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Banderas de guerra | por Claudio Zamora

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Las banderas nacionales tienen una profunda simbologia, se dice que nacieron en Asia porque eran elaboradas en seda para que pudiesen ondear con facilidad, cada pais asumió las propias como simbolo de identidad y crecieron a su alrededor muchas normas universalmente acatadas por la diplomacia.

Por ejemplo, hasta no ser otorgado el plácet diplomatico ningun pais puede ondear su bandera en territorio extranjero, de hacerlo constituye una afrenta que puede dar origen a una reclamación e incluso hasta un conflicto internacional, las normas establecen que el vehículo diplomatico debe circular sin bandera y luego de la entrega de credenciales, la aceptación por el pais anfitrion, la entonación del himno y el izamiento de la bandera en la ceremonia de cancilleria es que recien se encuentra autorizado el representante diplomatico para retirarse, lucir en el guardafango derecho del vehiculo oficial la bandera de su pais e izarla en la delegación diplomatica y residencia oficial del embajador.

En pocas palabras, no puedes izar la bandera en territorio ajeno. La actuación provocadora del presidente de Guyana Irfaan Ali al izar la bandera de su pais en el territorio en disputa y muy cerca de la linea divisoria entre ambos paises, no es más que una provocación que persigue alguna reacción destemplada de nuestra parte que agudice aun más el conflicto diplomatico.

Esta incitación han ido progresivamente acompañadas de una serie continuada de actuaciones que sólo persiguen sacarnos del camino diplomatico y llevarnos a cometer algún desatino que beneficie su posición en el reclamo.

El otorgamiento de concesiones para la exploración y explotación de recursos en la zona en reclamación; el anuncio de instalación de bases militares norteamericanas en dicho territorio, los pronunciamientos del Caricom y las declaraciones destempladas de su presidente alejadas del vocabulario diplomatico, las denuncias ante la CIJ y tantas otras dan cuenta de un adversario en debiles condiciones.

Los abogados decimos que cuando tu contraparte comienza en el juicio a interponer excepciones, dilgencias dilatorias, denuncias inconducentes, explota al maximo los lapsos y evade entrar al nucleo de la controversia, es porque no tiene argumentos ni pruebas para defenderse y cuenta sólo con que una sutileza juridica lo pueda salvar o extienda el pleito para no conocer la derrota. Si bien no estamos en la mejor posición en el juicio ante la CIJ el mismo no es por falta de argumentos, ha sido por negligencia en la defensa, ´por haber privilegiado las decisiones politicas ante que las juridicas, por haber sido flojos para comparecer al juicio y no haber realizado con la diligencia requerida las actuaciones que toda defensa impone.

Sin embargo, en nuestro descargo debemos señalar que los argumentos centrales de nuestra defensa son harto conocidos, los claros vicios del laudo arbitral de Paris de 1.899 en el cual una componenda entre el Gobierno Norteamericano y Reino Unido despojan de ese territorio a Venezuela, dicho laudo plagado de vicios es así reconocido de manera expresa al punto de celebrarse un nuevo acuerdo en 1966 que sometia la reclamación a la negociación amistosa.

Todos los antecedentes historicos nos benefician, las posesiones territoriales en derecho no surgen por generación espontanea, existe algo llamado la tradición que no es más que la posesión pacifica y continua generada de manera legal, la nuestra surge desde la Capitania General de Venezuela desde 1.777 creada por Carlos III y era parte de la Provincia de Guayana. Ni Reino Unido ni ahora el gobierno de Guyana poseen un titulo historico que respalde su posesión sobre ese territorio más que un despojo territorial de una potencia en sus afanes colonialistas.

Que estemos o no de acuerdo con la forma en que se ha manejado el conflicto es harina de otro costal, el nucleo del asunto se encuentra en que si ya despertamos al lobo, nos preparemos para cualquier escenario, porque no se trata sólo de una bandera, detrás hay toda una estrategia distraccionista para alejarnos de la via diplomatica, no mordamos el peine. Seguiremos conversando. [email protected]