Las relaciones sociales son dinámicas, por naturaleza. Estamos inmersos en una multiplicidad de procesos que determinan la creación constante de relaciones sociales; y, también debemos dedicarnos a su mantenimiento. Por ejemplo, hacer nuevas amistades y preservarlas consume considerable tiempo y energía. Además, al considerar las relaciones sociales que existen en los distintos ámbitos de nuestras vidas (hogar, trabajo, lugares de recreación, etc.), nos percatamos del gran esfuerzo que significa formar, mantener o romper vínculos de toda índole. Es legítimo, entonces, preguntarnos cómo lo hemos venido haciendo. Afortunadamente, tenemos algunas respuestas que nos aporta la comunidad científica, para ayudarnos a entender estos procesos.
El marco conceptual propuesto por Brennecke, J. et al. (2022) nos permite estudiar la dinámica de las redes y en particular el efecto de la rapidez con la cual establecemos nuestras relaciones sociales. El modelo considera los efectos de algunos catalizadores que aceleran la formación de los enlaces, incluyendo sus consecuencias; además, toma en cuenta impactos adicionales sobre los productos obtenidos de las redes, de manera sistémica. Entre los catalizadores figuran el grado de precisión con el cual somos capaces de percibir las propiedades de nuestras propias redes personales y las peculiaridades de las personas que las conforman, en comparación con las características reales de ambas. A mayor precisión en la percepción mayor será la rapidez.
El mantenimiento de relaciones ya existentes también implica un esfuerzo considerable. Según otro conocido modelo (Porter & Woo, 2015), en esta etapa el grado de confiabilidad es evaluado por las personas que interactúan en la red; es decir, tratamos de determinar si la contraparte en la relación se interesa por nuestras prioridades personales. Es probable que demos, sin esperar recibir nada a cambio. Adicionalmente, las transacciones sociales en la etapa de mantenimiento permiten a las partes una mejor evaluación cognitiva sobre la utilidad de la relación, como por ejemplo a la hora de pedir un favor que no necesariamente vaya a ser “pagado” de inmediato.
Algunas relaciones sociales también llegan a su fin, ya sea por voluntad propia o de la persona amiga (por supuesto, también ocurre con las relaciones de trabajo o de pareja). En lo personal, considero que lo mejor es debilitar el lazo hasta hacerlo durmiente, no inexistente. El primero puede reactivarse más fácilmente; como se sabe, la vida da muchas vueltas y las circunstancias pueden cambiar. Existe muy poca literatura científica sobre ruptura de relaciones sociales, en relación a las teorías de redes; por lo tanto, sería bueno establecer líneas de investigación sobre este tema, para conocer sobre su incidencia, positiva o negativa, en la creación de capital social.
Para comprender la dinámica de las redes creadas por personas, grupos u organizaciones, es necesario conocer los mecanismos de formación, mantenimiento y rompimiento de relaciones sociales. Con la Tecnología Social SAI, podemos realizar investigaciones longitudinales, con experimentos controlados, que nos permiten verificar la validez de estos mecanismos. La teoría, en este campo, es abundante y siempre surgirán nuevas situaciones que permitan corroborarla, cuando realizamos proyectos generadores de capital social. En cada organización o movimiento social existen oportunidades para experimentar y aprender. El liderazgo debe ser adaptativo.
Referencias:
Brennecke, J. et al. (2022). Networking fast and slow: The role of speed in tie formation.
Porter, C. & Woo, S. (2015). Untangling the networking phenomenon: A dynamic psychological perspective on how and why people network.
Para descargar la versión más actualizada del libro completo (incluyendo todas las columnas publicadas a la fecha), haga clic en el siguiente enlace: Capital Social, José María Rodríguez, PhD. Además, para una introducción al tema, recomendamos ver el video CAPITAL SOCIAL: https://youtu.be/gRXjjZkCrzo.