Eso de la soberanía popular que garantiza la Carta Magna parece una falacia, una pobre mentira. Una soberanía que es delegada es algo así como la persona que notaría un Poder a favor de otra para que maneje sus bienes. Actualmente, el canal de televisión “Telemundo” exhibe la telenovela “Flor Salvaje” que protagoniza aquella actriz venezolana (Mónica Spear) malograda por la delincuencia desatada en el país ante un Gobierno impotente para controlarla. En esa telenovela se plantea un problema de soberanía. Una mujer dueña de tierras ricas en petróleo que le da poderes a su esposo Rafael Urrieta para que las explote y administre. Pero que de manera prepotente este señor, inmoral y corrupto, hace y deshace en un pueblo llamado Nueva Esperanza. Asimismo. es la Soberanía popular venezolana. Políticos, tantos del Gobierno como de una presunta Oposición, hablan en nombre del pueblo, hablan en nombre del soberano, se arrojan ese derecho que sirve para todo, menos para que la generalidad de la nación se beneficie. La soberanía de la que en principio habló Aristóteles y más tarde el filósofo francés Rousseau, la vemos hoy como una verdadera majestad, pero colmada de oropeles, una mentira, una entelequia, tan perfecta y llamativa, que sólo existe en la imaginación de quienes juegan a la política de facción o partidista. (AF)