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Derecho Internacional. Por Américo Fernández

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-Son los gobernantes quienes hacen fuerte a las instituciones o las dejan caer. Vivimos tiempos convulsos, mediáticos, populistas, de discurso fácil y efectista; conocemos líderes de masas empeñados en contentar para continuar, que parecen ignorar su responsabilidad como garantes de la paz social, incendiarios de aquellos a quienes están llamados a proteger-

El Derecho Internacional ¿para qué sirve? A la luz de lo que estamos viendo, no sirve para nada y si sirve, es muy poco lo que da y lo que la humanidad universal espera. En todo caso, por lo que significa en  esencia y substancia  debemos salvar o luchar por su vigencia plena. Debemos reivindicarlo para que en el futuro se aplique eficazmente y sin contemplación de ninguna clase en situaciones como la de Ucrania, invadida acaso, por un sicópata llamado Vladimir Putin, antiguo espía de la KGB que por su condición de tal, jamás ha debido ascender a la presidencia de su país de origen, 

Cuando veo abismado por diversos canales de televisión escenas de destrucción de edificio, de viviendas, de instalaciones básicas para la dinámica social e industrial, en fin, cuando veo o vemos asombrados la muerte y el sufrimiento en Ucrania provocado por la barbarie rusa, viene a mi mente los sicópatas asesinos en serie,  aquel, por ejemplo, James Geraghty,  que impávido confesó: ”realmente no siento compasión por ellos.  Soy como una máquina fría y sin corazón “

Así parece ser este señor que preside el gobierno del antiguo imperio zarista. De manera que el llamado Derecho Internacional  amenazado por gobernantes como Putin no va a ninguna parte.  Son los gobernantes quienes hacen fuerte a las instituciones o las dejan caer. Vivimos -alguien ha escrito, no recuerdo dónde y desde que parte-  que vivimos tiempos convulsos, mediáticos, populistas, de discurso fácil y efectista; conocemos líderes de masas empeñados en contentar para continuar, que parecen ignorar su responsabilidad como garantes de la paz social, incendiarios de aquellos a quienes están llamados a proteger. El discurso supremacista, excluyente, cala con facilidad, despierta instintos primarios de las personas y fluye con comodidad entre populistas, de discurso fácil y efectista;

La fortaleza del derecho Internacional es inconvenientemente proporcional al éxito de estos discursos.