por Ángel Arellano
Venezuela es un país atrasado, sin instituciones ni libertades. Superar la ceguera del machismo, la injusticia y la no-diversidad como status quo es casi imposible en el contexto actual. Y, en tercer lugar, las personas que constituyen la élite política oficial y conducen el gobierno, son la peor cara de estos valores atrasados. El régimen es anti-derechos, anti-liberal, anti-pluralidad.
La reciente ola de escándalos en Twitter por abusos y violaciones a personas en Venezuela, deja al descubierto que este tema tomó por sorpresa a una sociedad huérfana de justicia que poco ha reflexionado y actuado sobre el tema, y que sufre el crisol de los anti derechos instalados desde arriba por el régimen vigente.
Ante la inexistencia de instituciones, Twitter ha terminado siendo el estrado del acusador, del juez y del jurado. En este caso, el acusador está representado en su mayoría por sujetos anónimos, y los jueces y jurados son el resto de los usuarios que desde la atmósfera tuitera disparan acusaciones también. El acusado se silencia o plantea un comunicado que cae en saco roto. La fiscalía del régimen acusa igual, porque la idea es que el régimen diga “presente” en la tendencia virtual, aun cuando sigue ausente en miles de violaciones a los derechos humanos.
Así asistimos a la surreal administración de justicia popular, cuyo efecto ola puede terminar en una cacería de brujas con alta probabilidad de impactar a opositores al régimen. Sin embargo, esto no puede omitir el problema de fondo: el grito oprimido de las víctimas y la urgencia de derechos y justicia para la sociedad.
II
En Venezuela nunca se evidenció un interés manifiesto, militante, por lo que en otras latitudes se conoce como “agenda de derechos”, que básicamente consiste en ampliar los derechos de las personas con un criterio de justicia e inclusión de las minorías postergadas y así “actualizar” el marco legal para superar desequilibrios y omisiones históricas. Vale decir que esto no ha sido patrimonio exclusivo de una corriente ideológica, porque durante gobiernos de izquierda, centro y derecha, distintos países han podido avanzar en esta agenda.
Veamos lo que ha sucedido en Venezuela con las banderas más conocidas de la agenda de derechos:
1) Nunca hubo un movimiento LGBTI potente y organizado con una base social manifiesta que lo apoyara para visibilizar sus reclamos de inclusión y equidad (el matrimonio igualitario, por ejemplo) como sí ha ocurrido en otros lugares del mundo y de la región latinoamericana. Nunca una poderosa movilización por el orgullo gay que pusiera el tema en la mesa de discusión.
2) Tampoco hubo un movimiento feminista que tuviera incidencia en la agenda política y social, y eco en los medios de comunicación. El día de la mujer en Venezuela se celebra, se dice “feliz día”. No se acostumbran las movilizaciones reivindicativas ni la reflexión desde la prensa y los espacios de poder sobre la desigualdad de género, la urgencia de proteger a la mujer desde las instituciones, de luchar contra la violencia de género y los feminicidios.
3) Se desconoce la existencia de una agenda de presión para el debate sobre la despenalización del aborto en el ámbito legislativo, por ende, el tema no solo es un tabú, sino que está reducido a la conversación en las redes seguida por poca gente interesada.
Un régimen autoritario y machista
Mencionamos estos tres aspectos por ser los más populares, pero hay muchos más. En Venezuela los temas que hacen a los derechos de las personas no han estado ni están (tiempo presente) en la agenda. Y las siguientes razones son una aproximación al por qué:
En primer lugar, porque hemos sabido ser, con cara de chéveres y simpáticos, una sociedad conservadora que omite la discusión sobre esta situación. En segundo lugar, porque para muchas cosas no estamos en el siglo XXI, ésta es una de ellas, a diferencia de los países que sí dieron pasos hacia la justicia al reivindicar estos temas.
Van dos décadas bajo un régimen autoritario, machista, que se exhibe de izquierda progresista, pero es profundamente conservador. Este régimen maltrata, humilla y persigue a los distintos, y anula la diversidad bajo una práctica que busca, más desde la asfixia que desde la promoción ideológica de un proyecto, mantener a la sociedad alienada y asustada.
Venezuela es un país atrasado, sin instituciones ni libertades. Superar la ceguera del machismo, la injusticia y la no-diversidad como status quo es casi imposible en el contexto actual. Y, en tercer lugar, las personas que constituyen la élite política oficial y conducen el gobierno, son la peor cara de estos valores atrasados. El régimen es anti-derechos, anti-liberal, anti-pluralidad.
Para superar la desigualdad y sus estigmas más horribles, hace falta desandar las tres causas aquí descritas. Es decir, reemplazar a los anti-derechos para sanear y democratizar el gobierno y sus instituciones, y que esto tenga su consecuencia en la apertura de la sociedad para hacer justicia, otorgar derechos a las personas y combatir formalmente los flagelos que hoy han quedado en evidencia.
III
La ola de acusaciones y escándalos por violaciones y abuso contra las personas visibiliza problemas que han estado ocultos y que requieren reflexión desde el respeto y la solidaridad, pero también acción. Puede ser esta una oportunidad para canalizar la humillación nacional hacia una movilización por los derechos de las personas y por el cambio de régimen para que la democracia libere al país en su conjunto.