Marianela Palacios Ramsbott
Venezuela superó el cincuenta por ciento de inflación mensual en 2017 y ha rebasado la cifra muchas veces desde entonces. Pero lleva siete meses con alzas mensuales muy inferiores. Si sigue así, podría declararse libre de hiperinflación en enero de 2022. ¿Lo logrará con unas elecciones en camino?
Venezuela podría romper otro récord en 2022, y no olímpico sino económico y tristemente célebre: el de la hiperinflación más prolongada de la historia moderna.
Llevamos 45 meses en un ciclo hiperinflacionario y si no logramos mantener el alza de precios mensual por debajo del cincuenta por ciento en los próximos meses, destronaremos a Nicaragua en 2022.
La actual campeona histórica, la hiperinflación nicaragüense, duró 58 meses: de junio de 1986 a marzo de 1991, según la investigación de los economistas Steve Hanke y Nicholas Krus, publicada en 2012 con el respaldo de Cato Institute.
En este momento la cosa no pinta tan mal. En lo que va de 2021, Venezuela ha logrado tasas de inflación mensual menores al cincuenta por ciento, porque en los primeros siete meses del año el alza de precios se desaceleró fuertemente: 46 % en enero, 33 % en febrero, 16 % en marzo, 24 % en abril y 28 % en mayo, según los datos publicados hasta la fecha por el Banco Central de Venezuela (BCV). Y de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), en junio se registró un 6,4 % —la tasa más baja desde 2017 (un solo dígito)— y un 19 % en julio.
Estas son alzas de precios mensuales enormes si se contrastan con las de cualquier economía normal del planeta, pero a los venezolanos les lucen pequeñas al compararlas con los picos de inflación mensuales que han vivido desde finales de 2017, cuando empezó el ciclo hiperinflacionario de Venezuela: 55,6 % en 2017; 127,7 % en 2018; 196,8 % en 2019 y 77,5 % en 2020.
Para que un país pueda ser considerado como libre de hiperinflación, según la tesis del economista Phillip D. Cagan, debe pasar doce meses ininterrumpidos con una inflación mensual inferior al cincuenta por ciento.
El régimen de Nicolás Maduro intenta frenar la inflación manteniendo el encaje legal que secó la liquidez del sistema bancario, trayendo de nuevo el tema del control de precios al juego e intentando favorecer la producción nacional con una rebaja de casi 600 líneas arancelarias.
Según la experiencia, puede que la primera medida los ayude con eso, pero la segunda y tercera podrían más bien llegar a traducirse en escasez, por la baja capacidad operativa de producción de la industria nacional (que se ubica entre 10 y 20 por ciento); y en un repunte inflacionario, porque muchos de los productos importados que estaban llenando el mercado sin pago de aranceles e IVA ahora volverán a pagar esos impuestos.
Además, como normalmente los precios tienden a subir en noviembre y diciembre, por efecto del mayor dinero circulante durante la época decembrina, hay el riesgo de que a finales de año Venezuela pierda esa racha y vuelva a tener tasas inflacionarias del cincuenta por ciento o más.
Fue lo mismo que ocurrió en 2020: la inflación mensual osciló en un rango del 13 al 40 por ciento durante diez meses consecutivos el año pasado, pero en diciembre repuntó de nuevo al 77,5 %, según el BCV.
También se debe tomar en cuenta que, dado el escenario electoral previsto para noviembre, es muy probable que el gobierno aumente el flujo de bonos y subsidios para captar votos y también es previsible un nuevo ajuste salarial para el cuarto trimestre del año. Y esa inyección adicional de dinero, en un sistema de oferta restringida, también suele llevar al mercado a fuertes escaladas de precios.
Servicios públicos: 2.000 por ciento más caros
La administración de Nicolás Maduro no solo pasará a la historia como aquella durante la cual se redujo en un 80 % el PIB (el producto interno bruto es el principal indicador macroeconómico usado para medir la evolución, productividad y salud de una economía), sino también como el período durante el cual Venezuela padeció la inflación más alta del mundo por casi una década.
Desde 2017 el promedio de inflación anual de las economías avanzadas no ha pasado de 2%, y de las economías emergentes o en desarrollo de 6%. En 2018, según los datos oficiales publicados por la administración chavista, la inflación venezolana fue del 130.060 %; en 2019, del 9.585,5 % y en 2020, del 2.959,8 %.
Esos números son inferiores a los registrados por organismos internacionales y nacionales independientes, pero igual reconocen que hay hiperinflación desde 2017. Para 2021, el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (IIES UCAB) estima que la inflación venezolana cerrará en un 1.667,0 %.
Solo en el último año, los servicios públicos en este país han aumentado más de 2.000 % sus precios, precisó la economista Sary Levy, integrante del Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (Cedice).
En esta gráfica interactiva de Cedice se aprecia la evolución de precios que ha tenido Venezuela en los últimos 12 meses, rubro por rubro.
En todo caso, una inflación de cuatro dígitos anual sigue siendo un alza de precios gigantesca, nada comparable con los aumentos de precios que se ven actualmente en países desarrollados y mercados emergentes, producto del dinero que se les ha inyectado a sus economías para superar la paralización ocasionada por la pandemia en 2020.
Una economía enferma
Una subida de precios tan alta y prolongada como la que padece Venezuela es un síntoma de enfermedad en su sistema económico, equivalente al de una fiebre en los seres humanos. Mientras no se corrijan los errores estructurales que mantienen enferma a esta economía, será imposible salir de este cuadro.
La moneda nacional pierde más del 99 % de su valor en periodos cada vez más cortos. Esta es la razón por la cual se ha dado un proceso de dolarización de facto en los últimos años. Ya no solo hacen transacciones comerciales en dólares, sino que también ahorran en dólares.
Ninguna política pública económica ni financiera del chavismo, en las dos últimas décadas, ha resuelto uno de los principales problemas de los asalariados venezolanos: nadie logra vivir digna e integralmente de su trabajo, sin depender de dádivas del Estado.
En la actualidad, hay venezolanos que ganan salarios inferiores a 10 dólares mensuales, un ingreso similar al de los más de 3,5 millones de pensionados y jubilados del país. Y con eso nadie alimenta a una familia, porque una canasta básica alimentaria en Venezuela supera ya los 300 dólares.
“La dolarización en Venezuela no es la consecuencia del logro de un objetivo de política económica, sino el resultado inevitable de la permanente alta inflación que ha restado toda significación relevante al signo monetario local”, aclara el IIES UCAB. El bolívar sigue en vías de extinción.
Los economistas de la UCAB aseguran que la hiperinflación se mantendrá mientras el gobierno siga dependiendo, como principal fuente de financiamiento, del dinero inorgánico que pone a circular sin respaldo productivo y de emisiones monetarias sin disciplina fiscal.
La gran pregunta
“La tendencia interanual de la inflación en Venezuela está en 2.000 por ciento. Se ha frenado, sí, pero sigue siendo alta, muy alta. Así que tenemos unos niveles de alza de precios igual de dañinos que los que tuvimos en años anteriores”, confirma Henkel García, director de la firma de consultoría Econométrica.
El precio de la gran mayoría de los bienes y servicios ya está expresado en dólares y no solo en bolívares. Por eso, cuando varía el tipo de cambio, varían automáticamente los precios en bolívares. Pero qué contiene el precio del dólar paralelo. García responde: “Para mí es un aumento en la oferta de dólares al sistema bancario y eso incrementa también la oferta de dólares en todo el sistema, en toda la economía. Eso ayudó a sostener el dólar paralelo en junio, por ejemplo, y la gran pregunta es si esto es sostenible o no. ¿Realmente tienen divisas como para que esa cantidad de dólares que están ofreciendo ahora se pueda mantener en los próximos meses?”.
En junio de 2021, “por primera vez en años, la inflación fue de un dígito. Pero hay un efecto recesivo prolongado, no hay crédito salvo para unas pocas empresas que pueden recibir préstamos indexados o en divisas. Además, se aplica una reducción progresiva del gasto público en términos reales”, advirtió la economista Tamara Herrera, directora de Síntesis Financiera, entrevistada por Runrunes.
Según estimaciones de Síntesis Financiera, el poder de compra del dólar en Venezuela cayó un ocho por ciento en el primer semestre de este año. Herrera dijo que el impacto en la inflación dependerá mucho de lo que haga el Banco Central el resto del año, en cuanto a la oferta de dólares en el mercado cambiario o al ritmo de crecimiento mensual de la base monetaria, por ejemplo.
Y esa es la misma institución la que ha contribuido a que se hayan anunciado tres reconversiones monetarias en los últimos trece años, que en total le restaron catorce ceros a la divisa nacional para maquillar su pérdida de valor, y a que Venezuela lleve ocho años consecutivos de recesión económica ininterrumpida.