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El vaso medio lleno. Por Claudio Zamora

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Ante la imposibilidad del sistema de satisfacer tus más primordiales deseos, sólo les queda jugar con la psiquis de las personas y tratar de manipular artificialmente el entorno para que te sientas en el paraíso que anhelas. No es el Metaverso que espero no morirme sin experimentarlo, poder recorrer a mi ritmo el Louvre de Paris desde la comodidad de mi sofá y a solo pasos de la cocina y el refrigerador mi electrodoméstico favorito. Igualmente sentarme en la tribuna de un Boca-River sin la molestia de un bostero saltándome encima y bañándome de sudor y cerveza, sólo con mis lentes especiales elegir las experiencias que quieres vivir desde la comodidad de tu casa. Debo admitir que no me gusta viajar, le tengo fobia a los aeropuertos, a los piticos de los vuelos, al stress de las maletas y a las filas en las puertas de embarque, son las pocas ocasiones en que mi elevada autoestima me lleva al nivel de un cordero en las puertas del corral. La distancia entre mi querida Ciudad y la Capital es más o menos de 500 kilómetros que cuando Venezuela era normal se podían cubrir con todo y las alcabalas en 6 horas cómodas, o hasta en menos como la vez que puse sólo cuatro horas en un carro deportivo para llegar a un juego de futbol y orine en una garrafa plástica para no pararme en el trayecto. Hoy con el país destrozado y las carreteras en ruinas, sabes cuando sales pero no sabes cuando llegas, pueden ser ocho horas como pueden ser 24, ya los autobuses no viajan de noche que era lo común en aquellos tiempos porque los asaltan, como asaltaban los apaches las diligencias del correo. Toca pararse en las alcabalas militares a esperar que amanezca o hacer una colecta para pagarles una escolta a la más próxima y así hasta que llegue la luz del día que tampoco es garantía de seguridad porque igual te pueden joder a plena luz. Hace unos años atrás los abogados nos atrevíamos a tomar juicios en la Capital casi siempre en el Tribunal Supremo porque sin sobresaltos podías tomar un vuelo de 45 minutos hacer tus diligencias, salir de la limitada oferta culinaria de tu ciudad, visitar algún centro comercial o realizar algunas compras y estar a tempranas horas de la noche en tu casa cómodamente instalado. Eran varias aerolíneas que competían en servicio y calidad y casi todos llegábamos con aliento etílico de algún vino o escoses que permitía ingerir en el corto trayecto. Esta semana el nuevo Gobernador que en apariencia ha hecho en este corto tiempo mucho más de lo que hizo el saliente bautizado como Justo Flojera, inauguro el primer vuelo semanal después de mucho tiempo desde nuestra Ciudad hasta la Capital, un vuelo en siete días, pero bajo la filosofía de que Venezuela se está arreglando puesta a rodar insistentemente por el gobierno, pareciera un milagro premio al esfuerzo de nuestros gobernantes. Para los nacidos en la mal llamada revolución constituye una muestra inequívoca de progreso y desarrollo, para quienes conocimos, disfrutamos y no valoramos la cuarta, solo muestras de la imposibilidad de siquiera soñar en poner la casa como estaba antes.

Entonces para ser felices y no morir en el intento vamos a mirar el vaso medio lleno, vamos a soñar que nuestro querido país se está acomodando, que estamos saliendo del oscurantismo y atraso a pasos agigantados, pero para eso debemos precisar los parámetros de valoración, borremos la etapa moderna de nuestra memoria, como en la película volver al futuro regresemos a 1819 al Congreso de Angostura cuando Bolívar tardaba semanas en llegar a Caracas a lomo de caballo, cuando nos alumbrábamos con mechuzos de kerosene, recogíamos agua de los pozos y recibíamos cartas del correo, bajo esa perspectiva todo nos parecerá, bello, moderno y fantástico, seremos felices y no moriremos en el intento. Seguiremos conversando. [email protected]