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Cifras de educación en rojo, ¿cómo salir a flote?

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El arrastre de por los menos 10 años de desatención al sistema escolar y universitario deja pérdidas difíciles de cuantificar. Sin duda ha sido una década oscura para estudiantes, maestros, profesores, personal administrativo y cuidadores. Quizá un tanto más sombría para entes gubernamentales que, en esta situación, continúan tirando de él. Aunque no hay reconocimiento oficial, unos pocos datos del Estado levantan esa masa de polvo que envuelve a escuelas y universidades. El Instituto Nacional de Estadística (INE) publicó cifras que indican que el sistema escolar perdió 683.203 estudiantes de 2013 a 2018.

Carmen Victoria Inojosa

Especial / La Gran Aldea

Por su parte el Instituto de Estadística de la Unesco (IUS) también registró que 1.018.503 jóvenes no asistían a la secundaria superior para 2016. Un año después, el organismo internacional reportó que 495.692 personas en edad de ir a la escuela primaria estaban sin escolarizar. Y en septiembre de 2019 el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) aseguró que en el país había un millón de niños fuera del sistema escolar.

Universidades, especialistas, ONG y observatorios, ante la falta de diagnóstico y estadísticas oficiales, han logrado levantar datos y advertir las pérdidas en educación. La Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) arrojó que en 2021 la cobertura global de educación en personas de 3 a 24 años -en medio de la crisis y la pandemia- fue 65%, ocho puntos por debajo con respecto a 2014.  

Carlos Calatrava Fuente: UCAB. Fotografia: Miguelangel Villamizar.
Carlos Calatrava,
(Fuente: UCAB. Fotografia: Miguelangel Villamizar).

Carlos Calatrava, director de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), tras hacer estimaciones en 2021, encontró que 2.929.866 niños, niñas y adolescentes están excluidos del sistema escolar. “El mayor número se encuentra en educación primaria”, dijo. 

Estos indicadores representan a cada una de las personas que intentan sobrevivir en un país en Emergencia Humanitaria Compleja y una convulsionada crisis política y económica. Un drama que no solo deja atrás a los estudiantes, también a sus docentes. Calatrava estima que más de 93.000 maestros han emigrado. La demanda en las escuelas aumenta mientras que en las universidades se gradúan menos. La Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela pasó de graduar a 244 personas en 2012 a solo 15 en 2022. Laura Hernández, su directora, explica que muchos de los estudiantes se fueron del país o abandonaron la carrera. Es un cálculo que lo estima en 40%. “En este momento muchos están solicitando la reincorporación. Tengo esperanzas de recuperar el número de egresados y de estudiantes en general”, expresa.

La baja matrícula y actos de grado en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) mantienen a solas a la institución. En 2014 egresaron 15.540 docentes, pero en 2021 apenas lo hicieron 1.477. En ese mismo periodo ingresaron 17.508 estudiantes a la UPEL, el año pasado fueron 3.558. Asimismo, la población estudiantil se ubicó en 2021 en 38.839, es decir, 55% menos personas que en 2014. No son cifras fáciles de enunciar. Van al vacío y sin atajo. El 9 de octubre de 2018 Nicolás Maduro dijo que en el país había 2.829.520 estudiantes universitarios.

Datos de las universidades dan cuenta de esa pérdida de población. De acuerdo con la Dirección de Admisión y Control de Estudios de la Universidad Simón Bolívar el promedio anual de no inscritos se ubicó en 31% en 2018, este fue 8% en 2010. La Universidad de Los Andes (ULA) tuvo en 2012 una matrícula de 36.796, para 2020 la caída fue de 50,2%, según la Oficina de Admisión Estudiantil.

Carlos Melendez. Fuente: Observatorio de Universidades.
Carlos Meléndez,
(Fuente: Observatorio de Universidades).

Los profesores universitarios son otro sostén importante que se tambalea. El director del Observatorio de Universidades, Carlos Meléndez, sostiene que la pérdida de la calidad de vida de los docentes explica en gran medida que aproximadamente 60% de los profesores ya no estén en las aulas. “La pérdida más valiosa de la universidad es su capital humano: los académicos venezolanos, el personal administrativo y los estudiantes. Ya el sistema universitario tiene daños irreversibles. Se ha dejado de formar un personal capacitado que pudo haberse incorporado en el mercado laboral”, asegura.

La ULA tuvo una reducción de 19,3% de su personal académico según el Informe de Gestión de 2019. La USB que, en 2002 contaba con 519 investigadores, esa población se redujo 53% en 2019. Como consecuencia, ese año, la USB tuvo más personal contratado que de investigación.

Tulio Ramirez,
(Fuente: UCAB.
Fotografía: Manuel Sardá).

La Encuesta del Observatorio de Universidades (Enobu 2021) indica que en este momento 88% de los profesores no realiza extensión, y 60% no investiga. Tulio Ramírez, doctor en Educación, afirma que Venezuela en 1996 aportaba al cúmulo de artículos científicos en América Latina y El Caribe 4,8% de toda la producción científica. Este año apenas es el 0,7%.

El valor está en lo que queda, y es bastante  

En esta polvoreada que ahoga a las escuelas y universidades, algunos idearon la manera de respirar aire limpio. La Asociación Civil Con La Escuela tiene un reporte de incidencias que elabora su red de observadores escolares en 75 escuelas de 6 estados del país. En mayo preguntaron: “¿Cómo hacen las escuelas para recuperar su infraestructura, servicios, conseguir insumos para atender a los estudiantes?” La respuesta: autogestión y ayuda de la comunidad. De esa manera una escuela logró iniciar trabajos de reparación y frisado de los techos. Otra institución, donde solo 18% de los estudiantes tenían textos escolares, el director inició un operativo para recolectar libros y material didáctico.

“Quisimos reconocer el obstinado esfuerzo de directivos y docentes, por cumplir con su misión, a pesar de todo. Es la reserva moral de la educación venezolana”, se lee en el informe. “En las escuelas suceden actos de magia a diario. Los magos son los maestros y sus estudiantes. Ocurre en un contexto que no es favorable. Las familias siguen dando la pelea”, dijo Gabriela Domingo, directora de Con La Escuela.

Asimismo Calatrava aplaude a los 415.000 docentes que se mantienen en el sistema escolar y las familias que continúan enviado a sus hijos a las escuelas. Y así también recuerda a los 100 jóvenes que ingresaron a la Escuela de Educación de la UCAB del Programa de becas Educa 20-20, que surgió en 2018 para atender la falta de docentes. En julio egresó la primera cohorte de 28 personas, quienes, como parte del convenio, deberán trabajar durante un año en escuelas de la Asociación Venezolana de Educación Católica (AVEC).

Verónica Rojas, de 25 años, fue una de las graduadas el pasado 21 de julio de 2022. Cuenta que encontró la vocación mientras estudiaba. “Los cambios que necesita el sistema escolar requieren de mucho esfuerzo. Lo importante es empezar y no quedarse en el diagnóstico. En cinco años esto no será Finlandia, pero decir que nuestro sistema educativo está condenado es menospreciar a las personas que siguen luchando”.

La Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela trabaja en un nuevo diseño curricular que espera implementar en 2023. “Estamos revisando bases, perfiles, mirando hacia el futuro, documentos que sean pertinentes en sus menciones. Haciendo hincapié en la práctica profesional e investigación. Además de reforzar las áreas de pedagogía y filosofía”, explica Laura Hernández Tedesco, directora de la institución.

La Escuela Técnica Industrial San José Obrero – Fe y Alegría iniciará en septiembre una fase piloto de un “diseño curricular contextualizado” que incluye competencias blandas, empleabilidad, emprendimiento y temas de género. “Aunque la realidad es dura, no nos determina”, piensa Calatrava.

¿Cómo salir a flote?

Quitar el polvo acumulado durante una década en las escuelas y universidades, es un desafío. También un acto de sinceridad. La visión de especialistas en educación para tener un sistema educativo en condiciones admisibles para 2030 apunta hacia la formación de docentes, inversión en sueldos y salarios, presupuestos y programas de becas. “Todo esto es para que salgamos del subsuelo a nivel del suelo, ponernos al ras con el piso”, dijo Calatrava.

Según Calatrava, Venezuela necesita 197.000 nuevos educadores en todas las áreas del conocimiento y modalidades: “Si somos 27 escuelas de educación en el país más la UPEL, ahí podríamos entre todos hacer el trabajo formativo”. Esta instrucción costaría 12.000 millones de dólares en un plazo de cuatro a cinco años. La inversión en sueldos y salarios es clave no solo para mantener a los docentes en el aula, sino para atraer a nuevos talentos. Calatrava piensa en una remuneración de 949 dólares por docente, que incluya a los nuevos y ya activos, una inversión de 64.000 millones de dólares durante cuatro años. “En definitiva, hay que entender que la educación es una palanca del desarrollo. Es preferible tener escuelas llenas de estudiantes, con maestros bien formados, aprendiendo cosas útiles y apostando para el futuro que estar pendiente de seguir explotando petróleo”, opina Calatrava.

Leonardo Carvajal,
(Fuente: UCAB.
Fotografía: María José Rodríguez).

Leonardo Carvajal, doctor en Educación, propone un plan pedagógico de formación que permita echar las bases para la capacitación de los estudiantes. Además de un Consejo Nacional de Educación formado por expertos, rectores, exministros, investigadores y la posibilidad de un periodo estable para la persona que presida el Ministerio de Educación. También retomar las pruebas de calidad educativa. “No es nada fácil decir que para 2030 vamos a tener un sistema educativo listo para lo que sea, de primer mundo, el deterioro en los últimos años ha sido mucho más severo por la huida de los docentes. Pero hay que remar y remar con una embarcación ligera, que tenga buenos remos que son los docentes”, considera Carvajal.

Y en las universidades el rescate empieza por darle el justo valor a la formación de profesionales. Ramírez propone una legislación que permita hacer alianzas estratégicas con la empresa privada y del Estado para que la academia tenga recursos diferentes al presupuesto nacional. El objetivo es garantizar su funcionamiento. “Todo esto tiene que depender de un Estado que ofrezca fuentes de trabajo, porque no es posible formar gente para que después se conviertan en Uber. Hay que formar profesionales para que se incorporen al desarrollo y al progreso del país con emprendimientos que generen impacto en la economía”, opina Ramírez.

También plantea reconsiderar la “gratuidad absoluta de la educación superior” con “una política de becas y estímulos para aquellos que no pueden estudiar”. Estos pasos deben ir acompañados de un sistema que permita todas las corrientes del pensamiento. “Hay que despolitizar a la educación”, agregó Ramírez.

Para Carlos Meléndez, el sistema educativo universitario puede y debe estar mejor porque la realidad del país así lo exige; por ejemplo, la necesidad de utilizar la capacidad técnica y de investigación para atender la crisis de salud y alimentación. “Repensar a la universidad es una acción que se tiene que hacer en todo momento porque la universidad debe estar a la par de los cambios que ocurran en la sociedad, y la sociedad es un ser cambiante”, expresó Meléndez. También es fundamental que las universidades puedan ser autónomas, que garanticen condiciones mínimas a los estudiantes y un sistema político democrático.

Aunque no se trata de dar un salto al pasado, Meléndez concluye: “En Venezuela hay universidad. Y mientras más rápido exista una política que incorpore estos desafíos, menos serán los daños y tendremos posibilidades de ampliar esa luz que existe. Tenemos una historia de 300 años de universidad: ha habido Colonia, dos guerras, un sinfín de dictadores, pero la universidad ha sobrevivido”.

El panorama del sistema escolar y universitario hacia 2030 es incierto. Depende de la voluntad de los entes gubernamentales que implementen con urgencia planes y programas que apunten en los próximos siete años hacia la recuperación de escuelas, universidades, y su gente. Los especialistas acotan que el contexto político y económico también será determinante para definir el camino de la educación en el país. La emergencia educativa exige, no solo reparar grietas, sino echar bases sólidas para que las instituciones de enseñanza sean inquebrantables. “Si hacemos lo que tenemos que hacer, para el año 2027 lo podemos lograr”, señaló Carlos Calatrava, director de la Escuela de Educación de la Universidad Católica Andrés Bello.